Mary Rosenblum (USA, 1952) Su nombre de nacimiento era Mary Freeman.
Página web: Mary Rosenblum
Synthesis © 1992.
(Este relato fue enviado a mis blogs por urijenny, que escribió: "no sé si has leído a Mary Rosenblum. Hay un cuento suyo muy bueno en Axxón 32. Te lo transcribo a continuación por si te interesa".
Publico el relato por tratarse de uno de los pocos cuentos de ciencia ficción ciberpunk escritos por una autora)
De pie sobre una roca, en medio del mar precámbrico, David Chen elevó los brazos como un director de orquesta. El mar primordial que estaba a sus pies respondió, rebosante de vida potencial, elevándose alrededor del árido risco en donde él se encontraba. Una espuma amarillenta y pegajosa se colgaba de la roca volcánica, se adhería a los pies descalzos de David. Su programa virtual transmitía el contacto de la espuma con sus plantas por medio de leves estimulaciones eléctricas, sugería la húmeda brisa, pero ésta era una composición para la Red. No se olía el océano ni se sentía la húmeda y salobre caricia de esa brisa.
En una composición estacionaria, David podía agregar complejas informaciones sensoriales: el frío contacto de la espuma, el sabor del fértil mar. Podía dar vida a esta composición. David ahogó un suspiro. Para montar una muestra estacionaria había que conseguir una galería. Chen BioRecursos iba muy bien en el Intercambio, pero la empresa familiar no iba tan bien como para que él pudiera solventar por su cuenta una muestra estacionaria. Esta composición se estrenaría en la Red. Mañana. Era un triunfo suficientemente importante, se dijo.
Mañana. La tensión le revolvió las tripas. Se las había ingeniado para olvidar esa fecha, pero ahora salía a la superficie, haciendo tic-tac dentro de su cerebro como un reloj antiguo. Frunció el entrecejo al ver un penacho de ceniza volcánica que se retorcía en el cielo pálido. ¿Estaba desbalanceado o era solamente un típico ataque de nervios preestreno? El viento gemía sobre el mar con la voz solitaria de un oboe, profetizando el cambio. David estiró un brazo virtual para pellizcar el penacho de ceniza. Mejor. No ha sido un mal prólogo, se dijo, e inició la cuenta regresiva: tres, dos, uno, ahora.
El mar ondeó, preñado de vida. Las criaturas se contorsionaron, bulleron, se soldaron y dividieron en una frenética sinfonía evolutiva. David puso sus pies dentro del turbulento mar y se dejó hundir. Las aguas cenagosas se arremolinaron a su alrededor y la sensación de movimiento fue lo bastante vívida como para que sintiera el estómago revuelto. Bien. Aquí no había nada con que pudieran ensañarse los detractores. Había investigado todas las especies hasta la última célula. David volvió a subirse a la roca, permitiéndose saborear una alegría tentativa. Creación, había llamado a esta composición, su mayor composición hasta la fecha.
Y era... buena.
Sí, buena. A su alrededor, de las partículas nadadoras surgían patas, órganos de alimentación, aletas que se convertían en miembros natatorios articulados. La tierra se retorcía y estremecía con los espasmos del nacimiento y la muerte. La música remontaba su acompañamiento mientras del agua hirviente surgían picos montañosos que horadaban el cielo amarillento... David se quedó inmóvil cuando una ominosa obscuridad se esparció lentamente por el cielo. Empalideció el sol, arrojó una sombra amenazadora sobre el paisaje. Una brisa rizó el agua, y la sugerencia del frío le puso de punta el vello de la nuca. En la playa rocosa, el primer nadador vacilante estaba sacudiéndose, esforzándose por llegar a la costa, jadeando con pulmones rudimentarios.
Se suponía que eso no debía ocurrir.
--Pausa. --David chasqueó los dedos y la escena quedó paralizada--. ¡Maldición! --Buscó por el paisaje de marejadas y rompientes inmóviles--. ¿Dónde diablos estás, esta vez?
Un rostro puntiagudo, perruno, lo espió desde atrás de un negro cuerno de roca volcánica.
Zorro colorado americano. Vulpes fulva, y se podían ver todos y cada uno de sus pelos ondulándose al viento, pensó David con rencor.
Con su pelaje colorado, sus orejas en punta, el zorro sonrió su sonrisa blanca, dientuda. Sus ojos verdes destellaron traviesos y emitió un sonido muy humano, muy grosero.
¡Basta! David estiró la mano. En su puño apareció la pistola, un clásico revólver estilo Lejano Oeste con cachas de nácar. El zorro sacudió la cola de punta blanca, rió con la risa de un niño y cruzó rápidamente el mar estático. Mientras David disparaba, se desvaneció en el aire. Por un largo momento, lo buscó con el ceño fruncido. Luego arrojó el revólver por el aire. El revólver se esfumó en un parpadeo.
--¿Casa? --dijo David--. ¿Hice contacto?
Lo lamento. La voz de Casa susurró por el implante auditivo. El intruso logró retirarse del programa antes de que el rastreador de seguridad hiciera contacto.
David hizo una mueca; una jaqueca comenzó a roerle el fondo del cerebro. Había vuelto a cambiar los códigos de acceso al programa el día anterior, había pensado que jamás volvería a ver a su molesto fantasma. Esta composición se estrenaba mañana. Con o sin defectos.
--Borrador --dijo David entre dientes. Arrebató el enorme borrador de pizarrón que flotaba en el aire y elevó la mano para eliminar la sombra agregada del zorro.
Pero la sombra contribuía en algo al tema de la composición, era un presagio de los problemas que sobrevendrían. Una ominosa advertencia. David golpeteó el mar paralizado con el dedo del pie. Arrugó el entrecejo al ver a los antecesores de la vida terrestre atrapados en su esfuerzo por reptar hasta la orilla del océano lodoso. La Tierra jamás volvería a ser la misma. La sombra... encajaba. Oh, diablos.
--Grabar --ordenó David. Cuando la escena estuvo almacenada y a salvo, borró la obscuridad del zorro con movimientos arrolladores, iracundos.
Perdone, lo interrumpió el programa Casa. Debe estar en el departamento de su padre dentro de una hora.
David suspiró e hizo desaparecer el borrador. Quería más tiempo, quería hacer correr entre sus dedos virtuales cada momento de esta composición, asegurarse de que su elusivo fantasma no había causado más daños, que la textura, el sombreado y el tono eran exactamente como él los había planeado.
No quería reunirse con su padre esta noche.
David volvió a suspirar.
--Grabar y salir. --Cerró los ojos ante la desorientación momentánea producida por el derrumbe del virtual.
A su alrededor tomó forma el laboratorio virtual, tres por tres metros de paredes, piso y cielorraso alfombrados. Estaba de pie en el centro del cuarto, enjuto y desnudo, a no ser por la camiseta. Los hilos plateados de su red Kraeger intradérmica refulgían con un brillo mortecino, cubriendo cada centímetro cuadrado de su piel. David arrugó la nariz, percibiendo su propio sudor. El pelo se le había aflojado de la trenza y estaba pegoteado contra su cuello. Resistiendo la tentación de volver a la composición y culpar por la tardanza a un desperfecto en el programa Casa, David fue a ducharse y vestirse.
En una composición estacionaria, David podía agregar complejas informaciones sensoriales: el frío contacto de la espuma, el sabor del fértil mar. Podía dar vida a esta composición. David ahogó un suspiro. Para montar una muestra estacionaria había que conseguir una galería. Chen BioRecursos iba muy bien en el Intercambio, pero la empresa familiar no iba tan bien como para que él pudiera solventar por su cuenta una muestra estacionaria. Esta composición se estrenaría en la Red. Mañana. Era un triunfo suficientemente importante, se dijo.
Mañana. La tensión le revolvió las tripas. Se las había ingeniado para olvidar esa fecha, pero ahora salía a la superficie, haciendo tic-tac dentro de su cerebro como un reloj antiguo. Frunció el entrecejo al ver un penacho de ceniza volcánica que se retorcía en el cielo pálido. ¿Estaba desbalanceado o era solamente un típico ataque de nervios preestreno? El viento gemía sobre el mar con la voz solitaria de un oboe, profetizando el cambio. David estiró un brazo virtual para pellizcar el penacho de ceniza. Mejor. No ha sido un mal prólogo, se dijo, e inició la cuenta regresiva: tres, dos, uno, ahora.
El mar ondeó, preñado de vida. Las criaturas se contorsionaron, bulleron, se soldaron y dividieron en una frenética sinfonía evolutiva. David puso sus pies dentro del turbulento mar y se dejó hundir. Las aguas cenagosas se arremolinaron a su alrededor y la sensación de movimiento fue lo bastante vívida como para que sintiera el estómago revuelto. Bien. Aquí no había nada con que pudieran ensañarse los detractores. Había investigado todas las especies hasta la última célula. David volvió a subirse a la roca, permitiéndose saborear una alegría tentativa. Creación, había llamado a esta composición, su mayor composición hasta la fecha.
Y era... buena.
Sí, buena. A su alrededor, de las partículas nadadoras surgían patas, órganos de alimentación, aletas que se convertían en miembros natatorios articulados. La tierra se retorcía y estremecía con los espasmos del nacimiento y la muerte. La música remontaba su acompañamiento mientras del agua hirviente surgían picos montañosos que horadaban el cielo amarillento... David se quedó inmóvil cuando una ominosa obscuridad se esparció lentamente por el cielo. Empalideció el sol, arrojó una sombra amenazadora sobre el paisaje. Una brisa rizó el agua, y la sugerencia del frío le puso de punta el vello de la nuca. En la playa rocosa, el primer nadador vacilante estaba sacudiéndose, esforzándose por llegar a la costa, jadeando con pulmones rudimentarios.
Se suponía que eso no debía ocurrir.
--Pausa. --David chasqueó los dedos y la escena quedó paralizada--. ¡Maldición! --Buscó por el paisaje de marejadas y rompientes inmóviles--. ¿Dónde diablos estás, esta vez?
Un rostro puntiagudo, perruno, lo espió desde atrás de un negro cuerno de roca volcánica.
Zorro colorado americano. Vulpes fulva, y se podían ver todos y cada uno de sus pelos ondulándose al viento, pensó David con rencor.
Con su pelaje colorado, sus orejas en punta, el zorro sonrió su sonrisa blanca, dientuda. Sus ojos verdes destellaron traviesos y emitió un sonido muy humano, muy grosero.
¡Basta! David estiró la mano. En su puño apareció la pistola, un clásico revólver estilo Lejano Oeste con cachas de nácar. El zorro sacudió la cola de punta blanca, rió con la risa de un niño y cruzó rápidamente el mar estático. Mientras David disparaba, se desvaneció en el aire. Por un largo momento, lo buscó con el ceño fruncido. Luego arrojó el revólver por el aire. El revólver se esfumó en un parpadeo.
--¿Casa? --dijo David--. ¿Hice contacto?
Lo lamento. La voz de Casa susurró por el implante auditivo. El intruso logró retirarse del programa antes de que el rastreador de seguridad hiciera contacto.
David hizo una mueca; una jaqueca comenzó a roerle el fondo del cerebro. Había vuelto a cambiar los códigos de acceso al programa el día anterior, había pensado que jamás volvería a ver a su molesto fantasma. Esta composición se estrenaba mañana. Con o sin defectos.
--Borrador --dijo David entre dientes. Arrebató el enorme borrador de pizarrón que flotaba en el aire y elevó la mano para eliminar la sombra agregada del zorro.
Pero la sombra contribuía en algo al tema de la composición, era un presagio de los problemas que sobrevendrían. Una ominosa advertencia. David golpeteó el mar paralizado con el dedo del pie. Arrugó el entrecejo al ver a los antecesores de la vida terrestre atrapados en su esfuerzo por reptar hasta la orilla del océano lodoso. La Tierra jamás volvería a ser la misma. La sombra... encajaba. Oh, diablos.
--Grabar --ordenó David. Cuando la escena estuvo almacenada y a salvo, borró la obscuridad del zorro con movimientos arrolladores, iracundos.
Perdone, lo interrumpió el programa Casa. Debe estar en el departamento de su padre dentro de una hora.
David suspiró e hizo desaparecer el borrador. Quería más tiempo, quería hacer correr entre sus dedos virtuales cada momento de esta composición, asegurarse de que su elusivo fantasma no había causado más daños, que la textura, el sombreado y el tono eran exactamente como él los había planeado.
No quería reunirse con su padre esta noche.
David volvió a suspirar.
--Grabar y salir. --Cerró los ojos ante la desorientación momentánea producida por el derrumbe del virtual.
A su alrededor tomó forma el laboratorio virtual, tres por tres metros de paredes, piso y cielorraso alfombrados. Estaba de pie en el centro del cuarto, enjuto y desnudo, a no ser por la camiseta. Los hilos plateados de su red Kraeger intradérmica refulgían con un brillo mortecino, cubriendo cada centímetro cuadrado de su piel. David arrugó la nariz, percibiendo su propio sudor. El pelo se le había aflojado de la trenza y estaba pegoteado contra su cuello. Resistiendo la tentación de volver a la composición y culpar por la tardanza a un desperfecto en el programa Casa, David fue a ducharse y vestirse.
Su padre se rehusaba a usar virtuales. Ni siquiera aceptaba ponerse un traje de dermis virtual, aunque lo había hecho con David antes de que él naciera. Típico, pensó David mientras vacilaba, ya en el atrio frente al departamento de su padre. Tal vez su padre detestaba la tecnología, pero una Kraeger era lo más avanzado en vestimentas energéticas del mundo empresario. Así que Fuchin se la había hecho instalar a David. Para beneficiar a la familia. "Nosotros los chinos estamos obsesionados con la familia", murmuró David. Alisó una arruga inexistente en su túnica, anhelando que el viejo no fuera tan testarudamente intransigente con la tecnología. Hubiera sido mucho más fácil tratar con él en virtual.
--Bú yâu, no te acicales para mí --dijo su padre cuando David finalmente entró en la habitación. Estaba hablando en mandarín--. Reserva tales actos para atender a una futura novia.
Otra vez ese tema. --Hola, Fuchin. --David inclinó la cabeza, envarado, y se ubicó en la silla indicada. A su padre le encantaban las sillas antiguas de laca y la profusión de telas de colores. De las paredes colgaban pergaminos escritos a mano que ponderaban la virtud. Prolijamente colocado sobre el escritorio tallado, había un equipo de escritura: tintero, palillo de jade trabajado, piedra y cepillos. El amasijo de antigüedades hacía que David sintiera claustrofobia--. ¿Cómo te sientes? --le preguntó a su padre--. Shau Jieh me dijo que estás teniendo problemas para dormir.
--Ching ni, habla en mandarín, por favor. Usa el inglés para los negocios. Tu hermana más joven se preocupa demasiado. --El padre de David agitó la mano--. Es una buena hija. --Tomó la tetera de porcelana que estaba sobre la mesa, cerca de su codo, y sirvió dos tazas de un té pálido.
Su padre tenía la clásica apariencia de un sureño, pensó David. Su rostro bien podía haber salido de un antiguo pergamino Guangdong. Los rasgos de David eran más desvaídos: el producto de la sangre caucásica mixta de su madre. A su medio hermana mayor, Dà Jieh, le gustaba recordarle la sangre mixta de su madre. La madre de David había constituido algo así como un escándalo, una segunda esposa muy tardía y muy joven. Le había dado a David el nombre de su padre, pero él no recordaba demasiado de ella. Observó el perfil severo de su padre, con los labios apretados que le permitían leer las señales de la furia que se plegaba en su piel parda y anciana. ¿Qué había hecho esta vez?
--¿Cómo está Yu Hwa? --preguntó su padre.
--Ya no nos vemos más. Llegamos al mutuo aburrimiento. La Hermana del Medio está por darte tu tercer nieto --dijo David. Er Jieh había vuelto a optar por la selección de sexo... para complacer a papá, de seguro. David suspiró--. Fuchin, si tenemos que pelearnos ¿podemos al menos pelearnos por el tema que corresponde y no por mi condición de persona sin hijos?
--Prueba uno de estos budines Ojo de Fénix. Son de camarón. De camarón cosechado del natural, no pasta artificial. Regalo de Shau Jieh--. Su padre bebió el té--. No tienes hijos. ¿No se te ocurre pensar en tu familia? ¿Quién continuará el apellido? ¿Quién encenderá incienso por mí?
--Esto no es la China del siglo quince. --David rechazó los budines con un movimiento de cabeza--. Chen BioRecursos es una empresa familiar, no una dinastía.
--Estoy harto de tu cortedad de miras. --El entrecejo de su padre se arrugó más--. Entiendo que has estado reuniéndote con un representante de la corporación Tanaka. ¿Por qué no me preguntaste primero?
Ajá. --Mi trabajo es tratar con representantes de las compañías para que tú no tengas que hacerlo. --David abrió la palma para que los hilos plateados de su red brillaran bajo la luz--. ¿He entendido mal?
--Te excediste en tu autoridad. Yo soy quien dirige Chen BioRecursos y soy el accionista mayoritario.
--Hablé con el Sr. Takamura esta misma tarde. Hace menos de cinco horas. --Se habían reunido en una afelpada oficina de Tokio, en virtual, por supuesto. El Sr. Takamura se había puesto el rostro virtual de una estrella japonesa de los medios, el último grito en vestimenta energética--. Iba a mencionarlo en la reunión de mañana. --Después de haber terminado Creación. Después del estreno.
--No es apropiado. --La palma de la mano de su padre golpeó la mesa de laca, haciendo temblar la tetera--. Debo ser consultado antes de cualquier contacto de ese tipo. No haremos negocios con Tanaka.
--Fuchin... --Con un esfuerzo, David se aguantó la furia--. ¿Hablaste de esto con Dà Jieh, con la Hermana Mayor? La mitad de los patrones genéticos que lanzamos al mercado son para el mejoramiento de razas marinas comercializables. Ya te entregué el informe sobre la próxima revisión del Tratado Antártico. Se rumorea que Japón ganó la licitación por los derechos de cultivo en el sector antártico. Tanaka es la mayor compañía japonesa dedicada a la aquacultura de gran envergadura. Se beneficiarán. Nos han hecho una oferta soberbia.
--Arriesgué todo para crear Chen BioRecursos. --Su padre se puso de pie ceremoniosamente--. Lo hice por nuestra familia, por el futuro de tus hijos. No lo hice para beneficiar a Tanaka. Me enferma oír hablar de Tanaka. Si por ti fuera, arrojarías a la basura todo el fruto de mi trabajo, se lo regalarías a los extraños. No tienes sentido de familia.
--Y yo tengo mis dudas sobre tu sentido empresario --dijo David en inglés. Cerró las manos sobre las rodillas--. Yo no estaba vendiendo la firma. Tanaka está interesada en un contrato a largo plazo, eso es todo. Pensé que nuestras intenciones eran obtener ganancias.
--Hay ganancias y ganancias. --Y Tanaka es japonesa. --David sostuvo la mirada reprobadora de su padre--. El prejuicio es un lujo antiguo y oneroso, Fuchin.
--Y la lealtad no tiene precio. Tu hermana mayor está de acuerdo conmigo. Tanaka es un peligro para nuestra independencia.
--¿Está de acuerdo? --La risa de David le dolió en la garganta--. Qué novedad, considerando que sus tres últimos diseños estaban específicamente dirigidos a las pescaderías Tanaka del Pacífico... con acceso directo. --Tendría que haberlo esperado. Dà Jieh siempre estaba lista para clavarle un puñal, en lo que concernía a su padre--. Si soy tan incompetente y desleal ¿por qué no me despides y das el trabajo a otro? --exigió con amargura.
--¿Quieres malgastar tu vida jugando tus costosos juegos? --se torció el labio de su padre--. Eres mi hijo. Eres un Chen. Chen BioRecursos es tu patrimonio.
--Y tu dinastía. --David enrojeció. Se puso de pie, bajó la vista para mirar a su padre--. Me reuniré con el Sr. Takamura y rechazaré su oferta. Espero que la empresa familiar no se arrepienta.
--¡Er-dz!
David quería ignorar la orden de su padre, pero sus músculos obedecieron al hábito de toda una vida, obligándolo a detenerse junto a la puerta y a darse vuelta para enfrentar a su padre.
--He decidido retirarme. De aquí a dos meses. --El rostro de su padre podía haber sido una máscara, tallada en alguna madera obscura y ácida--. Desde ese día, Chen BioRecursos será responsabilidad tuya. Desde ese día, podrás hacer lo que quieras.
David giró sobre sus talones sin hacer la reverencia, sin hablar. Atravesó lentamente la antesala y salió al enorme atrio que su padre compartía con su medio hermana menor. Ella estaba esperándolo, sentada en un banco tapizado junto al pequeño estanque de nenúfares. Tenía el pelo echado hacia atrás, trenzado en un intrincado rodete en la nuca, despejado el rostro amplio, y vestía una túnica de algodón verde jade que llegaba al suelo.
--Ven a sentarte conmigo --dijo en mandarín, y palmeó el banco--. Hoy Fuchin se siente muy amenazado.
--¿Por qué cosa, Shau Jieh?
--David se dejó caer en el asiento, a su lado.
--Es porque está viejo. Sabe que está empezando a cometer errores y eso lo aterra.
--No parecía muy aterrado. Me dio la impresión de que era yo el que cometía los errores. --David golpeó con el codo un lustroso guijarro que estaba en el borde del estanque. Este cayó en el agua cristalina con una leve salpicadura. Unos koi dorados y blancos huyeron, arrastrando su aletas diáfanas.
--Fuchin se ve a sí mismo en ti... tal vez con demasiada claridad. --Ella sonrió al ver agrandarse los círculos que se habían formado en la superficie del estanque--. ¿Cómo funciona? No me doy cuenta de que el agua es un holo hasta que trato de tocarla.
--Dentro de cada guijarro hay un chip. --David volvió a arrojar un trozo de ágata en el estanque holográfico--. El programa lo percibe y genera las ondas.
--Es una obra estupenda, Hermano Menor. ¿En qué trabajas ahora?
--Una composición llamada Creación. --David olvidó su enojo. Shau Jieh era sólo cuatro años mayor que él, y la única hermana con la que había intimado de niño. A sus hermanas del medio y mayor, sus ojos de pequeño las habían visto siempre como adultas, adultas que lo censuraban. Sólo Shau Jieh había estado siempre dispuesta a jugar a la mancha y a remontar barriletes con él--. Es sobre los orígenes de la vida en la Tierra --le dijo--. Se estrena en la Red, mañana.
--¡Fantástico! --Ella aplaudió con deleite--. Me conectaré. ¿Se lo contaste a Fuchin?
--¿Contarle qué? --La amargura le volvió a trepar por la garganta--. ¡no aprueba mis
juegos. Y tú... tú estás desperdiciando tu vida aquí, Shau Jieh. No tienes obligación de ser su sierva. ¿Por qué no te mudas lejos, o con alguien que aprecie lo que tiene?
--Me gusta vivir aquí. --Se sonrojó--. Fuchin no tuvo intención. Lo que dijo sobre tu arte. --Tocó ligeramente el brazo de David, recorriendo los hilos plateados de su red con la punta de los dedos--. Chen BioRecursos se lo ha devorado --dijo ella con tristeza--. Se ha transformado en su inmortalidad, y últimamente se está sintiendo muy mortal. A ti te importa tu arte, y eso lo asusta.
--Lo proteges demasiado. --David sonrió para atenuar la ponzoña de sus palabras--. Chen BioRecursos se habría hecho pedazos hace años si tú no estuvieras aquí para obligarnos a hablarnos uno al otro. A veces, sin embargo, desearía... --agitó la cabeza con impaciencia al quedarse sin palabras. ¿Qué era lo que deseaba? ¿Que su padre quisiera entrar en una de sus composiciones? ¿Que las aprobara? Qué infantil, pensó David. Papá no se metería en un virtual ni siquiera para tratar con algún cliente importante--. Mientras sigas haciendo de mediadora, dile a la Hermana Mayor que me deje en paz. --Se tironeó de la espesa trenza--. Ya tengo bastantes dificultades sin que ella fomente los prejuicios de papá.
--No te enojes. Dà Jieh se preocupa por sus diseños genéticos tanto como tú lo haces por tus virtuales. Ella se pone... celosa.
--¿De qué? Seguro que no de mí, su incompetente hermanito mestizo. --Rió, pero su hermana parecía perturbada. Cuando ella estaba de pie era más alta que él, pero sentada sus enormes ojos le daban la apariencia de una niña ansiosa. David se inclinó y besó la zona perfectamente recta de la parte superior de su cabeza--. Trataré de no volver a pelearme con ella --prometió, volviendo al inglés--. Pero ojalá dejara de molestar. Ya me meto en un montón de problemas sin su ayuda. ¿Por qué no podemos llevarnos bien?
--¿Qué es lo que te está atormentando esta noche, Hermano Menor?
--¿Tanto se nota? --David le miró la mano. Esos dedos gruesos y romos se veían muy torpes, pero podían comunicar mucha calidez--. Fuchin me dijo que se va a retirar --dijo David lentamente--. Dentro de dos meses, Shau Jieh. Estoy confundido. Primero me acusa de traicionar a la familia, y al segundo siguiente me dice que va a dejar la compañía bajo mi cargo.
--Fuchin piensa que haces un muy buen trabajo --dijo su hermana en voz baja.
--¿De veras? Me gustaría oírselo decir a él. Sólo una vez. --David se levantó abruptamente--. Tengo que terminar un juego.
--No te enojes.
--Eso intento --dijo David con los labios apretados--. De veras que sí, Shau Jieh. Buenas noches.
--Buenas noches --dijo su hermana, pero tenía los ojos tristes. Arrugando el ceño, bajó la vista a las profundidades del estanque holográfico de koi y no alzó la mirada cuando él se marchó.
Otra vez ese tema. --Hola, Fuchin. --David inclinó la cabeza, envarado, y se ubicó en la silla indicada. A su padre le encantaban las sillas antiguas de laca y la profusión de telas de colores. De las paredes colgaban pergaminos escritos a mano que ponderaban la virtud. Prolijamente colocado sobre el escritorio tallado, había un equipo de escritura: tintero, palillo de jade trabajado, piedra y cepillos. El amasijo de antigüedades hacía que David sintiera claustrofobia--. ¿Cómo te sientes? --le preguntó a su padre--. Shau Jieh me dijo que estás teniendo problemas para dormir.
--Ching ni, habla en mandarín, por favor. Usa el inglés para los negocios. Tu hermana más joven se preocupa demasiado. --El padre de David agitó la mano--. Es una buena hija. --Tomó la tetera de porcelana que estaba sobre la mesa, cerca de su codo, y sirvió dos tazas de un té pálido.
Su padre tenía la clásica apariencia de un sureño, pensó David. Su rostro bien podía haber salido de un antiguo pergamino Guangdong. Los rasgos de David eran más desvaídos: el producto de la sangre caucásica mixta de su madre. A su medio hermana mayor, Dà Jieh, le gustaba recordarle la sangre mixta de su madre. La madre de David había constituido algo así como un escándalo, una segunda esposa muy tardía y muy joven. Le había dado a David el nombre de su padre, pero él no recordaba demasiado de ella. Observó el perfil severo de su padre, con los labios apretados que le permitían leer las señales de la furia que se plegaba en su piel parda y anciana. ¿Qué había hecho esta vez?
--¿Cómo está Yu Hwa? --preguntó su padre.
--Ya no nos vemos más. Llegamos al mutuo aburrimiento. La Hermana del Medio está por darte tu tercer nieto --dijo David. Er Jieh había vuelto a optar por la selección de sexo... para complacer a papá, de seguro. David suspiró--. Fuchin, si tenemos que pelearnos ¿podemos al menos pelearnos por el tema que corresponde y no por mi condición de persona sin hijos?
--Prueba uno de estos budines Ojo de Fénix. Son de camarón. De camarón cosechado del natural, no pasta artificial. Regalo de Shau Jieh--. Su padre bebió el té--. No tienes hijos. ¿No se te ocurre pensar en tu familia? ¿Quién continuará el apellido? ¿Quién encenderá incienso por mí?
--Esto no es la China del siglo quince. --David rechazó los budines con un movimiento de cabeza--. Chen BioRecursos es una empresa familiar, no una dinastía.
--Estoy harto de tu cortedad de miras. --El entrecejo de su padre se arrugó más--. Entiendo que has estado reuniéndote con un representante de la corporación Tanaka. ¿Por qué no me preguntaste primero?
Ajá. --Mi trabajo es tratar con representantes de las compañías para que tú no tengas que hacerlo. --David abrió la palma para que los hilos plateados de su red brillaran bajo la luz--. ¿He entendido mal?
--Te excediste en tu autoridad. Yo soy quien dirige Chen BioRecursos y soy el accionista mayoritario.
--Hablé con el Sr. Takamura esta misma tarde. Hace menos de cinco horas. --Se habían reunido en una afelpada oficina de Tokio, en virtual, por supuesto. El Sr. Takamura se había puesto el rostro virtual de una estrella japonesa de los medios, el último grito en vestimenta energética--. Iba a mencionarlo en la reunión de mañana. --Después de haber terminado Creación. Después del estreno.
--No es apropiado. --La palma de la mano de su padre golpeó la mesa de laca, haciendo temblar la tetera--. Debo ser consultado antes de cualquier contacto de ese tipo. No haremos negocios con Tanaka.
--Fuchin... --Con un esfuerzo, David se aguantó la furia--. ¿Hablaste de esto con Dà Jieh, con la Hermana Mayor? La mitad de los patrones genéticos que lanzamos al mercado son para el mejoramiento de razas marinas comercializables. Ya te entregué el informe sobre la próxima revisión del Tratado Antártico. Se rumorea que Japón ganó la licitación por los derechos de cultivo en el sector antártico. Tanaka es la mayor compañía japonesa dedicada a la aquacultura de gran envergadura. Se beneficiarán. Nos han hecho una oferta soberbia.
--Arriesgué todo para crear Chen BioRecursos. --Su padre se puso de pie ceremoniosamente--. Lo hice por nuestra familia, por el futuro de tus hijos. No lo hice para beneficiar a Tanaka. Me enferma oír hablar de Tanaka. Si por ti fuera, arrojarías a la basura todo el fruto de mi trabajo, se lo regalarías a los extraños. No tienes sentido de familia.
--Y yo tengo mis dudas sobre tu sentido empresario --dijo David en inglés. Cerró las manos sobre las rodillas--. Yo no estaba vendiendo la firma. Tanaka está interesada en un contrato a largo plazo, eso es todo. Pensé que nuestras intenciones eran obtener ganancias.
--Hay ganancias y ganancias. --Y Tanaka es japonesa. --David sostuvo la mirada reprobadora de su padre--. El prejuicio es un lujo antiguo y oneroso, Fuchin.
--Y la lealtad no tiene precio. Tu hermana mayor está de acuerdo conmigo. Tanaka es un peligro para nuestra independencia.
--¿Está de acuerdo? --La risa de David le dolió en la garganta--. Qué novedad, considerando que sus tres últimos diseños estaban específicamente dirigidos a las pescaderías Tanaka del Pacífico... con acceso directo. --Tendría que haberlo esperado. Dà Jieh siempre estaba lista para clavarle un puñal, en lo que concernía a su padre--. Si soy tan incompetente y desleal ¿por qué no me despides y das el trabajo a otro? --exigió con amargura.
--¿Quieres malgastar tu vida jugando tus costosos juegos? --se torció el labio de su padre--. Eres mi hijo. Eres un Chen. Chen BioRecursos es tu patrimonio.
--Y tu dinastía. --David enrojeció. Se puso de pie, bajó la vista para mirar a su padre--. Me reuniré con el Sr. Takamura y rechazaré su oferta. Espero que la empresa familiar no se arrepienta.
--¡Er-dz!
David quería ignorar la orden de su padre, pero sus músculos obedecieron al hábito de toda una vida, obligándolo a detenerse junto a la puerta y a darse vuelta para enfrentar a su padre.
--He decidido retirarme. De aquí a dos meses. --El rostro de su padre podía haber sido una máscara, tallada en alguna madera obscura y ácida--. Desde ese día, Chen BioRecursos será responsabilidad tuya. Desde ese día, podrás hacer lo que quieras.
David giró sobre sus talones sin hacer la reverencia, sin hablar. Atravesó lentamente la antesala y salió al enorme atrio que su padre compartía con su medio hermana menor. Ella estaba esperándolo, sentada en un banco tapizado junto al pequeño estanque de nenúfares. Tenía el pelo echado hacia atrás, trenzado en un intrincado rodete en la nuca, despejado el rostro amplio, y vestía una túnica de algodón verde jade que llegaba al suelo.
--Ven a sentarte conmigo --dijo en mandarín, y palmeó el banco--. Hoy Fuchin se siente muy amenazado.
--¿Por qué cosa, Shau Jieh?
--David se dejó caer en el asiento, a su lado.
--Es porque está viejo. Sabe que está empezando a cometer errores y eso lo aterra.
--No parecía muy aterrado. Me dio la impresión de que era yo el que cometía los errores. --David golpeó con el codo un lustroso guijarro que estaba en el borde del estanque. Este cayó en el agua cristalina con una leve salpicadura. Unos koi dorados y blancos huyeron, arrastrando su aletas diáfanas.
--Fuchin se ve a sí mismo en ti... tal vez con demasiada claridad. --Ella sonrió al ver agrandarse los círculos que se habían formado en la superficie del estanque--. ¿Cómo funciona? No me doy cuenta de que el agua es un holo hasta que trato de tocarla.
--Dentro de cada guijarro hay un chip. --David volvió a arrojar un trozo de ágata en el estanque holográfico--. El programa lo percibe y genera las ondas.
--Es una obra estupenda, Hermano Menor. ¿En qué trabajas ahora?
--Una composición llamada Creación. --David olvidó su enojo. Shau Jieh era sólo cuatro años mayor que él, y la única hermana con la que había intimado de niño. A sus hermanas del medio y mayor, sus ojos de pequeño las habían visto siempre como adultas, adultas que lo censuraban. Sólo Shau Jieh había estado siempre dispuesta a jugar a la mancha y a remontar barriletes con él--. Es sobre los orígenes de la vida en la Tierra --le dijo--. Se estrena en la Red, mañana.
--¡Fantástico! --Ella aplaudió con deleite--. Me conectaré. ¿Se lo contaste a Fuchin?
--¿Contarle qué? --La amargura le volvió a trepar por la garganta--. ¡no aprueba mis
juegos. Y tú... tú estás desperdiciando tu vida aquí, Shau Jieh. No tienes obligación de ser su sierva. ¿Por qué no te mudas lejos, o con alguien que aprecie lo que tiene?
--Me gusta vivir aquí. --Se sonrojó--. Fuchin no tuvo intención. Lo que dijo sobre tu arte. --Tocó ligeramente el brazo de David, recorriendo los hilos plateados de su red con la punta de los dedos--. Chen BioRecursos se lo ha devorado --dijo ella con tristeza--. Se ha transformado en su inmortalidad, y últimamente se está sintiendo muy mortal. A ti te importa tu arte, y eso lo asusta.
--Lo proteges demasiado. --David sonrió para atenuar la ponzoña de sus palabras--. Chen BioRecursos se habría hecho pedazos hace años si tú no estuvieras aquí para obligarnos a hablarnos uno al otro. A veces, sin embargo, desearía... --agitó la cabeza con impaciencia al quedarse sin palabras. ¿Qué era lo que deseaba? ¿Que su padre quisiera entrar en una de sus composiciones? ¿Que las aprobara? Qué infantil, pensó David. Papá no se metería en un virtual ni siquiera para tratar con algún cliente importante--. Mientras sigas haciendo de mediadora, dile a la Hermana Mayor que me deje en paz. --Se tironeó de la espesa trenza--. Ya tengo bastantes dificultades sin que ella fomente los prejuicios de papá.
--No te enojes. Dà Jieh se preocupa por sus diseños genéticos tanto como tú lo haces por tus virtuales. Ella se pone... celosa.
--¿De qué? Seguro que no de mí, su incompetente hermanito mestizo. --Rió, pero su hermana parecía perturbada. Cuando ella estaba de pie era más alta que él, pero sentada sus enormes ojos le daban la apariencia de una niña ansiosa. David se inclinó y besó la zona perfectamente recta de la parte superior de su cabeza--. Trataré de no volver a pelearme con ella --prometió, volviendo al inglés--. Pero ojalá dejara de molestar. Ya me meto en un montón de problemas sin su ayuda. ¿Por qué no podemos llevarnos bien?
--¿Qué es lo que te está atormentando esta noche, Hermano Menor?
--¿Tanto se nota? --David le miró la mano. Esos dedos gruesos y romos se veían muy torpes, pero podían comunicar mucha calidez--. Fuchin me dijo que se va a retirar --dijo David lentamente--. Dentro de dos meses, Shau Jieh. Estoy confundido. Primero me acusa de traicionar a la familia, y al segundo siguiente me dice que va a dejar la compañía bajo mi cargo.
--Fuchin piensa que haces un muy buen trabajo --dijo su hermana en voz baja.
--¿De veras? Me gustaría oírselo decir a él. Sólo una vez. --David se levantó abruptamente--. Tengo que terminar un juego.
--No te enojes.
--Eso intento --dijo David con los labios apretados--. De veras que sí, Shau Jieh. Buenas noches.
--Buenas noches --dijo su hermana, pero tenía los ojos tristes. Arrugando el ceño, bajó la vista a las profundidades del estanque holográfico de koi y no alzó la mirada cuando él se marchó.
David viajó en taxi hasta su torre; tomó el ascensor hasta su piso en el nivel medio. Más allá de las paredes transparentes del tubo, las luces de Los Angeles, como gemas derramadas, se hundían en la obscuridad. Durante décadas, la ciudad había estado esperando El Terremoto. El Grande. Nunca había llegado. David imaginó el rutilante paisaje ciudadano haciéndose añicos, floreciendo en llamas y ruinas. Vista desde esa altura, distante y abstracta, hubiera sido una imagen hermosa y terrible. Poderosa. El ascensor se detuvo en su piso y David se apartó del paisaje.
David tenía una sola habitación además del laboratorio. Estaba frugalmente decorada, lo contrario del espacio atiborrado de su padre. Alrededor de la única mesa baja había unos almohadones desparramados, y el colchón que estaba sobre la plataforma servía de cama y sofá. Todo lo que le sobraba de sus ingresos lo empleaba en adquirir espacios en la Red para sus virtuales. David pidió una taza de té a la pared-cocina, sintiéndose levemente desorientado, como si el cuarto hubiese sufrido algún cambio sutil durante su ausencia. Jamás había podido imaginarse verdaderamente como ejecutivo de Chen BioRecursos, a pesar de que sabía que algún día eso sucedería. David se quedó mirando las doradas profundidades del té. El retiro de su padre había parecido tan real e irreal como la predicción del Gran Terremoto, una amenaza que flotaría para siempre más allá del horizonte del mañana.
David tenía una sola habitación además del laboratorio. Estaba frugalmente decorada, lo contrario del espacio atiborrado de su padre. Alrededor de la única mesa baja había unos almohadones desparramados, y el colchón que estaba sobre la plataforma servía de cama y sofá. Todo lo que le sobraba de sus ingresos lo empleaba en adquirir espacios en la Red para sus virtuales. David pidió una taza de té a la pared-cocina, sintiéndose levemente desorientado, como si el cuarto hubiese sufrido algún cambio sutil durante su ausencia. Jamás había podido imaginarse verdaderamente como ejecutivo de Chen BioRecursos, a pesar de que sabía que algún día eso sucedería. David se quedó mirando las doradas profundidades del té. El retiro de su padre había parecido tan real e irreal como la predicción del Gran Terremoto, una amenaza que flotaría para siempre más allá del horizonte del mañana.
Pero el mañana había llegado.
David dejó el té sobre la mesa y entró en el laboratorio. Se despojó de la túnica y la arrojó a un rincón. La luz recorrió los hilos plateados incrustados en su piel. La red debía instalarse in utero, durante el inicio del desarrollo fetal. Esos hilos trasladaban cada contracción muscular, cada alteración bioquímica, a sus programas virtuales. La red intradérmica proporcionaba el más alto rango de interacción en virtual.
Era irónico que hubiera capacitado a David para practicar arte virtual. Papá de seguro no había gastado dinero de los Chen para ese propósito. Había sido una inversión para la empresa, para la familia. Alimento y familia, pensó David ácidamente. Nuestras obsesiones culturales.
--Estudio --ordenó, y abrió los brazos.
Las paredes se iluminaron trémulamente y se transformaron en los muros blancos de su estudio virtual, que se elevaban a una altura de dos pisos, hacia un multifacético cielo iluminado. En un rincón había un caballete. Sobre su atril salpicado de pintura se apoyaba una réplica a medio terminar de los Girasoles de Van Gogh. En otro rincón, una planta verde desplegaba sus exuberantes hojas tropicales; sobre un antiguo radiador de vapor, un gato blanco y negro se lavaba la cara con satisfacción. Las motas de polvo centelleaban bajo un haz de luz solar que se abría paso a través del cielo, y el aire estaba colmado de suave música de dulcémele.
Aquí dentro, en el santuario virtual de su Estudio, no existían ni su padre ni Chen BioRecursos. David caminó hasta una fila de telas apoyadas contra una pared. Escogió Creación: agua verde y roca negra pintadas con pinceladas gruesas y decididas. Era su trabajo más fuerte hasta ahora. David sacó la tela. Ésta se estiró en sus manos, alargándose, ensanchándose, hasta tener el tamaño de una puerta. Hasta transformarse en una puerta que se abría a las olas ondulantes y al pequeño risco volcánico. No había huellas de zorro. David comenzó a trasponer el umbral, pero se detuvo al oír un campaneo de dos notas que sonó en el estudio. Sólo unos pocos amigos conocían el código de acceso.
--Pase --dijo David, y suspiró.
En la pared del estudio apareció una puerta, un liso panel de abedul lustrado a mano. Se abrió para revelar a un hombre alto y esbelto de cabellos rubios peinados en punta y el rostro de un muchacho pasmosamente hermoso.
--Hola, Beryl.
--¿Estás trabajando, amorcito? --Beryl caminó hasta la tela-puerta, moviéndose con lánguida gracia. Espió adentro y se encogió de hombros--. Es bueno esto, pero demasiado sutil para mí. Me gusta que haya algún toque de violencia cruda aquí y allá.
--Gracias. --David chasqueó los dedos y un telón blanco cubrió la escena precámbrica. En este momento no tenía ganas de escuchar los diestros comentarios hirientes de Beryl, ni una dosis de la última chismografía. Lo único que quería hacer era atravesar esa puerta y entrar en su composición, perderse en ella--. ¿Qué hay? --preguntó lacónicamente.
--Tengo un regalito para ti. --Beryl estiró el brazo y bajo su mano apareció una silla acolchada--. Gratis, de amigo a amigo. --Se acomodó en la silla, sonriendo.
A David, el lenguaje corporal de Beryl le recordaba a un gato. A un leopardo flexible, ronroneante. David se preguntó cómo se vería Beryl en persona... en tiempo carnal.
--Tú cobras por todo --dijo David--. Aunque no siempre quede registrado en mi cuenta del Intercambio.
--Me lastimas. --Beryl no parecía lastimado--. ¿Quiénes son los enemigos de Chen BioRecursos, amorcito?
--¿Enemigos? --David pestañeó--. Tenemos gran cantidad de rivales en nuestro campo. Antech y Selva Internacional son probablemente nuestros mayores competidores. ¿Por qué?
--Alguien está comprando los códigos de seguridad de Chen BioRecursos en la Red.
--¿Qué?
--¿Cuándo perdiste tu capacidad auditiva, amorcito?
¿Sabotaje? ¿Piratería? Las posibilidades comenzaron a zumbar en la cabeza de David como insectos aguijoneantes. Quería dudar, pero Beryl no había adquirido su reputación por vender informaciones erróneas.
--No somos una operación de envergadura. --David agitó lentamente la cabeza--. No somos un pez gordo. ¿Quién diablos quiere piratear patrones genéticos? Sería más barato comprarlos.
--Te dije lo que sé. –Beryl bostezó--. Encuentra a los que lo están haciendo y pregúntales a ellos.
Problemas, problemas. Tendría que poner sobre aviso al resto de la familia y gastar tiempo en buscar fisuras en la seguridad. Significaría discusiones, una llamarada de malos humores y acusaciones. A su padre le iba a dar un ataque. La jaqueca que David había sentido más temprano regresó. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que tuviera que ocupar todos sus momentos de vigilia en preocuparse por Chen BioRecursos?
--Me voy. Esta noche Edith hace una fiesta caliente. ¿Vas a venir? --La silla de Beryl desapareció cuando él se puso de pie--. ¿No? Qué lástima. Bueno, si escucho más murmuraciones sobre los códigos Chen te lo haré saber.
--Por un precio.
--Desde luego. ¿Acaso mi información sobre el Tratado Antártico no valió la inversión?
Habría valido, si su padre hubiese estado dispuesto a escuchar. David cerró los puños mientras la puerta de abedul se cerraba detrás de Beryl y se desvanecía. No había tiempo para Creación, no ahora. Abrió una ventana a Seguridad BioRecursos y pidió un panorama rápido de los últimos diez días. Nadie había tratado de entrar. David contrató un nivel superior de protección, dando un respingo al enterarse de lo que costaba. Se mordió el labio, cavilando. Debía llamar a papá. Pero su padre querría conocer la fuente de David, y no aprobaba a los trabajadores independientes como Beryl. Así que intervendría la familia, pasarían la noche discutiendo frenéticamente, y no lograrían nada más.
Si alguien ya tenía los códigos y trataba de usarlos, la capa adicional de seguridad que David estaba instalando le daría el llamado de alerta. Si ya habían entrado en los archivos de Chen, era demasiado tarde.
¿Quién desearía gastar semejante cantidad de dinero en birlar un puñado de diseños genéticos? Tendría que preguntarle a la Hermana Mayor. Mañana sería lo bastante pronto. De hecho, sería demasiado pronto.
Finalmente, cerca de medianoche, David salió de Seguridad. Cansado, pero demasiado tenso para siquiera contemplar la posibilidad de dormir, apartó el telón y se zambulló en el oleaje del océano precámbrico. A su alrededor, la vida se formaba y reformaba; la evolución en total armonía, la danza de la eternidad. David la observó desde la roca, mientras una sensación fría se le hundía en el fondo del estómago. Esta tarde le había parecido buena.
Ahora no le parecía buena. Ahora le parecía mediocre y demasiado ambiciosa, como un chico tratando de copiar la Mona Lisa con crayons. Perfección técnica sin alma. Un videojuego tridimensional. Sus ojos captaron un instante de color herrumbroso y David giró rápidamente sobre sus talones.
El zorro estaba sentado en una faja de playa lodosa, con la cabeza inclinada y los ojos burlones.
--Maldito escurridizo. --David cerró los puños. Todos los fragmentos mellados de esa noche se hicieron una pelota en su estómago, se incendiaron de ira--. ¡Maldito fantasma de la Red! ¡Apártate de mis composiciones! --Saltó de la roca y avanzó, haciendo eses, metido en el agua hasta la cintura--. Te rastrearé. Te mataré, ¿me oyes? --Jadeando, fue acercándose dificultosamente a la playa.
El zorro sacudió su cola de punta blanca y huyó.
--¡Bastardo! --gritó David tras él.
Tropezó, cayó de rodillas en el barro; sus manos resbalaron y fue a dar de cara contra el suelo. La furia explotó dentro de él como una burbuja. Había hecho un trabajo demasiado bueno con esta playa. Si no hubiera hecho resbaladizo al lodo, no estaría con la cara metida en él. Esa ironía le provocó una carcajada mientras se levantaba. El zorro se había esfumado. David se borró de la piel el lodo virtual y continuó revisando la composición. No había señales de más huellas de zorro.
Los efectos que había tratado de lograr --las armonías y disonancias, los contrastes sutiles de textura y atmósfera-- seguían allí. Pero no podía recapturar el entusiasmo que había sentido cuando los creaba. David se sentó en un promontorio de roca, sintiendo el seco dolor de la fatiga detrás de los ojos. Nervios preestreno, se dijo, pero eran más que nervios. Era una polvorienta sensación en el fondo del cerebro, un sentido de futilidad.
--Comienzo --ordenó al programa con un suspiro--. Corre.
Una vez más, el mar se hinchó de vida que se diversificaba y proliferaba. Una vez más, los horribles hocicos de las criaturas que respiraban aire se asomaron en el lodo de la costa. David frunció el ceño al cielo.
--Pausa.
Recuperó de la memoria la escena con las marcas del zorro y la superpuso. Sí. La sombra la mejoraba. Al diablo, pensó David, y amalgamó la escena superpuesta.
Esta sería su última composición, su última muestra. Dentro de dos meses no habría suficiente tiempo para todo esto. Se transformaría en un pasatiempo, en una agradable diversión. Si es que seguía haciéndolo. David recorrió Creación una y otra vez, insatisfecho con ella pero incapaz de abandonarla. En las primeras horas de la mañana, demasiado aturdido de cansancio para sentir nada, cargó la composición en la Red.
David dejó el té sobre la mesa y entró en el laboratorio. Se despojó de la túnica y la arrojó a un rincón. La luz recorrió los hilos plateados incrustados en su piel. La red debía instalarse in utero, durante el inicio del desarrollo fetal. Esos hilos trasladaban cada contracción muscular, cada alteración bioquímica, a sus programas virtuales. La red intradérmica proporcionaba el más alto rango de interacción en virtual.
Era irónico que hubiera capacitado a David para practicar arte virtual. Papá de seguro no había gastado dinero de los Chen para ese propósito. Había sido una inversión para la empresa, para la familia. Alimento y familia, pensó David ácidamente. Nuestras obsesiones culturales.
--Estudio --ordenó, y abrió los brazos.
Las paredes se iluminaron trémulamente y se transformaron en los muros blancos de su estudio virtual, que se elevaban a una altura de dos pisos, hacia un multifacético cielo iluminado. En un rincón había un caballete. Sobre su atril salpicado de pintura se apoyaba una réplica a medio terminar de los Girasoles de Van Gogh. En otro rincón, una planta verde desplegaba sus exuberantes hojas tropicales; sobre un antiguo radiador de vapor, un gato blanco y negro se lavaba la cara con satisfacción. Las motas de polvo centelleaban bajo un haz de luz solar que se abría paso a través del cielo, y el aire estaba colmado de suave música de dulcémele.
Aquí dentro, en el santuario virtual de su Estudio, no existían ni su padre ni Chen BioRecursos. David caminó hasta una fila de telas apoyadas contra una pared. Escogió Creación: agua verde y roca negra pintadas con pinceladas gruesas y decididas. Era su trabajo más fuerte hasta ahora. David sacó la tela. Ésta se estiró en sus manos, alargándose, ensanchándose, hasta tener el tamaño de una puerta. Hasta transformarse en una puerta que se abría a las olas ondulantes y al pequeño risco volcánico. No había huellas de zorro. David comenzó a trasponer el umbral, pero se detuvo al oír un campaneo de dos notas que sonó en el estudio. Sólo unos pocos amigos conocían el código de acceso.
--Pase --dijo David, y suspiró.
En la pared del estudio apareció una puerta, un liso panel de abedul lustrado a mano. Se abrió para revelar a un hombre alto y esbelto de cabellos rubios peinados en punta y el rostro de un muchacho pasmosamente hermoso.
--Hola, Beryl.
--¿Estás trabajando, amorcito? --Beryl caminó hasta la tela-puerta, moviéndose con lánguida gracia. Espió adentro y se encogió de hombros--. Es bueno esto, pero demasiado sutil para mí. Me gusta que haya algún toque de violencia cruda aquí y allá.
--Gracias. --David chasqueó los dedos y un telón blanco cubrió la escena precámbrica. En este momento no tenía ganas de escuchar los diestros comentarios hirientes de Beryl, ni una dosis de la última chismografía. Lo único que quería hacer era atravesar esa puerta y entrar en su composición, perderse en ella--. ¿Qué hay? --preguntó lacónicamente.
--Tengo un regalito para ti. --Beryl estiró el brazo y bajo su mano apareció una silla acolchada--. Gratis, de amigo a amigo. --Se acomodó en la silla, sonriendo.
A David, el lenguaje corporal de Beryl le recordaba a un gato. A un leopardo flexible, ronroneante. David se preguntó cómo se vería Beryl en persona... en tiempo carnal.
--Tú cobras por todo --dijo David--. Aunque no siempre quede registrado en mi cuenta del Intercambio.
--Me lastimas. --Beryl no parecía lastimado--. ¿Quiénes son los enemigos de Chen BioRecursos, amorcito?
--¿Enemigos? --David pestañeó--. Tenemos gran cantidad de rivales en nuestro campo. Antech y Selva Internacional son probablemente nuestros mayores competidores. ¿Por qué?
--Alguien está comprando los códigos de seguridad de Chen BioRecursos en la Red.
--¿Qué?
--¿Cuándo perdiste tu capacidad auditiva, amorcito?
¿Sabotaje? ¿Piratería? Las posibilidades comenzaron a zumbar en la cabeza de David como insectos aguijoneantes. Quería dudar, pero Beryl no había adquirido su reputación por vender informaciones erróneas.
--No somos una operación de envergadura. --David agitó lentamente la cabeza--. No somos un pez gordo. ¿Quién diablos quiere piratear patrones genéticos? Sería más barato comprarlos.
--Te dije lo que sé. –Beryl bostezó--. Encuentra a los que lo están haciendo y pregúntales a ellos.
Problemas, problemas. Tendría que poner sobre aviso al resto de la familia y gastar tiempo en buscar fisuras en la seguridad. Significaría discusiones, una llamarada de malos humores y acusaciones. A su padre le iba a dar un ataque. La jaqueca que David había sentido más temprano regresó. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que tuviera que ocupar todos sus momentos de vigilia en preocuparse por Chen BioRecursos?
--Me voy. Esta noche Edith hace una fiesta caliente. ¿Vas a venir? --La silla de Beryl desapareció cuando él se puso de pie--. ¿No? Qué lástima. Bueno, si escucho más murmuraciones sobre los códigos Chen te lo haré saber.
--Por un precio.
--Desde luego. ¿Acaso mi información sobre el Tratado Antártico no valió la inversión?
Habría valido, si su padre hubiese estado dispuesto a escuchar. David cerró los puños mientras la puerta de abedul se cerraba detrás de Beryl y se desvanecía. No había tiempo para Creación, no ahora. Abrió una ventana a Seguridad BioRecursos y pidió un panorama rápido de los últimos diez días. Nadie había tratado de entrar. David contrató un nivel superior de protección, dando un respingo al enterarse de lo que costaba. Se mordió el labio, cavilando. Debía llamar a papá. Pero su padre querría conocer la fuente de David, y no aprobaba a los trabajadores independientes como Beryl. Así que intervendría la familia, pasarían la noche discutiendo frenéticamente, y no lograrían nada más.
Si alguien ya tenía los códigos y trataba de usarlos, la capa adicional de seguridad que David estaba instalando le daría el llamado de alerta. Si ya habían entrado en los archivos de Chen, era demasiado tarde.
¿Quién desearía gastar semejante cantidad de dinero en birlar un puñado de diseños genéticos? Tendría que preguntarle a la Hermana Mayor. Mañana sería lo bastante pronto. De hecho, sería demasiado pronto.
Finalmente, cerca de medianoche, David salió de Seguridad. Cansado, pero demasiado tenso para siquiera contemplar la posibilidad de dormir, apartó el telón y se zambulló en el oleaje del océano precámbrico. A su alrededor, la vida se formaba y reformaba; la evolución en total armonía, la danza de la eternidad. David la observó desde la roca, mientras una sensación fría se le hundía en el fondo del estómago. Esta tarde le había parecido buena.
Ahora no le parecía buena. Ahora le parecía mediocre y demasiado ambiciosa, como un chico tratando de copiar la Mona Lisa con crayons. Perfección técnica sin alma. Un videojuego tridimensional. Sus ojos captaron un instante de color herrumbroso y David giró rápidamente sobre sus talones.
El zorro estaba sentado en una faja de playa lodosa, con la cabeza inclinada y los ojos burlones.
--Maldito escurridizo. --David cerró los puños. Todos los fragmentos mellados de esa noche se hicieron una pelota en su estómago, se incendiaron de ira--. ¡Maldito fantasma de la Red! ¡Apártate de mis composiciones! --Saltó de la roca y avanzó, haciendo eses, metido en el agua hasta la cintura--. Te rastrearé. Te mataré, ¿me oyes? --Jadeando, fue acercándose dificultosamente a la playa.
El zorro sacudió su cola de punta blanca y huyó.
--¡Bastardo! --gritó David tras él.
Tropezó, cayó de rodillas en el barro; sus manos resbalaron y fue a dar de cara contra el suelo. La furia explotó dentro de él como una burbuja. Había hecho un trabajo demasiado bueno con esta playa. Si no hubiera hecho resbaladizo al lodo, no estaría con la cara metida en él. Esa ironía le provocó una carcajada mientras se levantaba. El zorro se había esfumado. David se borró de la piel el lodo virtual y continuó revisando la composición. No había señales de más huellas de zorro.
Los efectos que había tratado de lograr --las armonías y disonancias, los contrastes sutiles de textura y atmósfera-- seguían allí. Pero no podía recapturar el entusiasmo que había sentido cuando los creaba. David se sentó en un promontorio de roca, sintiendo el seco dolor de la fatiga detrás de los ojos. Nervios preestreno, se dijo, pero eran más que nervios. Era una polvorienta sensación en el fondo del cerebro, un sentido de futilidad.
--Comienzo --ordenó al programa con un suspiro--. Corre.
Una vez más, el mar se hinchó de vida que se diversificaba y proliferaba. Una vez más, los horribles hocicos de las criaturas que respiraban aire se asomaron en el lodo de la costa. David frunció el ceño al cielo.
--Pausa.
Recuperó de la memoria la escena con las marcas del zorro y la superpuso. Sí. La sombra la mejoraba. Al diablo, pensó David, y amalgamó la escena superpuesta.
Esta sería su última composición, su última muestra. Dentro de dos meses no habría suficiente tiempo para todo esto. Se transformaría en un pasatiempo, en una agradable diversión. Si es que seguía haciéndolo. David recorrió Creación una y otra vez, insatisfecho con ella pero incapaz de abandonarla. En las primeras horas de la mañana, demasiado aturdido de cansancio para sentir nada, cargó la composición en la Red.
--No tengo la menor idea de lo que pretenden. --Delgada, alta, irradiando energía contenida, su hermana mayor cruzó los brazos sobre el escritorio--. La seguridad es tu problema ¿no es cierto?
--Lo es. --David forzó una sonrisa. ¿Cuándo había comenzado Dà Jieh a detestarlo seriamente? En su mente se revolvía un recuerdo: una formal cena familiar con algún invitado honorable. David recordaba almohadones apilados debajo de él para que llegara a la mesa, recordaba la mano de su padre sobre su cabeza mientras alardeaba de los progresos de David con sus tutores. Recordaba los ojos de su hermana mayor, que estaba sentada silenciosamente frente a él.
A la edad de veinte años, ella había obtenido el doble título en bioquímica y genética, y lo había hecho con los más altos honores. ¿Acaso su padre les había contado eso a sus invitados? Con el típico narcisismo infantil, David no lo recordaba. Agitó la cabeza.
--Me ayudaría saber dónde empezar a buscar --dijo--. ¿Qué tienes en desarrollo?
--Si eres quien va a tomar las decisiones ejecutivas en Chen BioRecursos, es aconsejable que prestes más atención en las reuniones.
David se tragó un gruñido. Shau Jieh había hecho correr la noticia. --Nos mantienes muy bien informados. --Habló en inglés--. ¿Pero qué hay de los proyectos en etapa teórica? Cosas que todavía no hayas comenzado a desarrollar oficialmente. ¿Has notado algún signo de invasión de nuestros archivos?
--No. Nada está lo bastante completo como para robarlo. Espero que tu Seguridad sea tan estricta como declaras. ¿Ya discutiste esto con nuestro padre?
--Todavía no. Estamos en un impasse, a menos que podamos descubrir quién nos tiene en la mira. --David suspiró. Estaban reunidos en la Oficina virtual de su hermana. Era un trabajo en serie, estándar y de plástico. Una vez le había ofrecido diseñarle algo más interesante. No volvería a cometer ese error otra vez--. ¿Y qué pasa con esa nueva línea de bacalao en la que estás trabajando? --le preguntó.
--Tanaka es la única compañía que está haciendo explotación a mar abierto en cualquier escala. --Arrugó el entrecejo y miró el escritorio; se pasó los largos dedos por el pelo rapado--. Ya nos contrataron para eso. ¿Por qué robarnos? No. Creería que lo que tu pirata persigue es la raza de cereal aceitero de alto rendimiento que hemos dirigido a la industria de cultivo en tanques. Superará a todo lo conocido en el mercado.
Su expresión era sincera, pero David frunció el ceño. Estaba hablando con él en tiempo real, y la Oficina no estaba editando su lenguaje corporal. En su postura había... evasión.
--Dà Jieh, Hermana Mayor, yo no conocía los planes de Fuchin antes de anoche. --Buscó a tientas las palabras que necesitaba--. No estoy... feliz por su decisión. No creo estar listo todavía para hacerme cargo. Haré lo mejor que pueda, pero necesito tu ayuda --dijo--. Necesito la ayuda de toda la familia.
--Tal vez deberías decirle a nuestro padre ni bú néng, que no eres capaz de hacerlo. --Ella volvió al mandarín, con un tono fríamente formal.
--Le prometí a Shau Jieh que no me pelearía contigo.
--Preferirías jugar tus costosos juegos.
Las palabras de papá. –No son juegos --dijo David.
--Ah, sí. Tú los llamas arte.
--Su hermana sonrió con frialdad--. Me recuerdas tanto a tu madre. Shau Jieh me dijo que está en alguna parte de la Reserva Colorado. Practicando heli-ski con su último amante. Lo único que le gustaba era jugar juegos y gastar el dinero de los Chen.
--Te daré el informe del estado de Seguridad ni bien esté terminado --dijo David. Saludó con una reverencia, giró sobre sus talones y entró en el Estudio--. ¿Qué quiere de mí? --dijo--. ¡Maldita sea!
Desde su puesto en el radiador, el gato parpadeó al verlo, saltó al piso y se arqueó contra sus tobillos. David estiró la mano para rascarle las orejas con aire ausente. Sí, su madre estaba en Colorado. Se preguntó cómo era que Shau Jieh lo sabía... se preguntó si la Hermana Menor le estaba siguiendo el rastro. Cuando su madre se marchó, había roto completamente con su padre, pero David, inesperadamente, había recibido una llamada de ella. Había sido hacía un mes, para su cumpleaños número treinta y uno, una voz apenas recordada de un pasado apenas recordado. Ella había abandonado a su padre --y a David-- cuando él tenía dos años.
Realidad e irrealidad. David le dio al gato la última palmadita y se enderezó. Las lentes especiales que tenía en los ojos le permitían ver un gato. Estiró una mano y la sugestión visual hizo que sus nervios interpretaran la estimulación eléctrica de la red como carne y pelaje tibios. Entonces acariciaba un gato y eso lo confortaba. Se podía hacer el amor en virtual, con una pareja perfecta, irreal. Se podía pelear con un enemigo. El cuerpo podía sentir la conmoción de una herida virtual. Hacía un mes, había estado sentado en una sala virtual afelpada, frente a una mujer menuda de piel delicada y pálida, de rostro chino y cabellera rojiza. Su madre aparentaba unos treinta y cinco años, no más. Le había sonreído con una expresión triste y sorprendida, como si no pudiera recordarlo, o no pudiera creer realmente que él era su hijo. Habían tomado café juntos, y ella le había preguntado sobre su arte. No pude vivir en el mundo de tu padre, le había dicho ella, como si estuviera respondiendo una pregunta. Traté, pero no pude. Perdóname, David.
Yo no pregunté, pensó David.
Nunca le pregunté por qué se había ido. Miró al gato, que saltó de vuelta al radiador. La mujer de treinta y cinco años que estaba en el sofá virtual era tan irreal como el gato. En tiempo carnal, su madre debía de tener cerca de sesenta. Pero esa mujer joven del sofá le había parecido más real que los desvaídos recuerdos que a veces aparecían en sus sueños.
El límite entre lo real y lo irreal era frágil. David se frotó los ojos, recordando otra vez aquella reunión familiar y la forma en que él había brillado bajo el reflector del orgullo de su padre. Una vez más, trató de recordar si Fuchin también había alabado a Dà Jieh, pero lo único que le vino a la mente fue la imagen de los ojos fríos y furiosos de su hermana.
--Acceso a Hans Renmeyer --dijo David, y suspiró--. Modo semi-formal.
Los rasgos cuadrados y toscos de su agente aparecieron en el aire frente a David.
--David. --Renmeyer sonrió, sólo visible de la cintura para arriba--. Iba a llamarte. Creación ha acumulado mayor cantidad de solicitudes de acceso que cualquier otra composición de la MultiRed en las últimas veinticuatro horas.
--Genial --murmuró David. No era una conversación en tiempo real. El lenguaje corporal de Renmeyer estaba un poco desfasado. Uno siempre podía discernir entre una simulación y una interacción en tiempo real.
--El comité de Muestras te ha ofrecido tres días más de exposición --anunció la simulación de Renmeyer--. Pasarán tus regalías a tu cuenta personal al concluir la muestra. Es un contrato estándar. Lo tengo listo para tu firma, si estás de acuerdo.
De modo que Creación era un éxito. Con aire ausente, David revisó el documento de tamaño aumentado que apareció frente a él y apoyó la mano en el casillero de la firma. Semejante éxito muy probablemente traería consigo la invitación de alguna galería. David volvió a su sala de estar y pidió un cuenco de fideos y bok choi que realmente no quería. Tendría que haberse sentido un triunfador. Una persona realizada. Complacido, al menos.
Se sentía cansado.
David pasó la mañana metido en Seguridad, revisando informes, verificando por duplicado cualquier corriente inusual en el flujo informativo diario. No se presentó nada. Si alguien estaba horadando la seguridad de Chen, era demasiado bueno para que él lo detectara. Pensativo, se metió en el archivo de los proyectos actuales de la compañía... los proyectos de Dà Jieh. Ella era el genio creativo que impulsaba a Chen. Era la que encontraba la puerta trasera para entrar donde otros ingenieros habían tenido de abandonar.
Ella sabe lo que persigue nuestro pirata, pensó David, y después se preguntó por qué lo pensaba. Se podía atribuir una docena de interpretaciones negativas a la hostilidad de ella. Algún día le preguntaría a su hermana menor sobre eso. Shau Jieh lo sabría. Shau Jieh la había adorado cuando era niña, había seguido como una sombra a su alta y brillante hermana.
Finalmente, David salió de Seguridad a media tarde y pasó un apresurado par de horas revisando los informes del día. Chen BioRecursos había bajado en el Intercambio, y no había razones para este descenso. Hizo un gesto de desagrado. ¿Rumores del interés pirata? Tendría que preguntarle a Beryl. Del otro lado de la pared, el Estudio lo esperaba. David sintió su palpitante presencia mientras arrojaba los fideos no comidos en el reciclador y bebía un vaso de agua. Creación era un éxito, con una extensión en la muestra. ¿Suficiente para interesar a una galería? ¿Suficiente para conseguir una muestra estacionaria?
Ya no importaba.
Las paredes se cerraron sobre él. David apoyó el vaso con fuerza sobre la mesada. El vaso se volcó, rodó y cayó en el piso alfombrado. No se rompió y David no lo levantó. Tomando una chaqueta del armario, salió al vestíbulo, bajó por el ascensor y se dirigió a la calle.
Las calles de la ciudad siempre lo deprimían. Atestadas, sucias de residuos humanos --envoltorios de comida y basura-- le hacían pensar en fisuras de la realidad ciudadana que acumulaban mugre y desechos. Los vendedores del mercado negro rapiñaban comida, productos químicos e información de sus carros y de los bolsillos de los abrigos. En todas las esquinas se arracimaban las terminales públicas y las cabinas de virtual.
La gente de la calle pasaba arrastrando los pies como un río sin rostro, en su camino de aquí hasta allá, carne frotando carne, sin mirarse a los ojos. En la calle estamos más aislados que nunca, pensó David... aunque últimamente había estado sintiendo que alguien lo seguía toda vez que salía de su torre. Cuando se daba vuelta para mirar, nunca encontraba a ninguna persona en particular, pero la sensación persistía. Sin embargo, hoy no sentía esa sombría presencia. Con los hombros apretujados, David se abrió paso a través del gentío, agradeciendo el apiñamiento sucio y claustrofóbico. Aquí abajo no podía pensar, y no quería pensar.
En la placita que estaba al final de la calle había una pequeña multitud, aglomerada alrededor de algún evangelista gritón, o de un revolucionario, o de algún animador loco. El tránsito peatonal se atascó, retrocedió y se desparramó en la calle. David dejó que la muchedumbre lo empujara hasta un angosto callejón que se encontraba entre dos viejos edificios de oficinas. En él había un pequeño local, un diseñador de ropa a medida. La costosa decoración holo y la escuálida ubicación sugerían que el comercio era el colmo de lo chic... por el momento. Los holos eran mediocres. David les echó un vistazo, y luego se percató de tres figuras que se apretujaban en el hueco sombrío de un portal sellado.
Dos jóvenes sostenían a un chico entre ellos. Usaban dermis negra y tatuajes en los cráneos afeitados. El niño parecía tener unos doce años; era un harapiento chico de la calle. Esta no era más que otra realidad ciudadana, espantosa y omnipresente. La gente pasaba caminando, corriendo o paseando. Aquí había menos que en la arteria principal, pero eran igualmente ciegos, como si estuviesen caminando dentro de virtuales separados. La luz del holo de la fachada del local, cálida como el sol de la tarde, iluminó la cara del chico. Hizo brillar sus ojos verdes. David vaciló. Por debajo de las ropas sucias del chico asomaba una dermis virtual. La forma en que inclinaba la cabeza y apretaba los hombros contra las manos que lo sujetaban parecía... conocida. Mentalmente, David superpuso esa cara delgada con el pelaje colorado y agregó orejas puntiagudas. Los labios del chico se apartaron de sus dientes, y David vio un rostro de zorro, un rostro fantasma que se había reído de él con sus brillantes ojos verdes.
--Eh --dijo, y se detuvo.
El más alto de los jóvenes se dio vuelta y se quedó mirándolo. Sus ojos pálidos parecían canicas de vidrio en el rostro inexpresivo. Su postura sugería que David no representaba ninguna amenaza. Con gracia pausada, volvió a mirar al chico, le aferró la muñeca con su mano de largos dedos y se la retorció.
El niño chilló.
Todavía sin apuro, los dos jóvenes soltaron al chico, pasaron sigilosamente junto a David y desaparecieron por la calle principal. David les clavó la mirada, perplejo ante su violencia indiferente. Un rápido movimiento captado por el rabillo del ojo lo sacó del trance. Se dio vuelta justo a tiempo para echar mano de la piojosa túnica del chico.
--No tan rápido. --La dermis virtual que estaba debajo de las mugrientas ropas era costosa, una obra de arte. David empujó al muchacho otra vez contra la pared de cemento, entrecerrando los ojos al ver al chico levantar la cara. Sí, era él. El zorro-fantasma. Su lenguaje corporal lo delataba--. ¿Qué demonios has estado haciendo en mis composiciones? --exigió.
--Nada, viejo. ¡Suéltame! Estás loco.
--¡No me digas que nada! --David lo sacudió--. ¡Maldito vándalo! ¡Te metiste en todos lados! ¿Pensaste que era divertido? ¿Te entretuviste mucho arruinando mis composiciones y embarullando todo? ¿Fue eso? ¿Fue eso?
--No --jadeó el niño-. Me metí porque eres bueno. Eres el mejor.
--Mentiras --dijo David entre dientes.
--No miento, viejo. Soy un artista. Como tú. --El chico lo miró a través de la maraña de su sucio pelo rubio, con los ojos de zorro centelleando--. Soy bueno. Pero tú eres mejor. Por ahora.
--Entonces haz tus propias composiciones.
--El espacio de Red es caro.
Y yo quería ver cómo hacías tú las cosas.
Algo turbiamente parecido a la veneración brillaba en esos ojos verdes. David frunció el ceño. El chico estaba muy delgado. Sus huesos dibujaban afilados bordes contra la pálida piel. Se tomaba la mano que el joven le había retorcido, y había vestigios de dolor en las comisuras de su boca.
--Ese tipo te lastimó –dijo David.
--Me metí en un abstracto de ese imbécil. Vaya porquería. --El labio del chico se crispó--. Pero tiene mejor seguridad que tú. Creo que se corrió la voz de que yo me estaba metiendo en tus cosas, entonces vinieron a buscarme aquí.
--Has estado siguiéndome ¿verdad? En la calle.
--Quería verte. Es algo especial ¿sabes? La persona en tiempo real, quiero decir. Me gusta hacerlo. Igual que a ti--dijo--. Tú no te fabricas una Personalidad cuando trabajas.
--¿Para qué molestarse? --David apartó la vista de esos ojos centelleantes. Sintió una puntada al reconocer el hambre que había en ellos. Esa sombra había agregado el toque que faltaba a Creación. Suspiró--. Necesitas que alguien te vea la mano --dijo--. Vamos.
El chico no dijo ni una palabra mientras se encaminaban a una clínica cercana. David esperaba a medias que saliera corriendo, y se habría sentido aliviado de que lo hiciera. El lenguaje corporal del chico sugería huida. Caminaba tenso y cauteloso, controlado. Pero no salió corriendo. En la clínica, a pedido de David, la recepcionista acompañó al muchacho hasta el cubículo de tratamiento. Se sentó silenciosamente en el banco --un zorro arrinconado-- ignorando a David. No emitió sonido mientras un aburrido técnico médico le acomodaba la muñeca quebrada de un solo tirón, pero la piel se le puso blanca y su frente se perló de brillante sudor. El técnico le enyesó la muñeca, le entregó dos cápsulas anaranjadas para el dolor y se fue.
David puso su propia tarjeta en la terminal de pago. Afuera, el chico lo siguió ciegamente, como un sonámbulo. El yeso plástico le envolvía la mano y parte del antebrazo. El chico apoyó la mano en el brazo sano, llevándola como si fuera un trozo de madera. En la entrada de la torre de David vaciló, y en las verdes profundidades de sus ojos se revolvió una sombra de la cautela anterior.
--Está bien --dijo David, porque la mirada del chico exigía algún tipo de reaseguro. La cautela no desapareció, pero el muchacho asintió y atravesó la puerta, como si David hubiese extendido una invitación formal.
David sintió una creciente incomodidad a medida que el ascensor los llevaba hacia arriba. Los rayos oblicuos del sol de la tarde tocaban las elevadas torres nuevas y los viejos edificios de oficinas, iluminando la ciudad con una luz del color de la esperanza. No había tenido intenciones de hacer esto... traer al chico a su casa. El próximo retiro de su padre lo apartaba de este niño de ojos hambrientos. Sólo había querido pagarle el tratamiento médico, devolverle aquél momento de veneración. Bueno, fuesen cuales fuesen sus intenciones, el chico estaba aquí, con los ojos grandes y dopados enfocados en el paisaje ciudadano que se expandía, llenando el estrecho ascensor con el olor espeso y ácido de la piel sin lavar. David arrugó la nariz.
Darle de comer y mandarlo a casa.
En el departamento, David pidió a la pared-cocina un emparedado para el chico y se sentó frente a él en la mesita, levemente repelido por el modo rapaz en que el muchacho devoraba la comida.
--¿Cómo te llamas? –preguntó David cuando el chico estaba lamiéndose las últimas migajas de los dedos--. ¿Dónde vives?
--Soy Flander. --Sin que lo invitaran, se sirvió café de la pared-cocina y se instaló en una esquina de la mesa. Los vestigios de conmoción estaban desapareciendo de sus ojos y se balanceaba en un pie, inquieto y un poco tenso--. Vivo por ahí --dijo.
--¿Solo?
--Shy-Shy me sigue el rastro. --¿Quién es Shy-Shy? --preguntó David. Realmente no quería saberlo; quería que el chico se fuera del departamento, saldadas y cerradas todas las cuentas.
--Es una dama muy agradable que conozco. Ando mucho con ella. --Flander levantó el lustroso plástico del yeso, arrugando el entrecejo--. A Creación le fue realmente bien hoy en la Red. ¿En qué vas a trabajar ahora? --Y luego--: La dejaste. La sombra.
--Era un buen toque. Válido. --David paseó por la habitación, de pronto consciente de cuán pequeña era--. No sé... en qué voy a trabajar ahora. --Estoy evadiéndome, pensó David. Todavía no estaba preparado para decir con todas las letras que todo estaba acabado; no podía decírselo a sí mismo y menos todavía a este niño-zorro.
--¿Y tu composición del volcán? Me gustaba y hace rato que no la veo. No puedo acceder a tus obras cuando están archivadas.
--No hace falta que te disculpes --gruñó David. No, ese hambre que había en los ojos del chico no era hambre de comida--. Te la enseñaré.
Empujó la silla hacia atrás. Que este sea el último acto, decidió. Que el chico ensucie la composición. David había estado bloqueado con ella durante meses, y de todos modos ya no importaba. Después podía enviarlo a casa, a su amiga de nombre raro, Shy-Shy. David entró en el laboratorio. El chico lo siguió, colocándose una máscara virtual en la cabeza y calzándose un guante en la mano sana.
--Estudio --dijo David y miró cómo las pálidas paredes se agrandaban--. ¿Otra vez el zorro? --Miró amenazadoramente a la criatura de orejas puntiagudas--. Eso sí que fue rápido. Conoces todos mis códigos, ¿verdad?
--No todos. Ya te dije: no puedo entrar en los archivos. --El zorro dejó colgar la lengua, sonrió--. Me gusta esta Personalidad. Hay gente que quiere saber cómo me veo en tiempo carnal.
--Estás muy seguro de ti mismo ¿eh? --David estiró el brazo hacia las telas apiladas--. ¿Qué te habrían hecho esos dos si yo no los hubiera interrumpido?
El zorro no contestó a eso. David expandió la tela del volcán, se metió en ella. El zorro estaba allí, más adelante, con el hocico al viento, como si estuviera olisqueando la brisa. Rengueaba, observó David, con la pata izquierda bien separada del suelo. El espíritu de la composición lo inundó, y frunció el ceño. La había comenzado con ira, colmándola de cenizas ondulantes y de corrientes espesas y despiadadas de lava incandescente. Luego había tratado de reformarlo con un cielo suavemente iluminado por la luna y con exuberantes hojas de plantas tropicales sobrevivientes. Lo único que había conseguido era el mediocre realismo de un diario de viaje, y la insistente sensación de que la composición podía llegar a funcionar.
Arrugando el entrecejo, David mutó el resplandor caliente de la columna de lava, agregó vapor donde ésta tocaba un pequeño arroyo, hizo que el vapor se tornara opalescente bajo la luz de la luna.
--Eres afortunado de tener una red --dijo el zorro con la voz de Flander--. Es muy difícil lograr los detalles finos con una dermis virtual. ¿Quién pagó por conectarte?
--Nuestra empresa.
--Shy-Shy tiene red. --Flander/zorro pasó velozmente junto a él, galopando en tres patas hacia la negra desolación que había más allá de la reptante lengua de lava--. ¿Qué tal esto? --Husmeó la ceniza gris y se desplegaron unas hojitas.
Sí, se podía hacer algo así... y tal vez conseguir el efecto adecuado. David se mordió el labio inferior, paseó a lo largo del flujo de lava. Intentemos esto... Plantó brotes y semillas abriéndose. Animalitos que correteaban por el terreno ceniciento, haciendo sus madrigueras, apareándose, viviendo. Más allá de la ira, la esperanza... Sí, era un bonito contraste, si podía lograr balancearlo, enfocarlo. Dio forma, hizo desaparecer lo que acababa de hacer, maldijo, intentó otra cosa. ¿Vida en el ocaso de la devastación? ¿La esperanza germinando entre las cenizas de la desesperación? Podía funcionar, sí. Estaba funcionando. El entusiasmo se apoderó de él, corrió por sus venas como oro fundido. David estiró los brazos, hizo y deshizo, retorció y dio forma a ese mundo fogoso en un frenesí creativo.
Horas después, la fatiga finalmente lo obligó detenerse. David dejó caer el pedrejón virtual que estaba sosteniendo, ligeramente sorprendido por el temblor de sus músculos. Se preguntó qué hora sería. Se sentía bien, genial. No se había sentido así desde que había comenzado a componer Creación. Le temblaban las rodillas y le dolían los músculos entre los omóplatos, pero era un cansancio bueno, bienaventurado.
--Grabar --dijo roncamente, con la boca seca. Miró alrededor, buscando al zorro. Le había perdido el rastro hacía un rato--. Salir del Estudio --dijo, y trastabilló mientras el laboratorio reaparecía a su alrededor.
El chico, Flander, estaba enroscado en un rincón, con la cabeza apoyada en el brazo; el yeso plástico era una mancha blanca bajo la luz mutada. Estaba dormido.
--Eh --dijo David.
El chico ni se movió.
El piso persistía en tratar de ladearse bajo sus pies. David se encogió de hombros y entró a los tropezones en la otra habitación para beber un vaso de agua tras otro. Afuera, en la sucia realidad de las calles, estaría amaneciendo. Antes de caer sobre el colchón, David llevó una manta al laboratorio y con ella envolvió a Flander.
--Lo es. --David forzó una sonrisa. ¿Cuándo había comenzado Dà Jieh a detestarlo seriamente? En su mente se revolvía un recuerdo: una formal cena familiar con algún invitado honorable. David recordaba almohadones apilados debajo de él para que llegara a la mesa, recordaba la mano de su padre sobre su cabeza mientras alardeaba de los progresos de David con sus tutores. Recordaba los ojos de su hermana mayor, que estaba sentada silenciosamente frente a él.
A la edad de veinte años, ella había obtenido el doble título en bioquímica y genética, y lo había hecho con los más altos honores. ¿Acaso su padre les había contado eso a sus invitados? Con el típico narcisismo infantil, David no lo recordaba. Agitó la cabeza.
--Me ayudaría saber dónde empezar a buscar --dijo--. ¿Qué tienes en desarrollo?
--Si eres quien va a tomar las decisiones ejecutivas en Chen BioRecursos, es aconsejable que prestes más atención en las reuniones.
David se tragó un gruñido. Shau Jieh había hecho correr la noticia. --Nos mantienes muy bien informados. --Habló en inglés--. ¿Pero qué hay de los proyectos en etapa teórica? Cosas que todavía no hayas comenzado a desarrollar oficialmente. ¿Has notado algún signo de invasión de nuestros archivos?
--No. Nada está lo bastante completo como para robarlo. Espero que tu Seguridad sea tan estricta como declaras. ¿Ya discutiste esto con nuestro padre?
--Todavía no. Estamos en un impasse, a menos que podamos descubrir quién nos tiene en la mira. --David suspiró. Estaban reunidos en la Oficina virtual de su hermana. Era un trabajo en serie, estándar y de plástico. Una vez le había ofrecido diseñarle algo más interesante. No volvería a cometer ese error otra vez--. ¿Y qué pasa con esa nueva línea de bacalao en la que estás trabajando? --le preguntó.
--Tanaka es la única compañía que está haciendo explotación a mar abierto en cualquier escala. --Arrugó el entrecejo y miró el escritorio; se pasó los largos dedos por el pelo rapado--. Ya nos contrataron para eso. ¿Por qué robarnos? No. Creería que lo que tu pirata persigue es la raza de cereal aceitero de alto rendimiento que hemos dirigido a la industria de cultivo en tanques. Superará a todo lo conocido en el mercado.
Su expresión era sincera, pero David frunció el ceño. Estaba hablando con él en tiempo real, y la Oficina no estaba editando su lenguaje corporal. En su postura había... evasión.
--Dà Jieh, Hermana Mayor, yo no conocía los planes de Fuchin antes de anoche. --Buscó a tientas las palabras que necesitaba--. No estoy... feliz por su decisión. No creo estar listo todavía para hacerme cargo. Haré lo mejor que pueda, pero necesito tu ayuda --dijo--. Necesito la ayuda de toda la familia.
--Tal vez deberías decirle a nuestro padre ni bú néng, que no eres capaz de hacerlo. --Ella volvió al mandarín, con un tono fríamente formal.
--Le prometí a Shau Jieh que no me pelearía contigo.
--Preferirías jugar tus costosos juegos.
Las palabras de papá. –No son juegos --dijo David.
--Ah, sí. Tú los llamas arte.
--Su hermana sonrió con frialdad--. Me recuerdas tanto a tu madre. Shau Jieh me dijo que está en alguna parte de la Reserva Colorado. Practicando heli-ski con su último amante. Lo único que le gustaba era jugar juegos y gastar el dinero de los Chen.
--Te daré el informe del estado de Seguridad ni bien esté terminado --dijo David. Saludó con una reverencia, giró sobre sus talones y entró en el Estudio--. ¿Qué quiere de mí? --dijo--. ¡Maldita sea!
Desde su puesto en el radiador, el gato parpadeó al verlo, saltó al piso y se arqueó contra sus tobillos. David estiró la mano para rascarle las orejas con aire ausente. Sí, su madre estaba en Colorado. Se preguntó cómo era que Shau Jieh lo sabía... se preguntó si la Hermana Menor le estaba siguiendo el rastro. Cuando su madre se marchó, había roto completamente con su padre, pero David, inesperadamente, había recibido una llamada de ella. Había sido hacía un mes, para su cumpleaños número treinta y uno, una voz apenas recordada de un pasado apenas recordado. Ella había abandonado a su padre --y a David-- cuando él tenía dos años.
Realidad e irrealidad. David le dio al gato la última palmadita y se enderezó. Las lentes especiales que tenía en los ojos le permitían ver un gato. Estiró una mano y la sugestión visual hizo que sus nervios interpretaran la estimulación eléctrica de la red como carne y pelaje tibios. Entonces acariciaba un gato y eso lo confortaba. Se podía hacer el amor en virtual, con una pareja perfecta, irreal. Se podía pelear con un enemigo. El cuerpo podía sentir la conmoción de una herida virtual. Hacía un mes, había estado sentado en una sala virtual afelpada, frente a una mujer menuda de piel delicada y pálida, de rostro chino y cabellera rojiza. Su madre aparentaba unos treinta y cinco años, no más. Le había sonreído con una expresión triste y sorprendida, como si no pudiera recordarlo, o no pudiera creer realmente que él era su hijo. Habían tomado café juntos, y ella le había preguntado sobre su arte. No pude vivir en el mundo de tu padre, le había dicho ella, como si estuviera respondiendo una pregunta. Traté, pero no pude. Perdóname, David.
Yo no pregunté, pensó David.
Nunca le pregunté por qué se había ido. Miró al gato, que saltó de vuelta al radiador. La mujer de treinta y cinco años que estaba en el sofá virtual era tan irreal como el gato. En tiempo carnal, su madre debía de tener cerca de sesenta. Pero esa mujer joven del sofá le había parecido más real que los desvaídos recuerdos que a veces aparecían en sus sueños.
El límite entre lo real y lo irreal era frágil. David se frotó los ojos, recordando otra vez aquella reunión familiar y la forma en que él había brillado bajo el reflector del orgullo de su padre. Una vez más, trató de recordar si Fuchin también había alabado a Dà Jieh, pero lo único que le vino a la mente fue la imagen de los ojos fríos y furiosos de su hermana.
--Acceso a Hans Renmeyer --dijo David, y suspiró--. Modo semi-formal.
Los rasgos cuadrados y toscos de su agente aparecieron en el aire frente a David.
--David. --Renmeyer sonrió, sólo visible de la cintura para arriba--. Iba a llamarte. Creación ha acumulado mayor cantidad de solicitudes de acceso que cualquier otra composición de la MultiRed en las últimas veinticuatro horas.
--Genial --murmuró David. No era una conversación en tiempo real. El lenguaje corporal de Renmeyer estaba un poco desfasado. Uno siempre podía discernir entre una simulación y una interacción en tiempo real.
--El comité de Muestras te ha ofrecido tres días más de exposición --anunció la simulación de Renmeyer--. Pasarán tus regalías a tu cuenta personal al concluir la muestra. Es un contrato estándar. Lo tengo listo para tu firma, si estás de acuerdo.
De modo que Creación era un éxito. Con aire ausente, David revisó el documento de tamaño aumentado que apareció frente a él y apoyó la mano en el casillero de la firma. Semejante éxito muy probablemente traería consigo la invitación de alguna galería. David volvió a su sala de estar y pidió un cuenco de fideos y bok choi que realmente no quería. Tendría que haberse sentido un triunfador. Una persona realizada. Complacido, al menos.
Se sentía cansado.
David pasó la mañana metido en Seguridad, revisando informes, verificando por duplicado cualquier corriente inusual en el flujo informativo diario. No se presentó nada. Si alguien estaba horadando la seguridad de Chen, era demasiado bueno para que él lo detectara. Pensativo, se metió en el archivo de los proyectos actuales de la compañía... los proyectos de Dà Jieh. Ella era el genio creativo que impulsaba a Chen. Era la que encontraba la puerta trasera para entrar donde otros ingenieros habían tenido de abandonar.
Ella sabe lo que persigue nuestro pirata, pensó David, y después se preguntó por qué lo pensaba. Se podía atribuir una docena de interpretaciones negativas a la hostilidad de ella. Algún día le preguntaría a su hermana menor sobre eso. Shau Jieh lo sabría. Shau Jieh la había adorado cuando era niña, había seguido como una sombra a su alta y brillante hermana.
Finalmente, David salió de Seguridad a media tarde y pasó un apresurado par de horas revisando los informes del día. Chen BioRecursos había bajado en el Intercambio, y no había razones para este descenso. Hizo un gesto de desagrado. ¿Rumores del interés pirata? Tendría que preguntarle a Beryl. Del otro lado de la pared, el Estudio lo esperaba. David sintió su palpitante presencia mientras arrojaba los fideos no comidos en el reciclador y bebía un vaso de agua. Creación era un éxito, con una extensión en la muestra. ¿Suficiente para interesar a una galería? ¿Suficiente para conseguir una muestra estacionaria?
Ya no importaba.
Las paredes se cerraron sobre él. David apoyó el vaso con fuerza sobre la mesada. El vaso se volcó, rodó y cayó en el piso alfombrado. No se rompió y David no lo levantó. Tomando una chaqueta del armario, salió al vestíbulo, bajó por el ascensor y se dirigió a la calle.
Las calles de la ciudad siempre lo deprimían. Atestadas, sucias de residuos humanos --envoltorios de comida y basura-- le hacían pensar en fisuras de la realidad ciudadana que acumulaban mugre y desechos. Los vendedores del mercado negro rapiñaban comida, productos químicos e información de sus carros y de los bolsillos de los abrigos. En todas las esquinas se arracimaban las terminales públicas y las cabinas de virtual.
La gente de la calle pasaba arrastrando los pies como un río sin rostro, en su camino de aquí hasta allá, carne frotando carne, sin mirarse a los ojos. En la calle estamos más aislados que nunca, pensó David... aunque últimamente había estado sintiendo que alguien lo seguía toda vez que salía de su torre. Cuando se daba vuelta para mirar, nunca encontraba a ninguna persona en particular, pero la sensación persistía. Sin embargo, hoy no sentía esa sombría presencia. Con los hombros apretujados, David se abrió paso a través del gentío, agradeciendo el apiñamiento sucio y claustrofóbico. Aquí abajo no podía pensar, y no quería pensar.
En la placita que estaba al final de la calle había una pequeña multitud, aglomerada alrededor de algún evangelista gritón, o de un revolucionario, o de algún animador loco. El tránsito peatonal se atascó, retrocedió y se desparramó en la calle. David dejó que la muchedumbre lo empujara hasta un angosto callejón que se encontraba entre dos viejos edificios de oficinas. En él había un pequeño local, un diseñador de ropa a medida. La costosa decoración holo y la escuálida ubicación sugerían que el comercio era el colmo de lo chic... por el momento. Los holos eran mediocres. David les echó un vistazo, y luego se percató de tres figuras que se apretujaban en el hueco sombrío de un portal sellado.
Dos jóvenes sostenían a un chico entre ellos. Usaban dermis negra y tatuajes en los cráneos afeitados. El niño parecía tener unos doce años; era un harapiento chico de la calle. Esta no era más que otra realidad ciudadana, espantosa y omnipresente. La gente pasaba caminando, corriendo o paseando. Aquí había menos que en la arteria principal, pero eran igualmente ciegos, como si estuviesen caminando dentro de virtuales separados. La luz del holo de la fachada del local, cálida como el sol de la tarde, iluminó la cara del chico. Hizo brillar sus ojos verdes. David vaciló. Por debajo de las ropas sucias del chico asomaba una dermis virtual. La forma en que inclinaba la cabeza y apretaba los hombros contra las manos que lo sujetaban parecía... conocida. Mentalmente, David superpuso esa cara delgada con el pelaje colorado y agregó orejas puntiagudas. Los labios del chico se apartaron de sus dientes, y David vio un rostro de zorro, un rostro fantasma que se había reído de él con sus brillantes ojos verdes.
--Eh --dijo, y se detuvo.
El más alto de los jóvenes se dio vuelta y se quedó mirándolo. Sus ojos pálidos parecían canicas de vidrio en el rostro inexpresivo. Su postura sugería que David no representaba ninguna amenaza. Con gracia pausada, volvió a mirar al chico, le aferró la muñeca con su mano de largos dedos y se la retorció.
El niño chilló.
Todavía sin apuro, los dos jóvenes soltaron al chico, pasaron sigilosamente junto a David y desaparecieron por la calle principal. David les clavó la mirada, perplejo ante su violencia indiferente. Un rápido movimiento captado por el rabillo del ojo lo sacó del trance. Se dio vuelta justo a tiempo para echar mano de la piojosa túnica del chico.
--No tan rápido. --La dermis virtual que estaba debajo de las mugrientas ropas era costosa, una obra de arte. David empujó al muchacho otra vez contra la pared de cemento, entrecerrando los ojos al ver al chico levantar la cara. Sí, era él. El zorro-fantasma. Su lenguaje corporal lo delataba--. ¿Qué demonios has estado haciendo en mis composiciones? --exigió.
--Nada, viejo. ¡Suéltame! Estás loco.
--¡No me digas que nada! --David lo sacudió--. ¡Maldito vándalo! ¡Te metiste en todos lados! ¿Pensaste que era divertido? ¿Te entretuviste mucho arruinando mis composiciones y embarullando todo? ¿Fue eso? ¿Fue eso?
--No --jadeó el niño-. Me metí porque eres bueno. Eres el mejor.
--Mentiras --dijo David entre dientes.
--No miento, viejo. Soy un artista. Como tú. --El chico lo miró a través de la maraña de su sucio pelo rubio, con los ojos de zorro centelleando--. Soy bueno. Pero tú eres mejor. Por ahora.
--Entonces haz tus propias composiciones.
--El espacio de Red es caro.
Y yo quería ver cómo hacías tú las cosas.
Algo turbiamente parecido a la veneración brillaba en esos ojos verdes. David frunció el ceño. El chico estaba muy delgado. Sus huesos dibujaban afilados bordes contra la pálida piel. Se tomaba la mano que el joven le había retorcido, y había vestigios de dolor en las comisuras de su boca.
--Ese tipo te lastimó –dijo David.
--Me metí en un abstracto de ese imbécil. Vaya porquería. --El labio del chico se crispó--. Pero tiene mejor seguridad que tú. Creo que se corrió la voz de que yo me estaba metiendo en tus cosas, entonces vinieron a buscarme aquí.
--Has estado siguiéndome ¿verdad? En la calle.
--Quería verte. Es algo especial ¿sabes? La persona en tiempo real, quiero decir. Me gusta hacerlo. Igual que a ti--dijo--. Tú no te fabricas una Personalidad cuando trabajas.
--¿Para qué molestarse? --David apartó la vista de esos ojos centelleantes. Sintió una puntada al reconocer el hambre que había en ellos. Esa sombra había agregado el toque que faltaba a Creación. Suspiró--. Necesitas que alguien te vea la mano --dijo--. Vamos.
El chico no dijo ni una palabra mientras se encaminaban a una clínica cercana. David esperaba a medias que saliera corriendo, y se habría sentido aliviado de que lo hiciera. El lenguaje corporal del chico sugería huida. Caminaba tenso y cauteloso, controlado. Pero no salió corriendo. En la clínica, a pedido de David, la recepcionista acompañó al muchacho hasta el cubículo de tratamiento. Se sentó silenciosamente en el banco --un zorro arrinconado-- ignorando a David. No emitió sonido mientras un aburrido técnico médico le acomodaba la muñeca quebrada de un solo tirón, pero la piel se le puso blanca y su frente se perló de brillante sudor. El técnico le enyesó la muñeca, le entregó dos cápsulas anaranjadas para el dolor y se fue.
David puso su propia tarjeta en la terminal de pago. Afuera, el chico lo siguió ciegamente, como un sonámbulo. El yeso plástico le envolvía la mano y parte del antebrazo. El chico apoyó la mano en el brazo sano, llevándola como si fuera un trozo de madera. En la entrada de la torre de David vaciló, y en las verdes profundidades de sus ojos se revolvió una sombra de la cautela anterior.
--Está bien --dijo David, porque la mirada del chico exigía algún tipo de reaseguro. La cautela no desapareció, pero el muchacho asintió y atravesó la puerta, como si David hubiese extendido una invitación formal.
David sintió una creciente incomodidad a medida que el ascensor los llevaba hacia arriba. Los rayos oblicuos del sol de la tarde tocaban las elevadas torres nuevas y los viejos edificios de oficinas, iluminando la ciudad con una luz del color de la esperanza. No había tenido intenciones de hacer esto... traer al chico a su casa. El próximo retiro de su padre lo apartaba de este niño de ojos hambrientos. Sólo había querido pagarle el tratamiento médico, devolverle aquél momento de veneración. Bueno, fuesen cuales fuesen sus intenciones, el chico estaba aquí, con los ojos grandes y dopados enfocados en el paisaje ciudadano que se expandía, llenando el estrecho ascensor con el olor espeso y ácido de la piel sin lavar. David arrugó la nariz.
Darle de comer y mandarlo a casa.
En el departamento, David pidió a la pared-cocina un emparedado para el chico y se sentó frente a él en la mesita, levemente repelido por el modo rapaz en que el muchacho devoraba la comida.
--¿Cómo te llamas? –preguntó David cuando el chico estaba lamiéndose las últimas migajas de los dedos--. ¿Dónde vives?
--Soy Flander. --Sin que lo invitaran, se sirvió café de la pared-cocina y se instaló en una esquina de la mesa. Los vestigios de conmoción estaban desapareciendo de sus ojos y se balanceaba en un pie, inquieto y un poco tenso--. Vivo por ahí --dijo.
--¿Solo?
--Shy-Shy me sigue el rastro. --¿Quién es Shy-Shy? --preguntó David. Realmente no quería saberlo; quería que el chico se fuera del departamento, saldadas y cerradas todas las cuentas.
--Es una dama muy agradable que conozco. Ando mucho con ella. --Flander levantó el lustroso plástico del yeso, arrugando el entrecejo--. A Creación le fue realmente bien hoy en la Red. ¿En qué vas a trabajar ahora? --Y luego--: La dejaste. La sombra.
--Era un buen toque. Válido. --David paseó por la habitación, de pronto consciente de cuán pequeña era--. No sé... en qué voy a trabajar ahora. --Estoy evadiéndome, pensó David. Todavía no estaba preparado para decir con todas las letras que todo estaba acabado; no podía decírselo a sí mismo y menos todavía a este niño-zorro.
--¿Y tu composición del volcán? Me gustaba y hace rato que no la veo. No puedo acceder a tus obras cuando están archivadas.
--No hace falta que te disculpes --gruñó David. No, ese hambre que había en los ojos del chico no era hambre de comida--. Te la enseñaré.
Empujó la silla hacia atrás. Que este sea el último acto, decidió. Que el chico ensucie la composición. David había estado bloqueado con ella durante meses, y de todos modos ya no importaba. Después podía enviarlo a casa, a su amiga de nombre raro, Shy-Shy. David entró en el laboratorio. El chico lo siguió, colocándose una máscara virtual en la cabeza y calzándose un guante en la mano sana.
--Estudio --dijo David y miró cómo las pálidas paredes se agrandaban--. ¿Otra vez el zorro? --Miró amenazadoramente a la criatura de orejas puntiagudas--. Eso sí que fue rápido. Conoces todos mis códigos, ¿verdad?
--No todos. Ya te dije: no puedo entrar en los archivos. --El zorro dejó colgar la lengua, sonrió--. Me gusta esta Personalidad. Hay gente que quiere saber cómo me veo en tiempo carnal.
--Estás muy seguro de ti mismo ¿eh? --David estiró el brazo hacia las telas apiladas--. ¿Qué te habrían hecho esos dos si yo no los hubiera interrumpido?
El zorro no contestó a eso. David expandió la tela del volcán, se metió en ella. El zorro estaba allí, más adelante, con el hocico al viento, como si estuviera olisqueando la brisa. Rengueaba, observó David, con la pata izquierda bien separada del suelo. El espíritu de la composición lo inundó, y frunció el ceño. La había comenzado con ira, colmándola de cenizas ondulantes y de corrientes espesas y despiadadas de lava incandescente. Luego había tratado de reformarlo con un cielo suavemente iluminado por la luna y con exuberantes hojas de plantas tropicales sobrevivientes. Lo único que había conseguido era el mediocre realismo de un diario de viaje, y la insistente sensación de que la composición podía llegar a funcionar.
Arrugando el entrecejo, David mutó el resplandor caliente de la columna de lava, agregó vapor donde ésta tocaba un pequeño arroyo, hizo que el vapor se tornara opalescente bajo la luz de la luna.
--Eres afortunado de tener una red --dijo el zorro con la voz de Flander--. Es muy difícil lograr los detalles finos con una dermis virtual. ¿Quién pagó por conectarte?
--Nuestra empresa.
--Shy-Shy tiene red. --Flander/zorro pasó velozmente junto a él, galopando en tres patas hacia la negra desolación que había más allá de la reptante lengua de lava--. ¿Qué tal esto? --Husmeó la ceniza gris y se desplegaron unas hojitas.
Sí, se podía hacer algo así... y tal vez conseguir el efecto adecuado. David se mordió el labio inferior, paseó a lo largo del flujo de lava. Intentemos esto... Plantó brotes y semillas abriéndose. Animalitos que correteaban por el terreno ceniciento, haciendo sus madrigueras, apareándose, viviendo. Más allá de la ira, la esperanza... Sí, era un bonito contraste, si podía lograr balancearlo, enfocarlo. Dio forma, hizo desaparecer lo que acababa de hacer, maldijo, intentó otra cosa. ¿Vida en el ocaso de la devastación? ¿La esperanza germinando entre las cenizas de la desesperación? Podía funcionar, sí. Estaba funcionando. El entusiasmo se apoderó de él, corrió por sus venas como oro fundido. David estiró los brazos, hizo y deshizo, retorció y dio forma a ese mundo fogoso en un frenesí creativo.
Horas después, la fatiga finalmente lo obligó detenerse. David dejó caer el pedrejón virtual que estaba sosteniendo, ligeramente sorprendido por el temblor de sus músculos. Se preguntó qué hora sería. Se sentía bien, genial. No se había sentido así desde que había comenzado a componer Creación. Le temblaban las rodillas y le dolían los músculos entre los omóplatos, pero era un cansancio bueno, bienaventurado.
--Grabar --dijo roncamente, con la boca seca. Miró alrededor, buscando al zorro. Le había perdido el rastro hacía un rato--. Salir del Estudio --dijo, y trastabilló mientras el laboratorio reaparecía a su alrededor.
El chico, Flander, estaba enroscado en un rincón, con la cabeza apoyada en el brazo; el yeso plástico era una mancha blanca bajo la luz mutada. Estaba dormido.
--Eh --dijo David.
El chico ni se movió.
El piso persistía en tratar de ladearse bajo sus pies. David se encogió de hombros y entró a los tropezones en la otra habitación para beber un vaso de agua tras otro. Afuera, en la sucia realidad de las calles, estaría amaneciendo. Antes de caer sobre el colchón, David llevó una manta al laboratorio y con ella envolvió a Flander.
Cuando Casa lo despertó, le pareció que habían pasado sólo unos minutos. Casa insistió, hasta sacarlo de la cama, con chistes subsónicos e insoportables acerca de la familia, los negocios y las exigencias de un cronograma. David se sentía como la mierda. No estaba con ganas de oír chistes esta mañana; se preguntó qué demonios lo había inspirado para diseñar un despertar tan adolescente. Le pareció buena idea tomar un té, pero éste le cayó como plomo fundido en el estómago.
Se había permitido olvidar al chico.
David se detuvo de golpe en la entrada al laboratorio. Flander aún dormía, enredado en la manta; el brazo lastimado sobresalía de ella como si no le perteneciera. David buscó tentativamente alguna solución para esta situación, pero no encontró nada a mano. Con un suspiro, se sentó en una silla de tiempo real, prendió la oficina y se sacó al chico de la cabeza.
Había montones de cosas esperándolo sobre la plancha de jade pulido que era su escritorio. Un proveedor importante, Chem Suisse, les había fallado inesperadamente. Durante la noche, Chen BioRecursos había caído todavía más en el Intercambio. Con un movimiento de mano, David borró los informes deprimentes de la superficie de jade, pero frunció el ceño al ver aparecer en su lugar unas relucientes letras rojas. Era un mensaje de su padre que anunciaba que estaba en camino para ir a verlo. En persona, por supuesto.
Ha llegado su padre, anunció Casa.
David gruñó y fue a hacerlo pasar.
--Ni haushiang bing. Pareces enfermo --dijo su padre cuando David abrió la puerta--. ¿Qué estuviste haciendo? ¿Bebiendo toda la noche? --Entró en la habitación con paso firme.
La Hermana Mayor venía con él. Le dedicó a David una sonrisa suave y atravesó la habitación para ir a sentarse a la mesa.
Su padre chasqueó la lengua con desaprobación al ver la pila de platos sucios junto a la pared-cocina.
--¿No puedes al menos ofrecerme té?
--¿Deseas té, Fuchin? --Resignado, David pidió tetera y tazas a la pared-cocina y las llevó a la mesa--. Esta es mi habitación. No es una oficina.
--Tu hospitalidad deja tanto que desear como tu atención a los asuntos de familia.
--Fuchin, he pasado gran parte de las últimas treinta y seis horas ocupándome de los negocios de la familia. --David percibió la expresión expectante de su hermana, enrojeció y controló su mal humor.
--Tu nueva Seguridad nos cuesta una fortuna.
--De seguro has revisado mi informe sobre la amenaza de piratería. ¿Preferirías dejar entrar a alguien en nuestros archivos?
--La presunción de robo es tuya, no mía. --Su padre echaba fuego por los ojos--. Nuestro margen de ganancias se verá severamente restringido por ese costo extra en Seguridad. Vine porque estamos a punto de caer en incumplimiento de nuestro contrato con Aquacultura North America. Así me dice Dà Jieh.
--El informe está sobre tu escritorio. ¿Aún no lo has mirado? --El tono de su hermana era grave--. El contrato depende de una fecha de entrega específica. Como seguramente sabes, Chem Suisse no puede cumplir con nuestra orden de compra de aminoácidos, y nosotros no podremos cumplir con el plazo de entrega.
--¿Qué vas a hacer al respecto? --Su padre golpeó la mesa con la palma de la mano y David dio un salto.
--Planeo hacer contacto con otros proveedores. --David hizo girar la taza entre los dedos, esforzándose por organizar sus aturdidos pensamientos--. Posiblemente podamos conseguir lo que necesitamos de European Pharmaceuticals.
--No tenemos tanto margen --interpuso suavemente Dà Jieh--. Si nos atrasamos demasiado no cumpliremos con el plazo contractual, y North America puede rechazar la entrega legalmente.
--No lo harán. --David apoyó la taza de un golpe--. Ya nos han dado prórrogas anteriormente.
--Tendrías que haber pensado en esto --interrumpió secamente su padre.
La falla del proveedor había sido cosa de mala suerte y mala planificación, pero Fuchin nunca estaba dispuesto a culpar a la suerte. Estaba dispuesto a culpar a David. La furia se instaló como una piedra en el pecho de David, pero debajo de esa furia había un reconocimiento de que su padre tenía una parte de razón. Si hubiera considerado todas las posibilidades, podría haber previsto una serie de proveedores alternativos.
Tampoco consideré la posibilidad de que El Terremoto tuviera lugar mañana, pensó David con amargura. Levantó la cabeza repentinamente y sorprendió a su hermana mirándolo. ¿Odio? David sintió una sacudida, pero ella suavizó su expresión tan rápidamente que él se preguntó si no lo había imaginado.
--Si recibo los materiales solicitados en el lapso de una semana, puedo apurar el cronograma de producción --dijo ella--. Tal vez lleguemos a término.
--Espero que no vuelvas a ser tan laxo. --Papá se puso de pie--. Espero que seas competente. Por lo menos eso. --Miró por encima del hombro de David y frunció el ceño ante la puerta que daba al laboratorio--. No puedes jugar tus juegos y al mismo tiempo trabajar bien para tu familia.
--Nunca he permitido que mi arte perjudique a Chen BioRecursos --dijo David, al tiempo que acompañaba a su padre hasta la puerta.
Esas palabras le sonaron débiles, una insignificante defensa sin verdadera dignidad. Apretó los dientes y se inclinó ante su padre. Cuando la puerta estuvo seguramente cerrada, fue a grandes trancos hasta el laboratorio. Tenía intenciones de encender la oficina y comenzar a indagar sobre otros proveedores, pero había un virtual funcionando. David trastabilló cuando su red lo conectó automáticamente con el conocido paisaje de lava y vegetación incipiente. El zorro yacía en un parche de arcilla negra, lamiéndose la pata herida.
--¡Vaya, viejo! --Chasqueó las mandíbulas--. Sí que hiciste un trabajo fantástico con esto anoche.
--Gracias. --David luchó contra los resabios de su mal humor--. Ve a jugar con ella. Es toda tuya, ¿está bien? --Encendió una puerta y la abrió para entrar en la oficina.
--¿Qué quieres decir? ¡Pensé que estabas trabajando en esto! --El zorro rengueaba tras él, con las orejas erguidas--. Parece que ese viejo te estaba fastidiando. ¿Cómo es que no les dijiste a él y a la perra que se largaran de aquí?
--Es de mala educación escuchar detrás de las puertas. Sucede que el viejo es mi padre y mi jefe. La perra es mi hermana. Ve a jugar.
--No estaba escuchando detrás de la puerta. No hablo esa jerga, y no me digas que juegue, amigo. Así y todo, les tendrías que haber dicho que se largaran. --El zorro saltó en tres patas para instalarse en una esquina del escritorio de jade. Estiró una pata y siseó un rápido parloteo de órdenes. En el escritorio apareció una diminuta y perfecta imagen del padre de David que se deslizó por la suave superficie. El rostro tenía una expresión tormentosa.
Era una caricatura maravillosa. A pesar de sí mismo, David sonrió. --Sí que eres bueno.
--Desapareció la sonrisa--. Es una larga historia, Flander. Ya... no tengo tiempo para esto. El volcán es material de descarte. --Apartó la mirada--. Si quieres hacer algo con él, ve y hazlo.
--Estás loco, viejo. --La voz de Flander subió media octava--. Eres bueno. No puedes sencillamente abandonar. Alguna galería te hará una oferta, estoy seguro. Esa composición no es material de descarte. Hombre, lo que le hiciste anoche... Y yo estaba dormido. --El zorro echó atrás las orejas.
Flander tenía razón. La composición del volcán no era material de descarte. Ya no. David cerró los ojos, recordando la magia de la noche anterior.
--Tengo trabajo que hacer --dijo--. Deja descansar al zorro ¿sí?
--Entonces haz tu trabajo.
Se había permitido olvidar al chico.
David se detuvo de golpe en la entrada al laboratorio. Flander aún dormía, enredado en la manta; el brazo lastimado sobresalía de ella como si no le perteneciera. David buscó tentativamente alguna solución para esta situación, pero no encontró nada a mano. Con un suspiro, se sentó en una silla de tiempo real, prendió la oficina y se sacó al chico de la cabeza.
Había montones de cosas esperándolo sobre la plancha de jade pulido que era su escritorio. Un proveedor importante, Chem Suisse, les había fallado inesperadamente. Durante la noche, Chen BioRecursos había caído todavía más en el Intercambio. Con un movimiento de mano, David borró los informes deprimentes de la superficie de jade, pero frunció el ceño al ver aparecer en su lugar unas relucientes letras rojas. Era un mensaje de su padre que anunciaba que estaba en camino para ir a verlo. En persona, por supuesto.
Ha llegado su padre, anunció Casa.
David gruñó y fue a hacerlo pasar.
--Ni haushiang bing. Pareces enfermo --dijo su padre cuando David abrió la puerta--. ¿Qué estuviste haciendo? ¿Bebiendo toda la noche? --Entró en la habitación con paso firme.
La Hermana Mayor venía con él. Le dedicó a David una sonrisa suave y atravesó la habitación para ir a sentarse a la mesa.
Su padre chasqueó la lengua con desaprobación al ver la pila de platos sucios junto a la pared-cocina.
--¿No puedes al menos ofrecerme té?
--¿Deseas té, Fuchin? --Resignado, David pidió tetera y tazas a la pared-cocina y las llevó a la mesa--. Esta es mi habitación. No es una oficina.
--Tu hospitalidad deja tanto que desear como tu atención a los asuntos de familia.
--Fuchin, he pasado gran parte de las últimas treinta y seis horas ocupándome de los negocios de la familia. --David percibió la expresión expectante de su hermana, enrojeció y controló su mal humor.
--Tu nueva Seguridad nos cuesta una fortuna.
--De seguro has revisado mi informe sobre la amenaza de piratería. ¿Preferirías dejar entrar a alguien en nuestros archivos?
--La presunción de robo es tuya, no mía. --Su padre echaba fuego por los ojos--. Nuestro margen de ganancias se verá severamente restringido por ese costo extra en Seguridad. Vine porque estamos a punto de caer en incumplimiento de nuestro contrato con Aquacultura North America. Así me dice Dà Jieh.
--El informe está sobre tu escritorio. ¿Aún no lo has mirado? --El tono de su hermana era grave--. El contrato depende de una fecha de entrega específica. Como seguramente sabes, Chem Suisse no puede cumplir con nuestra orden de compra de aminoácidos, y nosotros no podremos cumplir con el plazo de entrega.
--¿Qué vas a hacer al respecto? --Su padre golpeó la mesa con la palma de la mano y David dio un salto.
--Planeo hacer contacto con otros proveedores. --David hizo girar la taza entre los dedos, esforzándose por organizar sus aturdidos pensamientos--. Posiblemente podamos conseguir lo que necesitamos de European Pharmaceuticals.
--No tenemos tanto margen --interpuso suavemente Dà Jieh--. Si nos atrasamos demasiado no cumpliremos con el plazo contractual, y North America puede rechazar la entrega legalmente.
--No lo harán. --David apoyó la taza de un golpe--. Ya nos han dado prórrogas anteriormente.
--Tendrías que haber pensado en esto --interrumpió secamente su padre.
La falla del proveedor había sido cosa de mala suerte y mala planificación, pero Fuchin nunca estaba dispuesto a culpar a la suerte. Estaba dispuesto a culpar a David. La furia se instaló como una piedra en el pecho de David, pero debajo de esa furia había un reconocimiento de que su padre tenía una parte de razón. Si hubiera considerado todas las posibilidades, podría haber previsto una serie de proveedores alternativos.
Tampoco consideré la posibilidad de que El Terremoto tuviera lugar mañana, pensó David con amargura. Levantó la cabeza repentinamente y sorprendió a su hermana mirándolo. ¿Odio? David sintió una sacudida, pero ella suavizó su expresión tan rápidamente que él se preguntó si no lo había imaginado.
--Si recibo los materiales solicitados en el lapso de una semana, puedo apurar el cronograma de producción --dijo ella--. Tal vez lleguemos a término.
--Espero que no vuelvas a ser tan laxo. --Papá se puso de pie--. Espero que seas competente. Por lo menos eso. --Miró por encima del hombro de David y frunció el ceño ante la puerta que daba al laboratorio--. No puedes jugar tus juegos y al mismo tiempo trabajar bien para tu familia.
--Nunca he permitido que mi arte perjudique a Chen BioRecursos --dijo David, al tiempo que acompañaba a su padre hasta la puerta.
Esas palabras le sonaron débiles, una insignificante defensa sin verdadera dignidad. Apretó los dientes y se inclinó ante su padre. Cuando la puerta estuvo seguramente cerrada, fue a grandes trancos hasta el laboratorio. Tenía intenciones de encender la oficina y comenzar a indagar sobre otros proveedores, pero había un virtual funcionando. David trastabilló cuando su red lo conectó automáticamente con el conocido paisaje de lava y vegetación incipiente. El zorro yacía en un parche de arcilla negra, lamiéndose la pata herida.
--¡Vaya, viejo! --Chasqueó las mandíbulas--. Sí que hiciste un trabajo fantástico con esto anoche.
--Gracias. --David luchó contra los resabios de su mal humor--. Ve a jugar con ella. Es toda tuya, ¿está bien? --Encendió una puerta y la abrió para entrar en la oficina.
--¿Qué quieres decir? ¡Pensé que estabas trabajando en esto! --El zorro rengueaba tras él, con las orejas erguidas--. Parece que ese viejo te estaba fastidiando. ¿Cómo es que no les dijiste a él y a la perra que se largaran de aquí?
--Es de mala educación escuchar detrás de las puertas. Sucede que el viejo es mi padre y mi jefe. La perra es mi hermana. Ve a jugar.
--No estaba escuchando detrás de la puerta. No hablo esa jerga, y no me digas que juegue, amigo. Así y todo, les tendrías que haber dicho que se largaran. --El zorro saltó en tres patas para instalarse en una esquina del escritorio de jade. Estiró una pata y siseó un rápido parloteo de órdenes. En el escritorio apareció una diminuta y perfecta imagen del padre de David que se deslizó por la suave superficie. El rostro tenía una expresión tormentosa.
Era una caricatura maravillosa. A pesar de sí mismo, David sonrió. --Sí que eres bueno.
--Desapareció la sonrisa--. Es una larga historia, Flander. Ya... no tengo tiempo para esto. El volcán es material de descarte. --Apartó la mirada--. Si quieres hacer algo con él, ve y hazlo.
--Estás loco, viejo. --La voz de Flander subió media octava--. Eres bueno. No puedes sencillamente abandonar. Alguna galería te hará una oferta, estoy seguro. Esa composición no es material de descarte. Hombre, lo que le hiciste anoche... Y yo estaba dormido. --El zorro echó atrás las orejas.
Flander tenía razón. La composición del volcán no era material de descarte. Ya no. David cerró los ojos, recordando la magia de la noche anterior.
--Tengo trabajo que hacer --dijo--. Deja descansar al zorro ¿sí?
--Entonces haz tu trabajo.
Me quedaré por aquí hasta que termines. --El zorro se metamorfoseó en un cuerpo de niño cubierto de pelos que luego se desprendió del pelaje, dejándolo caer sobre el escritorio, para transformarse en Flander. Miró a David a través de una orla de pelo sucio--. No quiero arruinarlo todo --dijo suavemente--. Quiero ver cómo hiciste funcionar a esa composición del modo en que lo hiciste.¿Cómo podía uno decirle que no a la veneración? David apartó la vista de los ojos centelleantes y zorrunos del chico. No quería decirle que no.
--¿Y qué hay de esa Shy-Shy? --Disparó su última bala--. ¿No se va a preocupar?
--La llamé desde tu Estudio --sonrió Flander--. Dijo que pareces un buen tipo y que tuve muchísima suerte en conocerte, y que tendría que darte las gracias unas cien veces. Gracias.
David suspiró. --Primero tengo que ocuparme de estos asuntos de negocios. Ve a ducharte. Apestas.
David pasó la mañana en la oficina, usando Seguridad para limpiar los archivos de Chen BioRecursos. Todo estaba en orden, pero el costo lo hizo temblar. Hubiese sido mejor encontrar alguna evidencia de intromisión. Papá iba a gritar, y eso no contribuiría a mejorar su insolvencia ante el Intercambio. Rastreó a Beryl hasta una de sus guaridas virtuales y lo interrogó acerca de esa misteriosa falta de crédito.
Rumores, le dijo Beryl. Hoy era un lánguido joven de cabeza rapada, pero sus movimientos de leopardo lo delataban. Se dice por ahí que hay alguien empeñado en hundir a Chen BioRecursos. Perdona, amorcito. No tengo nombres, sólo intenciones.
--No me mandes la cuenta por eso --dijo David ácidamente. Rastreó a un proveedor alternativo para los aminoácidos de la Hermana Mayor e informó de los detalles a su hermana del medio. Er Jieh era la que se ocupaba de esas cosas. Si no había problemas en el desarrollo, Chen BioRecursos cumpliría con el plazo contractual. Ajustadamente, pero lo lograrían. David se desperezó, haciendo una mueca al sentir el difuso dolor nervioso en el cuello. Necesitaba una ducha, decidió, y salió de la oficina.
En vez de salir al laboratorio, se encontró de pie en la composición del volcán. Flander, con forma humana esta vez, estaba sentado con las piernas cruzadas en un parche de helechos marchitos y resecos, con el mentón apoyado en las manos, mirando pensativamente a la ennegrecida lengua de lava que se enfriaba.
--Puedo ver lo que has cambiado --dijo--. Pero no puedo adivinar cómo es que logra que la composición funcione.
--Yo tampoco lo sé. Sólo sentí que así estaba bien. --David se agachó en el piso--. Eso es nuevo --dijo, señalando con un cabeceo los helechos que estaban debajo de Flander.
--No tenía ganas de sentarme sobre una roca, eso es todo. --Claro. --David examinó la vegetación seca. Cada hojita torcida o doblada era perfecta y llegaba hasta la sucia película de ceniza. Flander estaba alardeando--. Tienes un talento increíble para los detalles --dijo David--. Pero esos helechos no tienen nada que ver aquí.
--Ya lo sé. Los borraré cuando me levante. --El chico inclinó la cabeza, con los ojos brillantes--. ¿Terminaste con la oficina? ¿Podemos hacer esto un rato?
--Sí --dijo David, porque necesitaba olvidarse del Intercambio, de la hostilidad de su hermana y de la eterna insatisfacción de su padre. Al diablo... ¿por qué no jugar un rato con el niño?
Trabajaron juntos. Al principio, David se ocultó en el recuerdo de la mirada de veneración del muchacho y trató de asumir el papel de Maestro. Eso no duró mucho. El chico era bueno por derecho propio, rápido y perceptivo, con un original punto de vista que de algún modo entraba en resonancia con lo que David intentaba hacer y lo llevaba al paroxismo de la inspiración. Antes que pasara mucho tiempo, estaban discutiendo sobre los detalles, cambiando y borrando, reformulando toda la composición.
Había huellas de zorro por todas partes.
--Eh, tenemos que parar --dijo David finalmente.
--¿Por qué? --Flander arrojó al aire un puñado de guijarros y los transformó en una bandada de pequeños pájaros que parecían gemas--. No estoy cansado.
--Deberías verte la cara. ¿Comiste algo hoy? --Desganadamente, David encogió la composición hasta volver a convertirla en una tela virtual y la guardó--. Sé que no lo hiciste. --Tú tampoco. --Flander se rascó por debajo del yeso--. No es tan tarde.
--No puedo volver a quedarme despierto toda la noche. Tengo negocios que atender. --David apagó el Estudio y empujó al muchacho a la otra habitación. Pidió emparedados y fruta, mientras Flander se quitaba la máscara y el guante--. Cómetelo --le dijo, entregándole un plato. Bajo los ojos de Flander había unas manchas sombrías que los hacían parecer demasiado grandes y brillantes--. Luego vete a casa y duerme un poco.
--¿Cómo es que tu padre quiere que dejes de hacer arte? --Flander mordió una pera y se secó el jugo que le chorreó por la barbilla.
--No dije que él lo quisiera. Es decisión mía. No podría usarlo como un simple juego --dijo David lentamente--. Me importa demasiado. Y no voy a tener tiempo de hacerlo como quiero hacerlo.
--¿O sea que lo vas a abandonar así como así? ¿Para hacer qué?
--Para administrar una dinastía familiar. --David dio un gran mordisco al emparedado. Tenía gusto a aserrín.
--Mmm. --Flander espió dentro del emparedado, lo dejó sobre la mesa--. No sé. Si no hubiera sido por Shy-Shy, probablemente me hubiera metido en alguna estupidez... como hacer virtuales de sexo para los salones-X, o juegos de puntería, o algo así. Ella no me dejó tranquilo en ningún momento, diciéndome que yo debía recordar lo que realmente quería hacer.
En su tono había comprensión, compasión. Este chico de la calle, flacucho y muerto de hambre, estaba perdonando a David por elegir la alternativa equivocada. David se atragantó con la comida, a medio camino entre el insulto y la risa.
--Qué suerte que la tienes a ella --dijo cuando por fin pudo hablar--. Te apoya mucho.
--Lo hace --dijo Flander sobriamente--. Es de primera y es soberbia. Es la que me metió en el espacio de Red de ese artista, la primera vez. Siempre está conmigo... No recuerdo a nadie antes de Shy-Shy. Jamás habría sobrevivido sin ella.
La expresión de los ojos de Flander dejó a David en silencio. Levantó el plato, ocultando una inesperada puntada de envidia. ¿Qué se sentiría, tener a alguien que te mirara así? David envolvió el emparedado intacto de Flander en un trozo de plástico y se lo entregó al niño.
--Cómetelo después --dijo--. Si quieres volver, terminaremos esa composición. --Que esta fuera la última, en vez de Creación. Todavía le quedaba algo de tiempo--. Llámame desde el vestíbulo de la torre y te haré pasar.
--Eso haré --sonrió Flander--. Gracias.
Salió del departamento a toda velocidad, ligero como un zorro buscando un escondrijo.
David había planeado que Flander hiciera la mayor parte del trabajo en la composición del volcán, pero no pudo mantenerse al margen. La composición estaba cobrando vida, y prometía ser más potente que Creación. David trabajaba en ella en cuanto tenía algún momento libre, postergando el sueño hasta quedar atontado de cansancio. Usando los estallidos de loca inspiración de Flander como trampolín, se catapultaba a las alturas de la creación. La Vía Láctea caía, formando una cascada de luz fría, en el hirviente caldero del volcán, como si el universo se estuviera replegando sobre sí mismo, ovillándose otra vez en el fuego primordial.
Hasta a Beryl le gustaría esto, pensaba David, y reía en voz alta. Había alcanzado un nivel más alto en su trabajo, y eso lo hacía sentir bien. Flander también era parte de ello. Una gran parte. David ya no enviaba a Flander a casa por la noche. Lo hacía dormir en la habitación principal, sobre unos almohadones. David finalmente se había dado cuenta de que el chico vivía en la calle. Esa Shy-Shy tal vez le proporcionaba sustento emocional, pero las necesidades indispensables de Flander eran cosa suya. David lo regañaba para que comiera, y los huesos de Flander comenzaron a esconderse bajo un poco de carne.
--¿Por qué no vives con ella? --le preguntó a Flander una tarde. La nube en la que estaba trabajando parecía una montaña de avena cocida--. ¿Ella no se preocupa por que duermas en las calles? --Frunció el ceño ante la nube y la borró con un golpe enojado.
--Ella vive por ahí, ¿sabes? No se queda en ningún sitio por mucho tiempo. Tú estás demasiado apegado a la realidad. --Flander recuperó la nube y la peinó hasta convertirla en una centelleante cola de cometa--. Shy-Shy y yo nos cuidamos uno al otro, y nos va muy bien.
--Tranquilo. No era una crítica. --Sonaba como si esa Shy-Shy fuera de la cohorte de Beryl, una traficante de información del mercado negro. En ese negocio se mantenía la identidad de tiempo real, de tiempo carnal, en secreto. David mutó la llameante cola del cometa en un susurro de cristales de hielo.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el campaneo de una comunicación. --Pase --dijo David, contento de tener una excusa para suspender la lucha con la nube-cometa.
En el umbral virtual tomó forma el torso de Hans Renmeyer.
--David --Se inclinó, flexionando la invisible cintura; esta visita era en tiempo real--. Me disculpo por lo tarde de la hora. Interrumpo tu trabajo.
--Está bien. --David pasó al Estudio, observando por el rabillo del ojo que Flander había revertido su forma a la del zorro--. ¿Qué puedo hacer por ti?
--Espero que pronto tengas algo nuevo para mí. Mientras tanto, te tengo buenas noticias. --Renmeyer se aclaró la garganta e hizo una pausa portentosa--. Recibí una requisitoria de la Galería Roberts de Londres. Están interesados en otorgar una muestra estacionaria a tu composición Creación.
--¿Una estacionaria?
--No es una galería grande. --Renmeyer estiró las manos, como disculpándose--. Pero es relativamente prestigiosa. En mi opinión, como tu agente, vale la pena que consideres la invitación.
De los miles de artistas que exponían en la Red, sólo un puñado exponía en estacionarias. Un puñado muy reducido.
--Yo... acepto --dijo David. --Bien, bien. --La sonrisa de Renmeyer se hizo más amplia, más cálida--. Revisaré el contrato y tendré algo para tu firma mañana. Te deseo que continúen tus éxitos --dijo. Volvió a inclinarse y salió.
Las patas del zorro lo golpearon en la espinilla. Se dio vuelta y estuvo a punto de caer al piso porque Flander, de nuevo con forma de niño, se arrojó a sus brazos con masa e impulso de tiempo real.
--Te lo dije, viejo --gritó con júbilo--. Te dije que vendrían a buscarte. Eres tan bueno. Tan sensacional. --De repente se puso serio, lo miró a la cara--. No vas a abandonar ahora. ¿Verdad?
--No... no. --David inspiró profundamente--. Somos buenos. Seremos grandiosos.
--Tu viejo... tu papá se va a enojar ¿no?
--No estoy seguro de que quiera volver a hablarme en su vida. --David apagó el Estudio y sintió escalofríos al reaparecer el laboratorio. Una parte de él había estado dándole forma a esta decisión al tiempo que él y Flander daban forma a la composición del volcán--. Chen BioRecursos es su universo --dijo David con pesadumbre--. Mi padre diseñó un hijo que se ajustara a ese universo. El David Chen que él ve es un virtual: el hijo en el que cree, el que realmente no existe. No estoy seguro de que algún día me vea a mí, o entienda quién soy.
--Eso es duro, viejo. --Flander le puso una mano en el hombro, un gesto de consuelo sorprendentemente maduro.
--Sí, lo es. --La voz de David quería quebrarse. Rodeó a Flander con el brazo, apretando su cuerpo cálido, en tiempo real--. Dije en serio lo de seremos. Nos va bien juntos.
--Nos va bien. --Flander sonrió, haciendo bailar sus ojos de zorro--. Espera a que esta composición llegue a las galerías. ¿Cómo vamos a llamarla, al final?
--No sé. Todavía no se me ocurrió un título. --David se arrojó la floja trenza por sobre el hombro y suspiró--. Vamos a cenar algo --dijo.
El programa Casa los interrumpió cuando celebraban con buñuelos rellenos de pollo verdadero. Disculpe, entonó humildemente. Tiene un llamado urgente de su hermana menor. Dice que es una emergencia.
Una emergencia.
Papá. David lo sabía, aun antes de estirar una mano virtual para abrir la puerta que daba al departamento de ella.
No estaba. Le respondió un pez carpa pálido y estilizado que movía las aletas: el sello personal de su hermana.
--Estoy en el hospital --dijo el pez con la voz de ella--. Ven enseguida, David. Selva Internacional presentó una demanda por piratería contra nosotros y Fuchin tuvo un ataque cardíaco. Por favor, ven.
David pestañeó mientras su departamento volvía a tomar forma a su alrededor. Sentía los brazos y las piernas adormecidos, sin sensación, como si hubiese estado sentado a la mesa sin moverse durante horas. La habitación parecía encogerse, cerrarse sobre él como un puño. David se obligó a ponerse de pie, respirando aceleradamente mientras la habitación le apretujaba las costillas, le comprimía los pulmones.
--¿Qué pasa? --Flander empujó la silla hacia atrás, mientras David se encaminaba a la puerta--. ¿Qué estaba diciendo?
--Nada --dijo David, y salió ciegamente del departamento.
David se ubicó cerca de Shau Jieh, junto al lecho de su padre. Había pasado la noche sin dormir, en el hospital, sentado en una desolada salita de espera que apestaba a desinfectante, viendo transcurrir lentamente un millón de lentas eternidades. Había esperado allí, atrapado en ese desolado cubículo, porque esperar en casa o visitar el hospital en virtual habría sido incorrecto. Incorrecto. Papá ni siquiera usaba dermis virtuales.
Había tubos entrando por la nariz de su padre, por las venas que se retorcían como gusanos azules bajo su piel arrugada. Las burbujas anaranjadas de los monitores remotos colgaban de su cabeza, su pecho, sus brazos y piernas. Todas sus fluctuaciones sinápticas estaban siendo registradas, evaluadas y respondidas. La medicina infligía la falta de privacidad más extrema, pensó David aturdido. Su padre parecía encogido, marchito, como si los tubos estuvieran drenándolo de sangre, como si los monitores fueran sanguijuelas extrañas que le chupaban la vida y la substancia. David rodeó la cintura de su hermana con el brazo y la sintió temblar ligeramente. A los pies de la cama, su hermana del medio moqueaba audible y predeciblemente contra un pañuelo de papel.
Detrás de ella estaba Dà Jieh. Levantó la mano y miró fríamente a David. --Si hubieras empleado más tiempo en atender nuestra empresa, esto jamás habría ocurrido.
--Es suficiente. --El tono de Shau Jieh los sorprendió a todos--. No vamos a pelearnos junto al lecho de papá.
Dà Jieh se encogió de hombros y apretó los labios. La pequeña habitación se llenó de silencio.
Ese silencio se sentía como una acusación. David inclinó la cabeza, posando la mirada en la despiadada blancura de la sábana hospitalaria. Si hubiera estado en la oficina la noche anterior, podría haber visto el informe antes que su padre lo descubriera, podría haberse encargado de todo, o al menos preparar a papá. Podría haber, podría haber... David cerró los puños.
Quienquiera que hubiese comprado los códigos de Chen, había entrado y salido sin tropezar con Seguridad. Habían copiado los registros de desarrollo de la nueva raza de bacalao de su hermana y habían destruido algunos de sus archivos. Ahora Selva Internacional declaraba que ellos habían desarrollado el patrón primero y que la idéntica naturaleza del patrón de Chen indicaba piratería. Chen BioRecursos ya no tenía los registros de desarrollo que servirían para refutar la denuncia de Selva.
Había sido un acto de espionaje muy inteligente. Si Selva ganaba el juicio, Chen BioRecursos tendría que someterse a una reorganización. No era probable que la empresa sobreviviera a eso. Tendría que haberlo sabido, pensó David amargamente. No tendría que haberle creído a mi hermana cuando dijo que sus registros estaban intactos.
Cuando presentaron la denuncia, él estaba en el Estudio con Flander. Jugando juegos. David apartó la vista de la cama.
--¿Er-dz? ¿Hijo... mío?
El seco susurro sonó débil como el murmullo de las alas de un insecto.
--¿Fuchin? --David se inclinó hacia la cama, se agachó junto a ésta cuando vio que los ojos de su padre no parecían capaces de enfocar su rostro--. Aquí estoy. Aquí estamos todos.
--Sálvanos --susurró su padre. Sus dedos mustios se sacudieron y le tocaron la mano--. Chen BioRecursos morirá. La familia morirá. ¡No permitas que muera!
--Fuchin, está bien. --David tomó la mano de su padre y la apretó suavemente, asustado por la debilidad de ese contacto sarmentoso--. Sólo son números, Fuchin. ¿Cuánto hace que juegas con los números? --Forzó una sonrisa y volvió a acomodar la mano de su padre en la cama--. Jugaré mejor que Selva y todo saldrá muy bien.
--Así debe ser. --Los labios resecos de su padre temblaron--. Todo debe salir bien. Por favor, prométemelo...
David escudriñó en los ojos de su padre. Podía ver la sombra. Su inmortalidad, como había dicho Shau Jieh de Chen BioRecursos. No, pensó David. Es su vida. Si la empresa muere, él muere.
--Lo prometo --susurró David.
Er Jieh se apretujaba detrás suyo, ahora llorando abiertamente, y David hizo uso del momento para escabullirse del cuarto. Al final del corredor había unas terminales públicas. El rostro de Renmeyer se veía granuloso y sin vida en la pantalla plana.
--No lo entiendo. --La mediocre resolución no podía esconder su expresión de sorpresa--. David, ¿por qué deseas cancelar la muestra en la galería?
--No tengo tiempo de preparar los efectos sensoriales --dijo David inexpresivamente.
--Eso no puede llevar tanto tiempo. No lo entiendo. El contrato que te presenté era más que razonable.
--No es por ti. No es por el contrato. Mira, lo siento. --David apagó abruptamente la comunicación.
Era más que la falta de tiempo lo que lo había obligado a cancelar la muestra. Lo siento. ¿Con quién estaba disculpándose? ¿Con Renmeyer? ¿Con Flander? ¿Consigo mismo?
Shau Jieh lo alcanzó en el ascensor. --Espera, Hermano Menor. --Lo tomó del brazo y lo forzó a detenerse.
--Quédate tú con él. Yo no puedo. --David le acarició el rostro con la mano mientras los ojos de ella se llenaban de dolor--. El me creó, ¿te das cuenta? Ni siquiera estoy seguro de ser real.
--Basta. Él te quiere. En serio. --Tenía la voz colmada de pena--. Nosotros los chinos estamos tan obsesionados con los hijos varones... Fuchin está obsesionado con eso, lo sé, y sé que no es bueno. Pero no lo lastimes. --Se colgó de su brazo--. No lo abandones, Hermanito. Ahora no.
--Qué ironía. --David levantó el brazo lentamente y lo hizo girar para que la red plateada brillara con la luz--. Qué ironía que me haya comprado esto.
--Él no te conectó. --Su hermana parecía sorprendida--. Tu madre lo hizo. Recuerdo que discutieron por ese motivo. Ella solía diseñar virtuales. Antes de casarse con Fuchin. Pensé que lo sabías.
--No lo sabía. --David estaba como atontado. Nunca pregunté, pensó. Para mí ella no existía. ¿Era eso lo que su madre había estado tratando de decirle en su embarazosa visita de cumpleaños?-- No te preocupes --dijo amargamente--. Soy parte del virtual particular de nuestro padre. No puedo abandonarlo. --Dio la espalda a las lágrimas de su hermana y escapó.
El departamento le pareció desconocido, como si hubiera estado ausente durante meses en vez de unas pocas horas. David echó un vistazo al laboratorio. Obviamente, Flander estaba metido en algún virtual. Vestido únicamente con la dermis virtual, enmascarado y enguantado, estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas y los ojos fijos en la pared del fondo, ignorante de la presencia de David en tiempo carnal. La mano sana se sacudía cuando él hacía lo que estuviera haciendo en su universo invisible. David lo observó por un momento. Todo el mundo tenía su propio virtual personal, pensó con amargura. Su realidad personal.
--¿Y qué hay de esa Shy-Shy? --Disparó su última bala--. ¿No se va a preocupar?
--La llamé desde tu Estudio --sonrió Flander--. Dijo que pareces un buen tipo y que tuve muchísima suerte en conocerte, y que tendría que darte las gracias unas cien veces. Gracias.
David suspiró. --Primero tengo que ocuparme de estos asuntos de negocios. Ve a ducharte. Apestas.
David pasó la mañana en la oficina, usando Seguridad para limpiar los archivos de Chen BioRecursos. Todo estaba en orden, pero el costo lo hizo temblar. Hubiese sido mejor encontrar alguna evidencia de intromisión. Papá iba a gritar, y eso no contribuiría a mejorar su insolvencia ante el Intercambio. Rastreó a Beryl hasta una de sus guaridas virtuales y lo interrogó acerca de esa misteriosa falta de crédito.
Rumores, le dijo Beryl. Hoy era un lánguido joven de cabeza rapada, pero sus movimientos de leopardo lo delataban. Se dice por ahí que hay alguien empeñado en hundir a Chen BioRecursos. Perdona, amorcito. No tengo nombres, sólo intenciones.
--No me mandes la cuenta por eso --dijo David ácidamente. Rastreó a un proveedor alternativo para los aminoácidos de la Hermana Mayor e informó de los detalles a su hermana del medio. Er Jieh era la que se ocupaba de esas cosas. Si no había problemas en el desarrollo, Chen BioRecursos cumpliría con el plazo contractual. Ajustadamente, pero lo lograrían. David se desperezó, haciendo una mueca al sentir el difuso dolor nervioso en el cuello. Necesitaba una ducha, decidió, y salió de la oficina.
En vez de salir al laboratorio, se encontró de pie en la composición del volcán. Flander, con forma humana esta vez, estaba sentado con las piernas cruzadas en un parche de helechos marchitos y resecos, con el mentón apoyado en las manos, mirando pensativamente a la ennegrecida lengua de lava que se enfriaba.
--Puedo ver lo que has cambiado --dijo--. Pero no puedo adivinar cómo es que logra que la composición funcione.
--Yo tampoco lo sé. Sólo sentí que así estaba bien. --David se agachó en el piso--. Eso es nuevo --dijo, señalando con un cabeceo los helechos que estaban debajo de Flander.
--No tenía ganas de sentarme sobre una roca, eso es todo. --Claro. --David examinó la vegetación seca. Cada hojita torcida o doblada era perfecta y llegaba hasta la sucia película de ceniza. Flander estaba alardeando--. Tienes un talento increíble para los detalles --dijo David--. Pero esos helechos no tienen nada que ver aquí.
--Ya lo sé. Los borraré cuando me levante. --El chico inclinó la cabeza, con los ojos brillantes--. ¿Terminaste con la oficina? ¿Podemos hacer esto un rato?
--Sí --dijo David, porque necesitaba olvidarse del Intercambio, de la hostilidad de su hermana y de la eterna insatisfacción de su padre. Al diablo... ¿por qué no jugar un rato con el niño?
Trabajaron juntos. Al principio, David se ocultó en el recuerdo de la mirada de veneración del muchacho y trató de asumir el papel de Maestro. Eso no duró mucho. El chico era bueno por derecho propio, rápido y perceptivo, con un original punto de vista que de algún modo entraba en resonancia con lo que David intentaba hacer y lo llevaba al paroxismo de la inspiración. Antes que pasara mucho tiempo, estaban discutiendo sobre los detalles, cambiando y borrando, reformulando toda la composición.
Había huellas de zorro por todas partes.
--Eh, tenemos que parar --dijo David finalmente.
--¿Por qué? --Flander arrojó al aire un puñado de guijarros y los transformó en una bandada de pequeños pájaros que parecían gemas--. No estoy cansado.
--Deberías verte la cara. ¿Comiste algo hoy? --Desganadamente, David encogió la composición hasta volver a convertirla en una tela virtual y la guardó--. Sé que no lo hiciste. --Tú tampoco. --Flander se rascó por debajo del yeso--. No es tan tarde.
--No puedo volver a quedarme despierto toda la noche. Tengo negocios que atender. --David apagó el Estudio y empujó al muchacho a la otra habitación. Pidió emparedados y fruta, mientras Flander se quitaba la máscara y el guante--. Cómetelo --le dijo, entregándole un plato. Bajo los ojos de Flander había unas manchas sombrías que los hacían parecer demasiado grandes y brillantes--. Luego vete a casa y duerme un poco.
--¿Cómo es que tu padre quiere que dejes de hacer arte? --Flander mordió una pera y se secó el jugo que le chorreó por la barbilla.
--No dije que él lo quisiera. Es decisión mía. No podría usarlo como un simple juego --dijo David lentamente--. Me importa demasiado. Y no voy a tener tiempo de hacerlo como quiero hacerlo.
--¿O sea que lo vas a abandonar así como así? ¿Para hacer qué?
--Para administrar una dinastía familiar. --David dio un gran mordisco al emparedado. Tenía gusto a aserrín.
--Mmm. --Flander espió dentro del emparedado, lo dejó sobre la mesa--. No sé. Si no hubiera sido por Shy-Shy, probablemente me hubiera metido en alguna estupidez... como hacer virtuales de sexo para los salones-X, o juegos de puntería, o algo así. Ella no me dejó tranquilo en ningún momento, diciéndome que yo debía recordar lo que realmente quería hacer.
En su tono había comprensión, compasión. Este chico de la calle, flacucho y muerto de hambre, estaba perdonando a David por elegir la alternativa equivocada. David se atragantó con la comida, a medio camino entre el insulto y la risa.
--Qué suerte que la tienes a ella --dijo cuando por fin pudo hablar--. Te apoya mucho.
--Lo hace --dijo Flander sobriamente--. Es de primera y es soberbia. Es la que me metió en el espacio de Red de ese artista, la primera vez. Siempre está conmigo... No recuerdo a nadie antes de Shy-Shy. Jamás habría sobrevivido sin ella.
La expresión de los ojos de Flander dejó a David en silencio. Levantó el plato, ocultando una inesperada puntada de envidia. ¿Qué se sentiría, tener a alguien que te mirara así? David envolvió el emparedado intacto de Flander en un trozo de plástico y se lo entregó al niño.
--Cómetelo después --dijo--. Si quieres volver, terminaremos esa composición. --Que esta fuera la última, en vez de Creación. Todavía le quedaba algo de tiempo--. Llámame desde el vestíbulo de la torre y te haré pasar.
--Eso haré --sonrió Flander--. Gracias.
Salió del departamento a toda velocidad, ligero como un zorro buscando un escondrijo.
David había planeado que Flander hiciera la mayor parte del trabajo en la composición del volcán, pero no pudo mantenerse al margen. La composición estaba cobrando vida, y prometía ser más potente que Creación. David trabajaba en ella en cuanto tenía algún momento libre, postergando el sueño hasta quedar atontado de cansancio. Usando los estallidos de loca inspiración de Flander como trampolín, se catapultaba a las alturas de la creación. La Vía Láctea caía, formando una cascada de luz fría, en el hirviente caldero del volcán, como si el universo se estuviera replegando sobre sí mismo, ovillándose otra vez en el fuego primordial.
Hasta a Beryl le gustaría esto, pensaba David, y reía en voz alta. Había alcanzado un nivel más alto en su trabajo, y eso lo hacía sentir bien. Flander también era parte de ello. Una gran parte. David ya no enviaba a Flander a casa por la noche. Lo hacía dormir en la habitación principal, sobre unos almohadones. David finalmente se había dado cuenta de que el chico vivía en la calle. Esa Shy-Shy tal vez le proporcionaba sustento emocional, pero las necesidades indispensables de Flander eran cosa suya. David lo regañaba para que comiera, y los huesos de Flander comenzaron a esconderse bajo un poco de carne.
--¿Por qué no vives con ella? --le preguntó a Flander una tarde. La nube en la que estaba trabajando parecía una montaña de avena cocida--. ¿Ella no se preocupa por que duermas en las calles? --Frunció el ceño ante la nube y la borró con un golpe enojado.
--Ella vive por ahí, ¿sabes? No se queda en ningún sitio por mucho tiempo. Tú estás demasiado apegado a la realidad. --Flander recuperó la nube y la peinó hasta convertirla en una centelleante cola de cometa--. Shy-Shy y yo nos cuidamos uno al otro, y nos va muy bien.
--Tranquilo. No era una crítica. --Sonaba como si esa Shy-Shy fuera de la cohorte de Beryl, una traficante de información del mercado negro. En ese negocio se mantenía la identidad de tiempo real, de tiempo carnal, en secreto. David mutó la llameante cola del cometa en un susurro de cristales de hielo.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el campaneo de una comunicación. --Pase --dijo David, contento de tener una excusa para suspender la lucha con la nube-cometa.
En el umbral virtual tomó forma el torso de Hans Renmeyer.
--David --Se inclinó, flexionando la invisible cintura; esta visita era en tiempo real--. Me disculpo por lo tarde de la hora. Interrumpo tu trabajo.
--Está bien. --David pasó al Estudio, observando por el rabillo del ojo que Flander había revertido su forma a la del zorro--. ¿Qué puedo hacer por ti?
--Espero que pronto tengas algo nuevo para mí. Mientras tanto, te tengo buenas noticias. --Renmeyer se aclaró la garganta e hizo una pausa portentosa--. Recibí una requisitoria de la Galería Roberts de Londres. Están interesados en otorgar una muestra estacionaria a tu composición Creación.
--¿Una estacionaria?
--No es una galería grande. --Renmeyer estiró las manos, como disculpándose--. Pero es relativamente prestigiosa. En mi opinión, como tu agente, vale la pena que consideres la invitación.
De los miles de artistas que exponían en la Red, sólo un puñado exponía en estacionarias. Un puñado muy reducido.
--Yo... acepto --dijo David. --Bien, bien. --La sonrisa de Renmeyer se hizo más amplia, más cálida--. Revisaré el contrato y tendré algo para tu firma mañana. Te deseo que continúen tus éxitos --dijo. Volvió a inclinarse y salió.
Las patas del zorro lo golpearon en la espinilla. Se dio vuelta y estuvo a punto de caer al piso porque Flander, de nuevo con forma de niño, se arrojó a sus brazos con masa e impulso de tiempo real.
--Te lo dije, viejo --gritó con júbilo--. Te dije que vendrían a buscarte. Eres tan bueno. Tan sensacional. --De repente se puso serio, lo miró a la cara--. No vas a abandonar ahora. ¿Verdad?
--No... no. --David inspiró profundamente--. Somos buenos. Seremos grandiosos.
--Tu viejo... tu papá se va a enojar ¿no?
--No estoy seguro de que quiera volver a hablarme en su vida. --David apagó el Estudio y sintió escalofríos al reaparecer el laboratorio. Una parte de él había estado dándole forma a esta decisión al tiempo que él y Flander daban forma a la composición del volcán--. Chen BioRecursos es su universo --dijo David con pesadumbre--. Mi padre diseñó un hijo que se ajustara a ese universo. El David Chen que él ve es un virtual: el hijo en el que cree, el que realmente no existe. No estoy seguro de que algún día me vea a mí, o entienda quién soy.
--Eso es duro, viejo. --Flander le puso una mano en el hombro, un gesto de consuelo sorprendentemente maduro.
--Sí, lo es. --La voz de David quería quebrarse. Rodeó a Flander con el brazo, apretando su cuerpo cálido, en tiempo real--. Dije en serio lo de seremos. Nos va bien juntos.
--Nos va bien. --Flander sonrió, haciendo bailar sus ojos de zorro--. Espera a que esta composición llegue a las galerías. ¿Cómo vamos a llamarla, al final?
--No sé. Todavía no se me ocurrió un título. --David se arrojó la floja trenza por sobre el hombro y suspiró--. Vamos a cenar algo --dijo.
El programa Casa los interrumpió cuando celebraban con buñuelos rellenos de pollo verdadero. Disculpe, entonó humildemente. Tiene un llamado urgente de su hermana menor. Dice que es una emergencia.
Una emergencia.
Papá. David lo sabía, aun antes de estirar una mano virtual para abrir la puerta que daba al departamento de ella.
No estaba. Le respondió un pez carpa pálido y estilizado que movía las aletas: el sello personal de su hermana.
--Estoy en el hospital --dijo el pez con la voz de ella--. Ven enseguida, David. Selva Internacional presentó una demanda por piratería contra nosotros y Fuchin tuvo un ataque cardíaco. Por favor, ven.
David pestañeó mientras su departamento volvía a tomar forma a su alrededor. Sentía los brazos y las piernas adormecidos, sin sensación, como si hubiese estado sentado a la mesa sin moverse durante horas. La habitación parecía encogerse, cerrarse sobre él como un puño. David se obligó a ponerse de pie, respirando aceleradamente mientras la habitación le apretujaba las costillas, le comprimía los pulmones.
--¿Qué pasa? --Flander empujó la silla hacia atrás, mientras David se encaminaba a la puerta--. ¿Qué estaba diciendo?
--Nada --dijo David, y salió ciegamente del departamento.
David se ubicó cerca de Shau Jieh, junto al lecho de su padre. Había pasado la noche sin dormir, en el hospital, sentado en una desolada salita de espera que apestaba a desinfectante, viendo transcurrir lentamente un millón de lentas eternidades. Había esperado allí, atrapado en ese desolado cubículo, porque esperar en casa o visitar el hospital en virtual habría sido incorrecto. Incorrecto. Papá ni siquiera usaba dermis virtuales.
Había tubos entrando por la nariz de su padre, por las venas que se retorcían como gusanos azules bajo su piel arrugada. Las burbujas anaranjadas de los monitores remotos colgaban de su cabeza, su pecho, sus brazos y piernas. Todas sus fluctuaciones sinápticas estaban siendo registradas, evaluadas y respondidas. La medicina infligía la falta de privacidad más extrema, pensó David aturdido. Su padre parecía encogido, marchito, como si los tubos estuvieran drenándolo de sangre, como si los monitores fueran sanguijuelas extrañas que le chupaban la vida y la substancia. David rodeó la cintura de su hermana con el brazo y la sintió temblar ligeramente. A los pies de la cama, su hermana del medio moqueaba audible y predeciblemente contra un pañuelo de papel.
Detrás de ella estaba Dà Jieh. Levantó la mano y miró fríamente a David. --Si hubieras empleado más tiempo en atender nuestra empresa, esto jamás habría ocurrido.
--Es suficiente. --El tono de Shau Jieh los sorprendió a todos--. No vamos a pelearnos junto al lecho de papá.
Dà Jieh se encogió de hombros y apretó los labios. La pequeña habitación se llenó de silencio.
Ese silencio se sentía como una acusación. David inclinó la cabeza, posando la mirada en la despiadada blancura de la sábana hospitalaria. Si hubiera estado en la oficina la noche anterior, podría haber visto el informe antes que su padre lo descubriera, podría haberse encargado de todo, o al menos preparar a papá. Podría haber, podría haber... David cerró los puños.
Quienquiera que hubiese comprado los códigos de Chen, había entrado y salido sin tropezar con Seguridad. Habían copiado los registros de desarrollo de la nueva raza de bacalao de su hermana y habían destruido algunos de sus archivos. Ahora Selva Internacional declaraba que ellos habían desarrollado el patrón primero y que la idéntica naturaleza del patrón de Chen indicaba piratería. Chen BioRecursos ya no tenía los registros de desarrollo que servirían para refutar la denuncia de Selva.
Había sido un acto de espionaje muy inteligente. Si Selva ganaba el juicio, Chen BioRecursos tendría que someterse a una reorganización. No era probable que la empresa sobreviviera a eso. Tendría que haberlo sabido, pensó David amargamente. No tendría que haberle creído a mi hermana cuando dijo que sus registros estaban intactos.
Cuando presentaron la denuncia, él estaba en el Estudio con Flander. Jugando juegos. David apartó la vista de la cama.
--¿Er-dz? ¿Hijo... mío?
El seco susurro sonó débil como el murmullo de las alas de un insecto.
--¿Fuchin? --David se inclinó hacia la cama, se agachó junto a ésta cuando vio que los ojos de su padre no parecían capaces de enfocar su rostro--. Aquí estoy. Aquí estamos todos.
--Sálvanos --susurró su padre. Sus dedos mustios se sacudieron y le tocaron la mano--. Chen BioRecursos morirá. La familia morirá. ¡No permitas que muera!
--Fuchin, está bien. --David tomó la mano de su padre y la apretó suavemente, asustado por la debilidad de ese contacto sarmentoso--. Sólo son números, Fuchin. ¿Cuánto hace que juegas con los números? --Forzó una sonrisa y volvió a acomodar la mano de su padre en la cama--. Jugaré mejor que Selva y todo saldrá muy bien.
--Así debe ser. --Los labios resecos de su padre temblaron--. Todo debe salir bien. Por favor, prométemelo...
David escudriñó en los ojos de su padre. Podía ver la sombra. Su inmortalidad, como había dicho Shau Jieh de Chen BioRecursos. No, pensó David. Es su vida. Si la empresa muere, él muere.
--Lo prometo --susurró David.
Er Jieh se apretujaba detrás suyo, ahora llorando abiertamente, y David hizo uso del momento para escabullirse del cuarto. Al final del corredor había unas terminales públicas. El rostro de Renmeyer se veía granuloso y sin vida en la pantalla plana.
--No lo entiendo. --La mediocre resolución no podía esconder su expresión de sorpresa--. David, ¿por qué deseas cancelar la muestra en la galería?
--No tengo tiempo de preparar los efectos sensoriales --dijo David inexpresivamente.
--Eso no puede llevar tanto tiempo. No lo entiendo. El contrato que te presenté era más que razonable.
--No es por ti. No es por el contrato. Mira, lo siento. --David apagó abruptamente la comunicación.
Era más que la falta de tiempo lo que lo había obligado a cancelar la muestra. Lo siento. ¿Con quién estaba disculpándose? ¿Con Renmeyer? ¿Con Flander? ¿Consigo mismo?
Shau Jieh lo alcanzó en el ascensor. --Espera, Hermano Menor. --Lo tomó del brazo y lo forzó a detenerse.
--Quédate tú con él. Yo no puedo. --David le acarició el rostro con la mano mientras los ojos de ella se llenaban de dolor--. El me creó, ¿te das cuenta? Ni siquiera estoy seguro de ser real.
--Basta. Él te quiere. En serio. --Tenía la voz colmada de pena--. Nosotros los chinos estamos tan obsesionados con los hijos varones... Fuchin está obsesionado con eso, lo sé, y sé que no es bueno. Pero no lo lastimes. --Se colgó de su brazo--. No lo abandones, Hermanito. Ahora no.
--Qué ironía. --David levantó el brazo lentamente y lo hizo girar para que la red plateada brillara con la luz--. Qué ironía que me haya comprado esto.
--Él no te conectó. --Su hermana parecía sorprendida--. Tu madre lo hizo. Recuerdo que discutieron por ese motivo. Ella solía diseñar virtuales. Antes de casarse con Fuchin. Pensé que lo sabías.
--No lo sabía. --David estaba como atontado. Nunca pregunté, pensó. Para mí ella no existía. ¿Era eso lo que su madre había estado tratando de decirle en su embarazosa visita de cumpleaños?-- No te preocupes --dijo amargamente--. Soy parte del virtual particular de nuestro padre. No puedo abandonarlo. --Dio la espalda a las lágrimas de su hermana y escapó.
El departamento le pareció desconocido, como si hubiera estado ausente durante meses en vez de unas pocas horas. David echó un vistazo al laboratorio. Obviamente, Flander estaba metido en algún virtual. Vestido únicamente con la dermis virtual, enmascarado y enguantado, estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas y los ojos fijos en la pared del fondo, ignorante de la presencia de David en tiempo carnal. La mano sana se sacudía cuando él hacía lo que estuviera haciendo en su universo invisible. David lo observó por un momento. Todo el mundo tenía su propio virtual personal, pensó con amargura. Su realidad personal.
¿Cuál es la mía?, se preguntó.
David cerró el puño. Volvió a la habitación principal y entró en la oficina. El escritorio de jade lo esperaba, cubierto de prolijas líneas de escritura en movimiento. Era el resumen de la demanda de Selva, informado por el abogado de la empresa. El resultado previsto era malo para Chen BioRecursos, pagaran o no. Selva los tenía atrapados. Todo era cuestión de cuánto daño deseaba hacer Selva y cuánto dinero estaba dispuesta a gastar para lograrlo. El espionaje y la piratería empresariales estaban siendo sancionados ferozmente en las cortes internacionales. David se quedó mirando las palabras hasta que se borronearon, convirtiéndose en garabatos sin sentido. El mensaje no cambiaba.
Fui bueno, pensó David. Me queda eso. Fui bueno.
En la pared de la oficina de David apareció una puerta. --¿David? --La voz de Flander. Nudillos virtuales golpeando madera virtual.
Vete, pensó David, pero suspiró y abrió la puerta. Flander no estaba solo. Junto a él había una mujer alta. Tenía cabellos plateados, peinados hacia atrás elegantemente, formando una banana en la nuca, y el rostro cuadrado y fuerte. Tenía red.
Shy-Shy. Tenía que ser. La he visto antes, pensó David, pero la conexión se le escapaba.
--Hola. --Su voz era grave y cálida--. Lamento aparecer ante ti de improviso, pero Flander no sabe lo que significa la palabra paciencia. --Revolvió el pelo de Flander con suavidad.
Flander le sonrió y la absoluta unión de ese momento compartido hizo que David desviara la mirada rápidamente.
--Le pedí que entrara --habló Flander--. Shy-Shy es sensacional, viejo. Me hace entrar en cualquier sitio que yo quiera. Puede averiguar quién presentó esa demanda contra ti. Puede averiguar quién está moviendo sus influencias, no hay problema.
David se sentía como si estuviera con la boca abierta. --¿Qué hiciste? --dijo finalmente--. ¿Tradujiste el mensaje privado de mi hermana?
--Claro. Estabas muy contrariado. No hablo la jerga, pero la biblioteca sí. --Levantó un hombro, con gesto despreocupado.
David hizo una mueca, luchando contra una furiosa sensación de invasión. Este era el zorro, se recordó. El fantasma que había entrado y salido de sus composiciones a hurtadillas. Flander era un chico de la calle. Para él no había nada sagrado. David suspiró, cansado más allá de todo--. Has metido la nariz en todo ¿verdad? ¿Hasta en mi oficina?
--No le recrimines tanto. --La mano de Shy-Shy apretó el hombro de Flander, pero el sacudón que le dio fue suave--. Has sido bueno con él y él estaba realmente preocupado. No acepta un no como respuesta. --Sonrió con suavidad y se quitó de la frente un mechón de pelo--. Soy buena --dijo--. Puedo averiguar lo que necesitas saber. Si lo deseas. Él es quien debe decidirlo --le dijo a Flander cuando éste abrió la boca--. La empresa es suya, aunque tú te hayas metido en ella hasta la coronilla.
--Perdona, David. --Había ansiedad en los ojos de Flander--. No me dijiste que no podía mirar.
--Está bien --dijo David. Shy-SHy esperaba, con una posesiva mano todavía apoyada despreocupadamente en el hombro de Flander. Estaba vestida: botas de cuero verdadero, túnica de fibra natural, bordados de hilos luminosos. Artesanal. La elegancia que daba el poder de la calle. No estaba sucia, no estaba delgada. ¿Por qué demonios no cuidaba de Flander?, pensó David con resentimiento--. Estaré muy agradecido si me ayuda. --Se obligó a dejar salir las palabras--. Por el bien de mi padre.
David permaneció en la oficina mientras Shy-Shy y Flander trabajaban en la Red. Trabajaban juntos, y él no quería ver cómo. En lugar de eso, se puso al día con los pedidos de adquisición, con los problemas de los proveedores y con los informes: con todos los monótonos detalles del manejo de una empresa que continuaba funcionando --que tenía que continuar-- a pesar de la tragedia personal. Se ocupó de lo que necesitaba ser atendido, y siguió trabajando, revisando temas de baja prioridad que se habían acumulado como polvo en los rincones de la compañía. Se estaba obsesionando, lo sabía, pero no le importaba. En la habitación privada del hospital, los monitores sanguijuelas amarraban a su padre a la vida. David sentía los números, las proyecciones y las preocupaciones cerrándose alrededor de él como dedos, solidificándose como las paredes de un virtual recién estrenado.
Cuando Flander apareció de repente frente al escritorio, David reaccionó convulsivamente.
--Usa la puerta --le espetó. --Perdón. Lo olvidé. --Flander le sonrió--. Viejo, yo tenía razón. Adiviné. Shy-Shy dijo que habría tardado el doble si yo no le hubiera dado una pista de dónde empezar.
Así que la mujer maravilla con la vestimenta del poder había entrado en Selva. David se desperezó, sintiendo crujir las vértebras. Le dolían los músculos y sintió una conmoción al ver el reloj del escritorio. Habían transcurrido horas. Estuve escondiéndome, pensó David.
--Muéstrame --le dijo a Flander.
--Seguro, viejo. Shy-Shy descubrió todo. Porque yo adiviné una parte. --Flander aún sonreía, satisfecho de sí mismo, lleno de orgullo por este premio que le traía a David--. Mira.
David pestañeó cuando las luces se hicieron más mortecinas. Toda una pared de su oficina refulgió y se convirtió en pantalla. En ella se veía una película, un caleidoscopio parpadeante con antiguo color de cinemascope. En el suelo, frente a ella, se alineaban varias filas de butacas de terciopelo rojo. Había palomitas de maíz y envoltorios de dulces en el piso y una pareja haciéndose apasionados arrumacos en un asiento de adelante. David se preguntó, irritado, cuánto tiempo le habría llevado a Flander diseñar esos detalles. Desvió la mirada hacia la pantalla y se quedó helado.
Allí, en la pantalla, con arenosa pasión bidimensional, se revolcaban Beryl y su hermana mayor, en un enredo de sábanas de seda negra.
--¡El tipo graba todo, viejo!
¡Tendrías que ver lo que Shy-Shy y yo tuvimos que aguantar antes de llegar a esto! --Flander se retorcía como un perrito--. Pero ahí está. Ella le da algo en papel, y cuando ella se va, él lo pasa por el scanner. ¡Cree que tiene una buena seguridad, viejo! ¡Se ve que nunca se topó con Shy-Shy! --La enorme cama se desvaneció y fue reemplazada por las páginas blancas del listado, apiladas prolijamente.
David se quedó mirando los números y símbolos garrapateados. Se le revolvió el estómago al reconocer los apuntes manuscritos de su hermana.
--Le vi la cara cuando estuvo aquí. Ella te odia, viejo. ShyShy dijo que un trabajo de piratería hábil costaría mucho. Si no había grandes intereses en juego, tal vez era por algo personal. Eso me hizo pensar en alguien de la empresa, y tu hermana parecía ser la persona indicada. Así que Shy-Shy me metió en sus virtuales. Tu hermana no los revisa en busca de fantasmas. --Torció el labio--. Esta noche fue a verlo, mientras tú te ocupabas de los negocios. Creí que quizás él la estaba presionando, pero ella parecía bastante feliz de verlo. Entonces nos metimos en los archivos del tipo y encontramos lo que querías. Es una perra ¿no?
David cerró el puño. Volvió a la habitación principal y entró en la oficina. El escritorio de jade lo esperaba, cubierto de prolijas líneas de escritura en movimiento. Era el resumen de la demanda de Selva, informado por el abogado de la empresa. El resultado previsto era malo para Chen BioRecursos, pagaran o no. Selva los tenía atrapados. Todo era cuestión de cuánto daño deseaba hacer Selva y cuánto dinero estaba dispuesta a gastar para lograrlo. El espionaje y la piratería empresariales estaban siendo sancionados ferozmente en las cortes internacionales. David se quedó mirando las palabras hasta que se borronearon, convirtiéndose en garabatos sin sentido. El mensaje no cambiaba.
Fui bueno, pensó David. Me queda eso. Fui bueno.
En la pared de la oficina de David apareció una puerta. --¿David? --La voz de Flander. Nudillos virtuales golpeando madera virtual.
Vete, pensó David, pero suspiró y abrió la puerta. Flander no estaba solo. Junto a él había una mujer alta. Tenía cabellos plateados, peinados hacia atrás elegantemente, formando una banana en la nuca, y el rostro cuadrado y fuerte. Tenía red.
Shy-Shy. Tenía que ser. La he visto antes, pensó David, pero la conexión se le escapaba.
--Hola. --Su voz era grave y cálida--. Lamento aparecer ante ti de improviso, pero Flander no sabe lo que significa la palabra paciencia. --Revolvió el pelo de Flander con suavidad.
Flander le sonrió y la absoluta unión de ese momento compartido hizo que David desviara la mirada rápidamente.
--Le pedí que entrara --habló Flander--. Shy-Shy es sensacional, viejo. Me hace entrar en cualquier sitio que yo quiera. Puede averiguar quién presentó esa demanda contra ti. Puede averiguar quién está moviendo sus influencias, no hay problema.
David se sentía como si estuviera con la boca abierta. --¿Qué hiciste? --dijo finalmente--. ¿Tradujiste el mensaje privado de mi hermana?
--Claro. Estabas muy contrariado. No hablo la jerga, pero la biblioteca sí. --Levantó un hombro, con gesto despreocupado.
David hizo una mueca, luchando contra una furiosa sensación de invasión. Este era el zorro, se recordó. El fantasma que había entrado y salido de sus composiciones a hurtadillas. Flander era un chico de la calle. Para él no había nada sagrado. David suspiró, cansado más allá de todo--. Has metido la nariz en todo ¿verdad? ¿Hasta en mi oficina?
--No le recrimines tanto. --La mano de Shy-Shy apretó el hombro de Flander, pero el sacudón que le dio fue suave--. Has sido bueno con él y él estaba realmente preocupado. No acepta un no como respuesta. --Sonrió con suavidad y se quitó de la frente un mechón de pelo--. Soy buena --dijo--. Puedo averiguar lo que necesitas saber. Si lo deseas. Él es quien debe decidirlo --le dijo a Flander cuando éste abrió la boca--. La empresa es suya, aunque tú te hayas metido en ella hasta la coronilla.
--Perdona, David. --Había ansiedad en los ojos de Flander--. No me dijiste que no podía mirar.
--Está bien --dijo David. Shy-SHy esperaba, con una posesiva mano todavía apoyada despreocupadamente en el hombro de Flander. Estaba vestida: botas de cuero verdadero, túnica de fibra natural, bordados de hilos luminosos. Artesanal. La elegancia que daba el poder de la calle. No estaba sucia, no estaba delgada. ¿Por qué demonios no cuidaba de Flander?, pensó David con resentimiento--. Estaré muy agradecido si me ayuda. --Se obligó a dejar salir las palabras--. Por el bien de mi padre.
David permaneció en la oficina mientras Shy-Shy y Flander trabajaban en la Red. Trabajaban juntos, y él no quería ver cómo. En lugar de eso, se puso al día con los pedidos de adquisición, con los problemas de los proveedores y con los informes: con todos los monótonos detalles del manejo de una empresa que continuaba funcionando --que tenía que continuar-- a pesar de la tragedia personal. Se ocupó de lo que necesitaba ser atendido, y siguió trabajando, revisando temas de baja prioridad que se habían acumulado como polvo en los rincones de la compañía. Se estaba obsesionando, lo sabía, pero no le importaba. En la habitación privada del hospital, los monitores sanguijuelas amarraban a su padre a la vida. David sentía los números, las proyecciones y las preocupaciones cerrándose alrededor de él como dedos, solidificándose como las paredes de un virtual recién estrenado.
Cuando Flander apareció de repente frente al escritorio, David reaccionó convulsivamente.
--Usa la puerta --le espetó. --Perdón. Lo olvidé. --Flander le sonrió--. Viejo, yo tenía razón. Adiviné. Shy-Shy dijo que habría tardado el doble si yo no le hubiera dado una pista de dónde empezar.
Así que la mujer maravilla con la vestimenta del poder había entrado en Selva. David se desperezó, sintiendo crujir las vértebras. Le dolían los músculos y sintió una conmoción al ver el reloj del escritorio. Habían transcurrido horas. Estuve escondiéndome, pensó David.
--Muéstrame --le dijo a Flander.
--Seguro, viejo. Shy-Shy descubrió todo. Porque yo adiviné una parte. --Flander aún sonreía, satisfecho de sí mismo, lleno de orgullo por este premio que le traía a David--. Mira.
David pestañeó cuando las luces se hicieron más mortecinas. Toda una pared de su oficina refulgió y se convirtió en pantalla. En ella se veía una película, un caleidoscopio parpadeante con antiguo color de cinemascope. En el suelo, frente a ella, se alineaban varias filas de butacas de terciopelo rojo. Había palomitas de maíz y envoltorios de dulces en el piso y una pareja haciéndose apasionados arrumacos en un asiento de adelante. David se preguntó, irritado, cuánto tiempo le habría llevado a Flander diseñar esos detalles. Desvió la mirada hacia la pantalla y se quedó helado.
Allí, en la pantalla, con arenosa pasión bidimensional, se revolcaban Beryl y su hermana mayor, en un enredo de sábanas de seda negra.
--¡El tipo graba todo, viejo!
¡Tendrías que ver lo que Shy-Shy y yo tuvimos que aguantar antes de llegar a esto! --Flander se retorcía como un perrito--. Pero ahí está. Ella le da algo en papel, y cuando ella se va, él lo pasa por el scanner. ¡Cree que tiene una buena seguridad, viejo! ¡Se ve que nunca se topó con Shy-Shy! --La enorme cama se desvaneció y fue reemplazada por las páginas blancas del listado, apiladas prolijamente.
David se quedó mirando los números y símbolos garrapateados. Se le revolvió el estómago al reconocer los apuntes manuscritos de su hermana.
--Le vi la cara cuando estuvo aquí. Ella te odia, viejo. ShyShy dijo que un trabajo de piratería hábil costaría mucho. Si no había grandes intereses en juego, tal vez era por algo personal. Eso me hizo pensar en alguien de la empresa, y tu hermana parecía ser la persona indicada. Así que Shy-Shy me metió en sus virtuales. Tu hermana no los revisa en busca de fantasmas. --Torció el labio--. Esta noche fue a verlo, mientras tú te ocupabas de los negocios. Creí que quizás él la estaba presionando, pero ella parecía bastante feliz de verlo. Entonces nos metimos en los archivos del tipo y encontramos lo que querías. Es una perra ¿no?
Dà Jieh. La Hermana Mayor... la orgullosa, despreciativa Dà Jieh. Todo el tiempo, ella. Había jugado con David como si él fuera un títere, y él se lo había permitido, porque ella era de la familia. Había estado tan ciego ante la realidad como su padre, pero había sido su padre quien había sufrido las consecuencias. David había rechazado la muestra en la galería por nada. Si Dà Jieh quería destruir Chen BioRecursos, no había nada que David pudiera hacer para salvarla. Una parte de él lo había presentido. Quizás esa era la razón por la que se había sepultado bajo los asuntos de trabajo aquella tarde. Había estado escondiéndose de la verdad que había desenterrado la fabulosa Shy-Shy de Flander.
David apretó los dientes hasta que le dolió la mandíbula, luchando contra el profundo resentimiento hacia la extraña que había entrado en la vida de su padre, señalándole despreocupadamente las espantosas grietas de sus cimientos.
--¿David? --Flander le tocó el brazo, tibio cuerpo en tiempo real detrás de esos dedos virtuales--. Lo siento. Lo siento mucho, viejo.
Consuelo en tiempo real, en tiempo carnal, y esa Shy-Shy ni siquiera lo mantenía bien alimentado.
--Gracias --susurró David. No había nada que pudiera hacer--. La clave es Beryl. Comercia con información y utiliza sus influencias. --No importaba--. Necesito hablar con Beryl. --No importaba una mierda... David dio la espalda a Flander y se zambulló en la oficina.
Pasó el resto de la noche buscando a Beryl, persiguiéndolo por el laberinto virtual de los allegados sociales y laborales, saltando de fiesta en fiesta, de indiferencia en indiferencia.
No sé. No lo he visto por aquí.
No sé dónde vive. Nadie lo sabe.
Sé realista, Chen.
Beryl no quería ser hallado. No por David, al menos. En las primeras horas de la mañana, David desistió. Salió de lo poco que quedaba de la fiesta en que había entrado y encontró a Flander en la oficina. Estaba sentado en el suelo, abrazándose las rodillas recogidas, mirando a David. David recordaba vagamente haberlo visto en esa misma posición cada vez que volvía a la oficina.
--Tienes un aspecto de mierda --dijo Flander suavemente--. Vete a dormir, viejo.
--Shy-Shy --dijo David. Emitió el nombre con una seca ronquera--. Tráeme a Shy-Shy. Ella puede encontrar a Beryl.
--Toma un descanso, viejo. --Flander parecía estar angustiado--. El tipo debe andar por ahí. No te suicides, ¿eh?
--¡Ahora! --David cerró el puño. Tenía que encontrar a Beryl, tenía que atraparlo y enfrentarlo, porque si no lo hacía... tendría que enfrentarse a Dà Jieh--. Tráela.
Shy-Shy no se veía como si Flander la hubiera despertado. Lucía fresca, sólidamente serena, como si hubiera estado levantada durante horas, o toda la noche, o quizás no necesitara dormir, pensó amargamente David. Nuevamente, esa puntada de familiaridad, más fuerte esta vez.
--Beryl --dijo él, luchando contra la niebla que persistía en invadirle la cabeza--. El tipo con que mi hermana se... encontró. Se está escondiendo de mí. Necesito su dirección.
--Su seguridad debe haber rastreado mi intromisión. Tal vez presintió que se trataba de ti. --Ella asintió--. No hay problema. Cuando saliste de aquí, cargué su dirección en el archivo de tu oficina. Disculpa. Pensé que la encontrarías. --Shy-Shy le tocó el brazo--. Tienes un aspecto de mierda --dijo ella suavemente--. Vete a dormir, viejo.
Exactamente las mismas palabras de Flander de hacía un minuto, pronunciadas con el fraseo, la sintaxis y la inflexión de Flander. A pesar de su agotamiento --o tal vez gracias a él-- David lo oyó. Las diferencias de timbre y de tonalidad eran engañosas, pero la mecánica era... la misma.
David apretó los dientes hasta que le dolió la mandíbula, luchando contra el profundo resentimiento hacia la extraña que había entrado en la vida de su padre, señalándole despreocupadamente las espantosas grietas de sus cimientos.
--¿David? --Flander le tocó el brazo, tibio cuerpo en tiempo real detrás de esos dedos virtuales--. Lo siento. Lo siento mucho, viejo.
Consuelo en tiempo real, en tiempo carnal, y esa Shy-Shy ni siquiera lo mantenía bien alimentado.
--Gracias --susurró David. No había nada que pudiera hacer--. La clave es Beryl. Comercia con información y utiliza sus influencias. --No importaba--. Necesito hablar con Beryl. --No importaba una mierda... David dio la espalda a Flander y se zambulló en la oficina.
Pasó el resto de la noche buscando a Beryl, persiguiéndolo por el laberinto virtual de los allegados sociales y laborales, saltando de fiesta en fiesta, de indiferencia en indiferencia.
No sé. No lo he visto por aquí.
No sé dónde vive. Nadie lo sabe.
Sé realista, Chen.
Beryl no quería ser hallado. No por David, al menos. En las primeras horas de la mañana, David desistió. Salió de lo poco que quedaba de la fiesta en que había entrado y encontró a Flander en la oficina. Estaba sentado en el suelo, abrazándose las rodillas recogidas, mirando a David. David recordaba vagamente haberlo visto en esa misma posición cada vez que volvía a la oficina.
--Tienes un aspecto de mierda --dijo Flander suavemente--. Vete a dormir, viejo.
--Shy-Shy --dijo David. Emitió el nombre con una seca ronquera--. Tráeme a Shy-Shy. Ella puede encontrar a Beryl.
--Toma un descanso, viejo. --Flander parecía estar angustiado--. El tipo debe andar por ahí. No te suicides, ¿eh?
--¡Ahora! --David cerró el puño. Tenía que encontrar a Beryl, tenía que atraparlo y enfrentarlo, porque si no lo hacía... tendría que enfrentarse a Dà Jieh--. Tráela.
Shy-Shy no se veía como si Flander la hubiera despertado. Lucía fresca, sólidamente serena, como si hubiera estado levantada durante horas, o toda la noche, o quizás no necesitara dormir, pensó amargamente David. Nuevamente, esa puntada de familiaridad, más fuerte esta vez.
--Beryl --dijo él, luchando contra la niebla que persistía en invadirle la cabeza--. El tipo con que mi hermana se... encontró. Se está escondiendo de mí. Necesito su dirección.
--Su seguridad debe haber rastreado mi intromisión. Tal vez presintió que se trataba de ti. --Ella asintió--. No hay problema. Cuando saliste de aquí, cargué su dirección en el archivo de tu oficina. Disculpa. Pensé que la encontrarías. --Shy-Shy le tocó el brazo--. Tienes un aspecto de mierda --dijo ella suavemente--. Vete a dormir, viejo.
Exactamente las mismas palabras de Flander de hacía un minuto, pronunciadas con el fraseo, la sintaxis y la inflexión de Flander. A pesar de su agotamiento --o tal vez gracias a él-- David lo oyó. Las diferencias de timbre y de tonalidad eran engañosas, pero la mecánica era... la misma.
Conocida. Shy-Shy era tan conocida. Por la espalda de David corrió un escalofrío; en los brazos se le puso la piel de gallina. La miró de cerca, esta vez con ojos de artista, viéndola. Cambiando el sexo, el pelo y el color de los ojos, agregando treinta años, se parecía a... Flander. Podía ser su madre o su hermana. En virtual, uno podía cambiar de cuerpo, pero seguía moviéndose igual, pensando igual, hablando igual. El escalofrío se extendió, llenándole el estómago de hielo. Ella vestía bien, pero Flander rapiñaba para vivir. Flander dormía en la calle. ¿Dónde dormía Shy-Shy?
Ahora que sabía mirar, allí estaba. Shy-Shy era Flander y... no lo era.
David tembló, con un breve castañeteo de los dientes. Ella era una simulación, una persona virtual autónoma. Tenía que serlo, y no podía serlo. Nadie podía crear esa clase de lenguaje corporal autónomo. Ella estaba aquí, en la misma oficina que Flander, pero cada uno de sus movimientos era independiente y perfecto. Nadie tenía un talento semejante.
Las huellas digitales de Flander estaban en toda ella. David ya conocía su estilo lo bastante bien como para reconocerlo.
Aun sabiéndolo, ella seguía pareciéndole real.
David no tenía la clase de talento necesario para hacer algo así. Nunca lo tendría. Un adormecimiento le fue subiendo por la punta de los dedos, filtrándose en el cerebro.
--Shy-Shy es una sim --graznó David--. Dios mío, tú la hiciste.
--¡Para nada, viejo! --El cuerpo de Flander dio un respingo, pero él se rió--. ¡Oyelo, Shy-Shy!
David hizo una repentina finta hacia el rostro de Shy-Shy y observó su reacción involuntaria para apartarse, observó cómo se le agrandaban los ojos, cómo se le contraían las pupilas. Perfecta. No se percibía la diferencia. Comparado con ella, la costosa simulación de Renmeyer parecía un autómata.
Y yo que creía ser bueno. David miró fijamente el rostro de Shy-Shy, observándola enojarse, viendo el lenguaje corporal de Flander en lo apretado de sus labios, en lo tenso de sus hombros y en la curva de su espalda. El saber que tenía talento, un gran talento, había sido para David como un talismán que guardaría para siempre.
Flander acababa de quitárselo.
Fanfarroneando. Flander estaba fanfarroneando, como lo había hecho con los helechos. Se había sentado allí, a mirar cómo se desangraba, a reírse a hurtadillas porque el tonto de David no podía siquiera diferenciar una simulación de un virtual en tiempo real.
--Mierdita. --David resopló--. Pequeño vándalo.
Le dio a Flander un puñetazo en el pómulo: cuerpo en tiempo real golpeando cuerpo en tiempo real.
Flander tropezó hacia atrás con un alarido, cayendo a los pies de David.
--¡Basta! --Shy-Shy se arrodilló junto a Flander, con su rostro furioso vuelto hacia David--. ¿Qué diablos te pasa?
--Terminó el juego. --Con los puños cerrados y respirando pesadamente, David se inclinó hacia Flander--. Tú la hiciste. ¡Mírala! Se nota tu estilo. La forma en que coloreas la piel. La forma en que detallas cada pelo y cada arruga. Ella controla sus movimientos, pero es tu lenguaje corporal. Hasta podría funcionar como espejo: es lo mismo, hasta el último gesto. ¿Pensaste que yo era completamente estúpido? --dijo con amargura--. Sí, creí que era real. ¿Te divertiste mirándome mientras hacía el ridículo? ¡Maldito inadaptado callejero! ¡Piensas que eres muy inteligente!
--No fue así. --Flander se levantó con torpeza, con los ojos desorbitados, temblando tanto que apenas podía mantenerse en pie--. Ella es real. Ella me cuida. Siempre. --Arrodillada en el suelo, Shy-Shy se retorcía las manos, con los ojos tan desorbitados como los de Flander--. ¡Ella es real! --chilló Flander--. ¿Me oyes? ¡Ella es real!
La imagen de Shy-Shy reventó como una pompa de jabón. Flander lanzó un grito ronco, animal, y se esfumó de la oficina.
--¿Flander? --aulló David.
Silencio. Filtrándose en el cuerpo de David a medida que pasaban los segundos, congelando su furia, convirtiéndola en un asco frío--. ¿Flander? --volvió a llamar--. ¡Vuelve!
Salió de la oficina, con una premonición aguijoneándole la piel. El laboratorio estaba vacío. Igual que la sala. La puerta que daba al exterior estaba abierta.
Jamás habría sobrevivido sin ella, había dicho Flander de Shy-Shy. Cuando la miraba había amor en sus ojos, y ella también lo amaba. Estaba vestida con ropas de poderoso. ¿Qué niño vestiría a su héroe con andrajos? David miró el pasillo vacío que desembocaba en el ascensor. ¿Era posible?, se preguntó. ¿Podía crearse una persona virtual tan compleja y completa, y luego olvidar que uno la había creado? La respuesta lo asustaba. Uno tendría que estar demente. Gravemente enfermo.
Tal vez. O tal vez tenías que sentir tanta soledad que la creación de algo así serviría para mantenerte cuerdo. Si tenías suficiente talento, podías investir a esa persona de todo el amor, la comodidad y la seguridad que no existían en ninguna parte en tu mundo de tiempo real. En cierto modo, podrías dar vida a esa creación. Al menos hasta que alguien te obligara a enfrentarte con lo que habías hecho.
Realidad e irrealidad. ¿Dónde terminaba una y empezaba la otra? Maté a Shy-Shy, pensó David, y se retorció de súbita pena. Se miró las manos. Estaban limpias. Ningún rastro de la sangre de Shy-Shy. Se limpió las palmas en la túnica y regresó a sus habitaciones vacías para cumplir con lo que le había prometido a su padre.
La dirección que Shy-Shy --que Flander-- había dejado en sus archivos lo llevó a un decrépito edificio de ladrillos. Se encontraba en los confines de la cicatriz quemada que alguna vez había sido el Barrio de Los Angeles, y parecía que había sufrido de un constante descuido durante por lo menos un siglo. Un viejo terremoto había descascarado la fachada de cemento y los ladrillos deteriorados estaban atravesados por grietas negras y zigzagueantes. No había cerradura en la entrada. Adentro olía a orina. David respiró con desgano. El letrero de No Funciona pegado en el ascensor parecía tan viejo como el edificio. David subió por la escalera. De la alfombra coloreada de barro se elevaban motas de polvo que quedaban colgadas en el aire, reluciendo como oro bajo los rayos de sol que atravesaban las mugrientas ventanas del rellano.
Beryl vivía en el tercer piso. David se quedó en el rellano unos minutos, recuperando el aliento, esperando que el corazón volviera a latir normalmente. No hay seguridad de importancia, había leído en las notas de su archivo. Está a salvo porque nadie sabe dónde vive. Las palabras de Shy-Shy. La voz de Flander. David se inclinó para examinar las cerraduras. Eran mecánicas. Tan viejas como el edificio. Buena treta, pensó David fríamente. ¿Qué ladrón se tomaría la molestia? Deslizó la delgada hoja de la tarjeta abridora en la primera cerradura. Uno a uno, los cerrojos hicieron clic. David movió la perilla, empujó y avanzó.
La suciedad que había adentro lo hizo detenerse en el umbral. La atiborrada habitación olía peor que el pasillo: una mezcla de olor a tierra, cuerpo humano sin bañarse y comida en mal estado. Había platos mugrientos y ropa tirada por todas partes. El polvo formaba una película sobre la mesa, que estaba sucia de manchas indescifrables. Beryl estaba sentado en el borde de la cama, totalmente desnudo, con los vidriosos ojos bien abiertos.
Como David, tenía una red. La luz brillaba en los hilos plateados de su piel. David se sentía sordamente perplejo. El Beryl que él conocía era todo felino, grácil, hermoso y desbordante de autoconfianza. El Beryl virtual. El Beryl en tiempo carnal era de baja estatura, de músculos blandos y fláccidos, con una capa de grasa alrededor de la cintura y hombros caídos. Bajo el resplandor de las luces cenitales, su piel parecía translúcida, de una enfermiza palidez, como la de un insecto que habitara en una cueva.
Beryl tuvo un escalofrío al salir del virtual y luego su rostro se puso tenso, con una expresión sorprendida y asustada.
--¿Qué demonios estás haciendo aquí? Lárgate --dijo con la sedosa voz de Beryl.
David miró las sucias sábanas de algodón de la estrecha cama, recordando la seda negra y los suaves hombros de su hermana.
--Era un virtual --dijo--. Flander tenía razón. Esto no fue extorsión.
¿Por qué? David hizo un ligero movimiento de cabeza. ¿Para tenderle una trampa? ¿Ella estaba dispuesta a poner en peligro a la compañía con tal de hacerlo quedar como un incompetente? Lo mismo daba, pensó con amargura. Su padre no dejaría de creer en su hijo virtual, por más que hiciera Dà Jieh. Avanzó un paso más hacia Beryl. Otro.
--¡Eh, amigo! --Beryl retrocedió rápidamente y gruñó al chocarse contra el borde de la mesa--. La violencia no es necesaria, ¿está bien? --tartamudeó--. Mira, hagámoslo en un lugar más cómodo. ¿Qué tal tu oficina?
--Creo que prefiero tiempo carnal. --David avanzó otro paso, con las manos a los costados del cuerpo. El rostro de Beryl estaba perlado de transpiración, y David percibió el agrio olor de su miedo. Tiene miedo de mí, pensó. No porque pueda lastimarlo, sino simplemente porque estoy aquí--. Bueno, dime. --Se inclinó más, echando el aliento a la cara de Beryl--. Cuéntamelo todo.
--Claro, viejo. ¿Qué hay que contar? --Beryl estaba echado hacia atrás, apartándose de David, con las manos apoyadas en la mesa--. Fue sólo una pequeña negociación. Una dulce trampa, si quieres saberlo. Tu hermana es una mujer dura. Una operadora. --Retrocedió, aunque David no había movido un músculo--. Ella me dio la información --dijo sin aliento--. Lo único que hice fue pasársela a Selva... conozco a alguien allí... y arreglar los detalles con ellos. Mira, ella preparó la traición. Yo sólo fui un intermediario. Esa es la verdad, amigo.
Sí, probablemente ésa era la verdad. Más o menos.
--Vas a suspender lo de Selva --dijo David con suavidad--. Van a retirar la demanda.
--De ninguna manera. --La voz de Beryl ascendió media octava--. Con este mordisco a Chen BioRecursos van a hacer mucho dinero. No van a renunciar a eso.
--Sé dónde vives. --David no sonreía. Beryl se estremeció--. Tengo copia de los datos pirateados, así que ese mordisco ya no es tan seguro. Pondré algo de dinero y tú cubrirás la suma restante. Ya encontrarás algo que negociar. Tienes una hora --dijo--. Pasado ese lapso, haré pública tu dirección.
--Está bien. --Los brazos de Beryl temblaban--. Está bien, desgraciado.
David se sentó cautelosamente en el borde de la silla tapizada. En el apoyabrazos se había derramado y secado algo amarillento. Parecía vómito. David apartó la vista y observó que Beryl se metía en un virtual.
Ahora veía al Beryl que conocía. El lenguaje corporal del sujeto cambió. Se le afirmaron los músculos de la cara. Del otro lado de un muro electrónico invisible, echó atrás su hermosa cabeza, hizo un gesto despectivo, se introdujo en el día de alguien como un sonriente leopardo. Su cuerpo hacía la mímica de esos movimientos. ¿Cuál de ellos es real?, se preguntó David de pronto. ¿Este Beryl o el otro? Sintió un mareo. Se sintió oprimido por el hedor de la habitación y en su estómago se movió un seco dedo de náusea.
--Listo. --Beryl finalmente salió. Con los brazos cruzados y la espalda contra la pared, miró a David--. Revisa tu correspondencia. Selva retira la demanda. Ahora sal que aquí.
David revisó. Allí estaba el retiro formal, archivado y legalizado. Se puso de pie, miró el rostro fláccido y convulsivo de Beryl, y se marchó. Afuera, las mugrientas calles de la ciudad le parecieron el paraíso. La náusea aún estaba enroscada en sus tripas. Beryl iba a tener que mudarse. Su invisibilidad había quedado al descubierto. David lo imaginó caminando por las calles atestadas, atrapado en el tiempo real hasta encontrar un nuevo alojamiento.
Beryl recibiría su castigo. David detuvo un taxi y le dio la dirección del laboratorio.
Su hermana lo estaba esperando. Beryl la había llamado, por supuesto. Ella lo saludó serenamente y lo escoltó hasta su departamento privado, en el segundo piso del edificio que contenía su laboratorio. La decoración inmaculada, casi espartana, discordaba con el recuerdo del espantoso desorden de Beryl. Miró el perfil de su hermana, terso y perfecto como la porcelana, preguntándose qué necesidades la habían obligado a meterse en la cama virtual de Beryl. ¿Sólo el sexo? ¿O algo más?
--No esperaba que descubrieras mi pequeño plan. --Colocó una bandeja sobre la mesa de laca--. Esperaba que te despistaran los rumores sobre piratería que hicimos correr. ¿Té? --Le entregó una delicada taza.
El barniz no tenía profundidad y era de un negro centellante. Una diminuta perla ilusoria brillaba en el fondo. --Hiciste todo esto sólo para hacerme quedar mal --dijo David--. Estuviste a un tris de destruir a Chen BioRecursos. --De destruir a papá--. No se lo conté a Fuchin --continuó--. Todavía.
--No trates de poner a papá en mi contra. Estoy harta de él y de ti. --Sus ojos centelleaban, duros y sin profundidad como el barniz de la taza que sostenía--. A ti no te importa Chen BioRecursos. Es una carga para ti, una cosa que te distrae de tu supuesto arte, Hermanito.
--Hizo una mueca--. Yo soy Chen BioRecursos. Yo diseño los patrones que vendemos. Yo me preocupo por la empresa más de lo que nuestro padre jamás lo hizo. Pero soy nada más que una hija. Por eso Fuchin tuvo que buscarse una yegua madre y fabricarse un hijo. He pasado toda mi vida haciendo funcionar a Chen BioRecursos, y él te la va a dar a ti. Porque eres su hijo. --Le tembló la voz--. Tanaka quiere un nuevo krill que estoy desarrollando. Me valora por lo que soy. Me ofreció un puesto como jefa de la unidad de diseño de aquacultura y lo voy a aceptar. Fuchin seguirá teniendo una empresa para darte, pero sin mí no valdrá mucho. Dile lo que quieras, Hermanito. Me importa un rábano.
Dà Jieh. Hermana Mayor. David bajó la vista y miró la taza que tenía en las manos, recordando la mirada de ella cuando papá alardeaba de los logros de su hijo ante aquel visitante olvidado. La perla ilusoria brillaba en el fondo de la taza. Su hermana y su padre compartían la misma pasión, el mismo virtual. Chen BioRecursos: Inmortalidad, Dinastía, Vida. Pero papá sólo podía visualizarla a través de un hijo.
David apoyó la taza con mucho cuidado.
--Soy un egocéntrico --le dijo a su hermana--. No lo entendía. Perdóname.
La dejó allí sentada, con la taza negra en las manos y una expresión de cautelosa sorpresa en la cara.
El departamento de David aullaba en silencio. Merodeó por la habitación vacía, escrutó el laboratorio. Se quitó la túnica por encima de la cabeza, la arrojó a un rincón y entró en el estudio. Una a una, fue sacando las telas. Ni señales de huellas de zorro recientes. David tomó la composición del volcán y la expandió. Flander estaba presente en cada detalle. David veía su firma en las sombras proyectadas por las briznas de hierba, en la luz que destellaba en una diminuta porción de roca lisa. Las estrellas caían en cascada dentro de la caldera, muriendo con un débil resplandor.
Ahora que sabía mirar, allí estaba. Shy-Shy era Flander y... no lo era.
David tembló, con un breve castañeteo de los dientes. Ella era una simulación, una persona virtual autónoma. Tenía que serlo, y no podía serlo. Nadie podía crear esa clase de lenguaje corporal autónomo. Ella estaba aquí, en la misma oficina que Flander, pero cada uno de sus movimientos era independiente y perfecto. Nadie tenía un talento semejante.
Las huellas digitales de Flander estaban en toda ella. David ya conocía su estilo lo bastante bien como para reconocerlo.
Aun sabiéndolo, ella seguía pareciéndole real.
David no tenía la clase de talento necesario para hacer algo así. Nunca lo tendría. Un adormecimiento le fue subiendo por la punta de los dedos, filtrándose en el cerebro.
--Shy-Shy es una sim --graznó David--. Dios mío, tú la hiciste.
--¡Para nada, viejo! --El cuerpo de Flander dio un respingo, pero él se rió--. ¡Oyelo, Shy-Shy!
David hizo una repentina finta hacia el rostro de Shy-Shy y observó su reacción involuntaria para apartarse, observó cómo se le agrandaban los ojos, cómo se le contraían las pupilas. Perfecta. No se percibía la diferencia. Comparado con ella, la costosa simulación de Renmeyer parecía un autómata.
Y yo que creía ser bueno. David miró fijamente el rostro de Shy-Shy, observándola enojarse, viendo el lenguaje corporal de Flander en lo apretado de sus labios, en lo tenso de sus hombros y en la curva de su espalda. El saber que tenía talento, un gran talento, había sido para David como un talismán que guardaría para siempre.
Flander acababa de quitárselo.
Fanfarroneando. Flander estaba fanfarroneando, como lo había hecho con los helechos. Se había sentado allí, a mirar cómo se desangraba, a reírse a hurtadillas porque el tonto de David no podía siquiera diferenciar una simulación de un virtual en tiempo real.
--Mierdita. --David resopló--. Pequeño vándalo.
Le dio a Flander un puñetazo en el pómulo: cuerpo en tiempo real golpeando cuerpo en tiempo real.
Flander tropezó hacia atrás con un alarido, cayendo a los pies de David.
--¡Basta! --Shy-Shy se arrodilló junto a Flander, con su rostro furioso vuelto hacia David--. ¿Qué diablos te pasa?
--Terminó el juego. --Con los puños cerrados y respirando pesadamente, David se inclinó hacia Flander--. Tú la hiciste. ¡Mírala! Se nota tu estilo. La forma en que coloreas la piel. La forma en que detallas cada pelo y cada arruga. Ella controla sus movimientos, pero es tu lenguaje corporal. Hasta podría funcionar como espejo: es lo mismo, hasta el último gesto. ¿Pensaste que yo era completamente estúpido? --dijo con amargura--. Sí, creí que era real. ¿Te divertiste mirándome mientras hacía el ridículo? ¡Maldito inadaptado callejero! ¡Piensas que eres muy inteligente!
--No fue así. --Flander se levantó con torpeza, con los ojos desorbitados, temblando tanto que apenas podía mantenerse en pie--. Ella es real. Ella me cuida. Siempre. --Arrodillada en el suelo, Shy-Shy se retorcía las manos, con los ojos tan desorbitados como los de Flander--. ¡Ella es real! --chilló Flander--. ¿Me oyes? ¡Ella es real!
La imagen de Shy-Shy reventó como una pompa de jabón. Flander lanzó un grito ronco, animal, y se esfumó de la oficina.
--¿Flander? --aulló David.
Silencio. Filtrándose en el cuerpo de David a medida que pasaban los segundos, congelando su furia, convirtiéndola en un asco frío--. ¿Flander? --volvió a llamar--. ¡Vuelve!
Salió de la oficina, con una premonición aguijoneándole la piel. El laboratorio estaba vacío. Igual que la sala. La puerta que daba al exterior estaba abierta.
Jamás habría sobrevivido sin ella, había dicho Flander de Shy-Shy. Cuando la miraba había amor en sus ojos, y ella también lo amaba. Estaba vestida con ropas de poderoso. ¿Qué niño vestiría a su héroe con andrajos? David miró el pasillo vacío que desembocaba en el ascensor. ¿Era posible?, se preguntó. ¿Podía crearse una persona virtual tan compleja y completa, y luego olvidar que uno la había creado? La respuesta lo asustaba. Uno tendría que estar demente. Gravemente enfermo.
Tal vez. O tal vez tenías que sentir tanta soledad que la creación de algo así serviría para mantenerte cuerdo. Si tenías suficiente talento, podías investir a esa persona de todo el amor, la comodidad y la seguridad que no existían en ninguna parte en tu mundo de tiempo real. En cierto modo, podrías dar vida a esa creación. Al menos hasta que alguien te obligara a enfrentarte con lo que habías hecho.
Realidad e irrealidad. ¿Dónde terminaba una y empezaba la otra? Maté a Shy-Shy, pensó David, y se retorció de súbita pena. Se miró las manos. Estaban limpias. Ningún rastro de la sangre de Shy-Shy. Se limpió las palmas en la túnica y regresó a sus habitaciones vacías para cumplir con lo que le había prometido a su padre.
La dirección que Shy-Shy --que Flander-- había dejado en sus archivos lo llevó a un decrépito edificio de ladrillos. Se encontraba en los confines de la cicatriz quemada que alguna vez había sido el Barrio de Los Angeles, y parecía que había sufrido de un constante descuido durante por lo menos un siglo. Un viejo terremoto había descascarado la fachada de cemento y los ladrillos deteriorados estaban atravesados por grietas negras y zigzagueantes. No había cerradura en la entrada. Adentro olía a orina. David respiró con desgano. El letrero de No Funciona pegado en el ascensor parecía tan viejo como el edificio. David subió por la escalera. De la alfombra coloreada de barro se elevaban motas de polvo que quedaban colgadas en el aire, reluciendo como oro bajo los rayos de sol que atravesaban las mugrientas ventanas del rellano.
Beryl vivía en el tercer piso. David se quedó en el rellano unos minutos, recuperando el aliento, esperando que el corazón volviera a latir normalmente. No hay seguridad de importancia, había leído en las notas de su archivo. Está a salvo porque nadie sabe dónde vive. Las palabras de Shy-Shy. La voz de Flander. David se inclinó para examinar las cerraduras. Eran mecánicas. Tan viejas como el edificio. Buena treta, pensó David fríamente. ¿Qué ladrón se tomaría la molestia? Deslizó la delgada hoja de la tarjeta abridora en la primera cerradura. Uno a uno, los cerrojos hicieron clic. David movió la perilla, empujó y avanzó.
La suciedad que había adentro lo hizo detenerse en el umbral. La atiborrada habitación olía peor que el pasillo: una mezcla de olor a tierra, cuerpo humano sin bañarse y comida en mal estado. Había platos mugrientos y ropa tirada por todas partes. El polvo formaba una película sobre la mesa, que estaba sucia de manchas indescifrables. Beryl estaba sentado en el borde de la cama, totalmente desnudo, con los vidriosos ojos bien abiertos.
Como David, tenía una red. La luz brillaba en los hilos plateados de su piel. David se sentía sordamente perplejo. El Beryl que él conocía era todo felino, grácil, hermoso y desbordante de autoconfianza. El Beryl virtual. El Beryl en tiempo carnal era de baja estatura, de músculos blandos y fláccidos, con una capa de grasa alrededor de la cintura y hombros caídos. Bajo el resplandor de las luces cenitales, su piel parecía translúcida, de una enfermiza palidez, como la de un insecto que habitara en una cueva.
Beryl tuvo un escalofrío al salir del virtual y luego su rostro se puso tenso, con una expresión sorprendida y asustada.
--¿Qué demonios estás haciendo aquí? Lárgate --dijo con la sedosa voz de Beryl.
David miró las sucias sábanas de algodón de la estrecha cama, recordando la seda negra y los suaves hombros de su hermana.
--Era un virtual --dijo--. Flander tenía razón. Esto no fue extorsión.
¿Por qué? David hizo un ligero movimiento de cabeza. ¿Para tenderle una trampa? ¿Ella estaba dispuesta a poner en peligro a la compañía con tal de hacerlo quedar como un incompetente? Lo mismo daba, pensó con amargura. Su padre no dejaría de creer en su hijo virtual, por más que hiciera Dà Jieh. Avanzó un paso más hacia Beryl. Otro.
--¡Eh, amigo! --Beryl retrocedió rápidamente y gruñó al chocarse contra el borde de la mesa--. La violencia no es necesaria, ¿está bien? --tartamudeó--. Mira, hagámoslo en un lugar más cómodo. ¿Qué tal tu oficina?
--Creo que prefiero tiempo carnal. --David avanzó otro paso, con las manos a los costados del cuerpo. El rostro de Beryl estaba perlado de transpiración, y David percibió el agrio olor de su miedo. Tiene miedo de mí, pensó. No porque pueda lastimarlo, sino simplemente porque estoy aquí--. Bueno, dime. --Se inclinó más, echando el aliento a la cara de Beryl--. Cuéntamelo todo.
--Claro, viejo. ¿Qué hay que contar? --Beryl estaba echado hacia atrás, apartándose de David, con las manos apoyadas en la mesa--. Fue sólo una pequeña negociación. Una dulce trampa, si quieres saberlo. Tu hermana es una mujer dura. Una operadora. --Retrocedió, aunque David no había movido un músculo--. Ella me dio la información --dijo sin aliento--. Lo único que hice fue pasársela a Selva... conozco a alguien allí... y arreglar los detalles con ellos. Mira, ella preparó la traición. Yo sólo fui un intermediario. Esa es la verdad, amigo.
Sí, probablemente ésa era la verdad. Más o menos.
--Vas a suspender lo de Selva --dijo David con suavidad--. Van a retirar la demanda.
--De ninguna manera. --La voz de Beryl ascendió media octava--. Con este mordisco a Chen BioRecursos van a hacer mucho dinero. No van a renunciar a eso.
--Sé dónde vives. --David no sonreía. Beryl se estremeció--. Tengo copia de los datos pirateados, así que ese mordisco ya no es tan seguro. Pondré algo de dinero y tú cubrirás la suma restante. Ya encontrarás algo que negociar. Tienes una hora --dijo--. Pasado ese lapso, haré pública tu dirección.
--Está bien. --Los brazos de Beryl temblaban--. Está bien, desgraciado.
David se sentó cautelosamente en el borde de la silla tapizada. En el apoyabrazos se había derramado y secado algo amarillento. Parecía vómito. David apartó la vista y observó que Beryl se metía en un virtual.
Ahora veía al Beryl que conocía. El lenguaje corporal del sujeto cambió. Se le afirmaron los músculos de la cara. Del otro lado de un muro electrónico invisible, echó atrás su hermosa cabeza, hizo un gesto despectivo, se introdujo en el día de alguien como un sonriente leopardo. Su cuerpo hacía la mímica de esos movimientos. ¿Cuál de ellos es real?, se preguntó David de pronto. ¿Este Beryl o el otro? Sintió un mareo. Se sintió oprimido por el hedor de la habitación y en su estómago se movió un seco dedo de náusea.
--Listo. --Beryl finalmente salió. Con los brazos cruzados y la espalda contra la pared, miró a David--. Revisa tu correspondencia. Selva retira la demanda. Ahora sal que aquí.
David revisó. Allí estaba el retiro formal, archivado y legalizado. Se puso de pie, miró el rostro fláccido y convulsivo de Beryl, y se marchó. Afuera, las mugrientas calles de la ciudad le parecieron el paraíso. La náusea aún estaba enroscada en sus tripas. Beryl iba a tener que mudarse. Su invisibilidad había quedado al descubierto. David lo imaginó caminando por las calles atestadas, atrapado en el tiempo real hasta encontrar un nuevo alojamiento.
Beryl recibiría su castigo. David detuvo un taxi y le dio la dirección del laboratorio.
Su hermana lo estaba esperando. Beryl la había llamado, por supuesto. Ella lo saludó serenamente y lo escoltó hasta su departamento privado, en el segundo piso del edificio que contenía su laboratorio. La decoración inmaculada, casi espartana, discordaba con el recuerdo del espantoso desorden de Beryl. Miró el perfil de su hermana, terso y perfecto como la porcelana, preguntándose qué necesidades la habían obligado a meterse en la cama virtual de Beryl. ¿Sólo el sexo? ¿O algo más?
--No esperaba que descubrieras mi pequeño plan. --Colocó una bandeja sobre la mesa de laca--. Esperaba que te despistaran los rumores sobre piratería que hicimos correr. ¿Té? --Le entregó una delicada taza.
El barniz no tenía profundidad y era de un negro centellante. Una diminuta perla ilusoria brillaba en el fondo. --Hiciste todo esto sólo para hacerme quedar mal --dijo David--. Estuviste a un tris de destruir a Chen BioRecursos. --De destruir a papá--. No se lo conté a Fuchin --continuó--. Todavía.
--No trates de poner a papá en mi contra. Estoy harta de él y de ti. --Sus ojos centelleaban, duros y sin profundidad como el barniz de la taza que sostenía--. A ti no te importa Chen BioRecursos. Es una carga para ti, una cosa que te distrae de tu supuesto arte, Hermanito.
--Hizo una mueca--. Yo soy Chen BioRecursos. Yo diseño los patrones que vendemos. Yo me preocupo por la empresa más de lo que nuestro padre jamás lo hizo. Pero soy nada más que una hija. Por eso Fuchin tuvo que buscarse una yegua madre y fabricarse un hijo. He pasado toda mi vida haciendo funcionar a Chen BioRecursos, y él te la va a dar a ti. Porque eres su hijo. --Le tembló la voz--. Tanaka quiere un nuevo krill que estoy desarrollando. Me valora por lo que soy. Me ofreció un puesto como jefa de la unidad de diseño de aquacultura y lo voy a aceptar. Fuchin seguirá teniendo una empresa para darte, pero sin mí no valdrá mucho. Dile lo que quieras, Hermanito. Me importa un rábano.
Dà Jieh. Hermana Mayor. David bajó la vista y miró la taza que tenía en las manos, recordando la mirada de ella cuando papá alardeaba de los logros de su hijo ante aquel visitante olvidado. La perla ilusoria brillaba en el fondo de la taza. Su hermana y su padre compartían la misma pasión, el mismo virtual. Chen BioRecursos: Inmortalidad, Dinastía, Vida. Pero papá sólo podía visualizarla a través de un hijo.
David apoyó la taza con mucho cuidado.
--Soy un egocéntrico --le dijo a su hermana--. No lo entendía. Perdóname.
La dejó allí sentada, con la taza negra en las manos y una expresión de cautelosa sorpresa en la cara.
El departamento de David aullaba en silencio. Merodeó por la habitación vacía, escrutó el laboratorio. Se quitó la túnica por encima de la cabeza, la arrojó a un rincón y entró en el estudio. Una a una, fue sacando las telas. Ni señales de huellas de zorro recientes. David tomó la composición del volcán y la expandió. Flander estaba presente en cada detalle. David veía su firma en las sombras proyectadas por las briznas de hierba, en la luz que destellaba en una diminuta porción de roca lisa. Las estrellas caían en cascada dentro de la caldera, muriendo con un débil resplandor.
La composición era una obra maestra.
Gracias a Flander... el chico loco y talentoso que ahora se había ido, tal vez para siempre. ¿Qué sería de él, sin Shy-Shy? Quizás podría recrearla, volver a convencerse de algún modo de que ella era real. Quizás no podría.
--Borrar --gritó David con la voz quebrada--. Borrar todos los archivos. --Las estrellas moribundas temblaron.
¿Está seguro de que quiere hacerlo?, inquirió el programa Estudio.
David abrió la boca. La cerró. Esto es lo mismo que hizo mi hermana, pensó, y se sintió mareado. Celosa, herida y enojada, había tratado de destrozar lo que amaba. David tocó una hoja de helecho, percibiendo los puntitos color canela de las esporas en la parte inferior. Yo iba a destruir esto, pensó, porque estoy herido y porque estoy... celoso.
Celoso. Nunca sería tan bueno como Flander. Tarde o temprano, el mundo se enteraría.
--Cancelar la orden --dijo David. Encogió la escena hasta volver a convertirla en una tela y la guardó cuidadosamente--. Tela nueva --dijo, y tomó el rectángulo blanco que apareció en el aire. Éste se estiró en sus manos, cegadoramente vacío--. Celeste --dijo David, y pintó cielo en la extensión de nada. Lo mutó a un azul crepuscular y lo sombreó con obscuridad: la noche filtrándose en el desganado final del día.
David siguió trabajando hasta el anochecer, en un frenesí creativo. Esculpió la imagen de Shy-Shy, recordando los erosionados ángulos de su rostro, el amor y la calidez que Flander había puesto en sus ojos. Le agregó los rasgos furtivos y huidizos de un zorro, amalgamándolo todo en una sinfonía de amor, de esperanza y sueños compartidos, de obscuridad y luz. También incluyó a su padre, dándole unos ciegos ojos virtuales que todo lo veían y un rostro afligido. La realidad y la irrealidad se enmarañaban una con otra, se convertían en una madeja de esperanzas, miedos y deseos humanos.
En algún momento, bien entrado el día siguiente, David se desmayó. Al caer, con los miembros flotando hacia el piso en cámara lenta, la composición se desplegó dentro de su cabeza. Era buena. David tuvo un penetrante momento de triunfo y luego el suelo le tocó la cara y la obscuridad se lo tragó entero.
Todos fueron a ver a papá el día que salió del hospital. Le llevaron regalos, platos selectos de fruta fresca o mariscos de cosecha natural, y él se regodeó con sus atenciones. Se lo veía mejor de lo que había estado en meses. Esta era la Familia, operando como debía. Chen BioRecursos en carne y hueso. El virtual estaba intacto. David permaneció en la periferia, consciente de que Shau Jieh lo estaba vigilando. Su hermana mayor lo saludó con la cabeza, y su rostro de porcelana no revelaba ni un eco de la entrevista. Si estaba preocupada por que David denunciara la parte que ella había jugado en el asunto de la demanda judicial, no lo demostraba. Su jueguito de espionaje había sido el puñetazo de una niña furiosa. Su pase a Tanaka era la destrucción calculada de una adulta. En cualquiera de los dos casos, Chen BioRecursos moriría.
Moriría era la palabra adecuada. Fuchin era Chen BioRecursos. David lo había entendido en el hospital, cuando le había hecho la promesa a su padre. Suspiró. Se podía matar en virtual. En los locales ilegales, se podía matar el cuerpo con drogas o armas irreales. Se podía matar el alma. David trató de ahuyentar la imagen de la cara de Flander al ver que Shy-Shy desaparecía de su vida. Nos rodeamos de irrealidad, pensó. No sólo los tipos como Beryl, que se han retirado del mundo físico, sino también la gente como papá, que se ha rodeado con una realidad ilusoria hecha a la medida de sus necesidades.
Su hermana del medio por fin había sacado a sus hijos de la habitación. Sólo quedaba Shau Jieh. David se acercó a la cama. Se arrodilló y tomó la mano de su padre en las suyas.
--Estoy muy contento de que te sientas mejor --dijo en un mandarín perfecto y cuidadoso.
--Hiciste lo que te pedí. Lograste que Selva retirara la demanda. Estoy orgulloso de ti, Er-dz.
David apartó la vista de la mirada aprobatoria de su padre. Una parte de él siempre anhelaría esa aprobación. Una parte de él había estado dispuesta a abandonarlo todo por esa aprobación. David respiró profundamente.
--Selva decidió que la demanda no justificaba los gastos. Fuchin, me voy de Chen BioRecursos. Ya no puedo trabajar más para ti.
--¿Qué estás diciéndome? –Su padre se enderezó con dificultad; le temblaban las mejillas--. Tonterías. ¿Qué vas a hacer? ¿Abandonar a tu familia? ¿Darnos la espalda?
--No quiero abandonarte --dijo David cariñosamente--. Sigo siendo tu hijo, sigo siendo David Chen, pero no puedo dirigir la empresa. No quiero dirigirla.
--Lo que quieras no tiene nada que ver. Tienes una responsabilidad. Ante mí. Ante la familia. --Sí, la tengo. --David se puso de pie--. Sé que hay gente que hará el trabajo mejor que yo. Estoy pensando en la familia.
--Sólo piensas en ti mismo. --El tono de su padre destilaba amargura--. Como tu madre.
Papá nunca antes le había hablado de su madre. Había dolor en su voz. David estiró el brazo, miró la luz que corría por los hilos plateados incrustados en su piel. ¿Ella le había implantado una esperanza o un eco de sus propios sueños frustrados? Se lo preguntaré, pensó David. Necesito preguntárselo.
--Dwèi bu chi, perdóname, Fuchin. --David extendió la mano y tocó suavemente el hombro de su padre--. Lo que hago es lo mejor. Espero que lo entiendas, algún día.
Su padre volvió el rostro a la pared, con una expresión cerrada, dura como la piedra.
--¿Fuchin?
Su padre no dio señales de haberlo oído. David se miró las manos. Temblaban. Cerró los puños y se alejó. Dà Jieh todavía estaba en el atrio. Estaba sentada en el banco junto al estanque holo, mirando los peces dorados y blancos.
--La realidad y la irrealidad no son tan fáciles de diferenciar. --David se detuvo a su lado--. A veces lo irreal tiene tanto poder como lo real. Tal vez más.
--¿Ahora estás tratando de ser filósofo? Pensé que eras artista. --El tono de ella era ácido.
--Transferí mis acciones de la empresa a tu cuenta. --David miró el gracioso ondular de las aletas de los peces--. Eso te da una amplia mayoría.
--¿Qué estás diciendo? –Su expresión era precavida, como si estuviera esperando una trampa.
En cierta forma, era una trampa. David suspiró. --No puedo impedirte que vayas a trabajar para Tanaka. No puedo impedirte que destruyas a Chen BioRecursos. Pero si te quedas, Fuchin tendrá que prestarte atención. Creo que no le gustará, pero yo he renunciado. Puede que eso lo haga cambiar un poco de actitud.
--¿Vas a marcharte? ¿A darme todas tus acciones así como así, sin condiciones?
--Revisa tu cuenta. Está hecho. Ya no puedo cambiarlo. --Esas acciones serían las cadenas que la sujetarían para siempre. Ella se preocupaba por Chen BioRecursos tanto como su padre. David dejó caer un guijarro en el agua y observó cómo se formaban y expandían las ondas, persiguiéndose unas a otras a través de la quieta superficie. Flander tenía razón. David estaba demasiado atado a la realidad. Levantó la cabeza y su mirada se encontró con los negros ojos de porcelana de su hermana. -- Ojalá yo tuviera tanto talento como tú --dijo suavemente.
Algo relampagueó en esos ojos sin fondo y ella bajó la cabeza. --Si lo que me dices es cierto --dijo ella--, es probable que rechace la oferta de Tanaka.
--Así lo espero. --David se alejó.
Shau Jieh estaba esperándolo junto al ascensor. No dijo nada, pero sus ojos estaban tristes.
--Nuestra hermana es el hijo que quiere Fuchin --le dijo David--. Nada tiene que ver el sexo. ¿Crees que alguna vez lo entenderá?
--No sé --dijo ella--. Lo lamento.
--Yo también. --Había destruido al David Chen en que creía su padre. Lo había hecho para preservar con vida a Chen BioRecursos, destrozando una ilusión pequeña para salvar a la grande. No había manera de restañar la herida que había dejado en el dormitorio de su padre. Una parte de David siempre sentiría dolor por ese padre perdido. Con delicadeza, David levantó la mano de su hermana, la besó, y entró en el ascensor.
Gracias a Flander... el chico loco y talentoso que ahora se había ido, tal vez para siempre. ¿Qué sería de él, sin Shy-Shy? Quizás podría recrearla, volver a convencerse de algún modo de que ella era real. Quizás no podría.
--Borrar --gritó David con la voz quebrada--. Borrar todos los archivos. --Las estrellas moribundas temblaron.
¿Está seguro de que quiere hacerlo?, inquirió el programa Estudio.
David abrió la boca. La cerró. Esto es lo mismo que hizo mi hermana, pensó, y se sintió mareado. Celosa, herida y enojada, había tratado de destrozar lo que amaba. David tocó una hoja de helecho, percibiendo los puntitos color canela de las esporas en la parte inferior. Yo iba a destruir esto, pensó, porque estoy herido y porque estoy... celoso.
Celoso. Nunca sería tan bueno como Flander. Tarde o temprano, el mundo se enteraría.
--Cancelar la orden --dijo David. Encogió la escena hasta volver a convertirla en una tela y la guardó cuidadosamente--. Tela nueva --dijo, y tomó el rectángulo blanco que apareció en el aire. Éste se estiró en sus manos, cegadoramente vacío--. Celeste --dijo David, y pintó cielo en la extensión de nada. Lo mutó a un azul crepuscular y lo sombreó con obscuridad: la noche filtrándose en el desganado final del día.
David siguió trabajando hasta el anochecer, en un frenesí creativo. Esculpió la imagen de Shy-Shy, recordando los erosionados ángulos de su rostro, el amor y la calidez que Flander había puesto en sus ojos. Le agregó los rasgos furtivos y huidizos de un zorro, amalgamándolo todo en una sinfonía de amor, de esperanza y sueños compartidos, de obscuridad y luz. También incluyó a su padre, dándole unos ciegos ojos virtuales que todo lo veían y un rostro afligido. La realidad y la irrealidad se enmarañaban una con otra, se convertían en una madeja de esperanzas, miedos y deseos humanos.
En algún momento, bien entrado el día siguiente, David se desmayó. Al caer, con los miembros flotando hacia el piso en cámara lenta, la composición se desplegó dentro de su cabeza. Era buena. David tuvo un penetrante momento de triunfo y luego el suelo le tocó la cara y la obscuridad se lo tragó entero.
Todos fueron a ver a papá el día que salió del hospital. Le llevaron regalos, platos selectos de fruta fresca o mariscos de cosecha natural, y él se regodeó con sus atenciones. Se lo veía mejor de lo que había estado en meses. Esta era la Familia, operando como debía. Chen BioRecursos en carne y hueso. El virtual estaba intacto. David permaneció en la periferia, consciente de que Shau Jieh lo estaba vigilando. Su hermana mayor lo saludó con la cabeza, y su rostro de porcelana no revelaba ni un eco de la entrevista. Si estaba preocupada por que David denunciara la parte que ella había jugado en el asunto de la demanda judicial, no lo demostraba. Su jueguito de espionaje había sido el puñetazo de una niña furiosa. Su pase a Tanaka era la destrucción calculada de una adulta. En cualquiera de los dos casos, Chen BioRecursos moriría.
Moriría era la palabra adecuada. Fuchin era Chen BioRecursos. David lo había entendido en el hospital, cuando le había hecho la promesa a su padre. Suspiró. Se podía matar en virtual. En los locales ilegales, se podía matar el cuerpo con drogas o armas irreales. Se podía matar el alma. David trató de ahuyentar la imagen de la cara de Flander al ver que Shy-Shy desaparecía de su vida. Nos rodeamos de irrealidad, pensó. No sólo los tipos como Beryl, que se han retirado del mundo físico, sino también la gente como papá, que se ha rodeado con una realidad ilusoria hecha a la medida de sus necesidades.
Su hermana del medio por fin había sacado a sus hijos de la habitación. Sólo quedaba Shau Jieh. David se acercó a la cama. Se arrodilló y tomó la mano de su padre en las suyas.
--Estoy muy contento de que te sientas mejor --dijo en un mandarín perfecto y cuidadoso.
--Hiciste lo que te pedí. Lograste que Selva retirara la demanda. Estoy orgulloso de ti, Er-dz.
David apartó la vista de la mirada aprobatoria de su padre. Una parte de él siempre anhelaría esa aprobación. Una parte de él había estado dispuesta a abandonarlo todo por esa aprobación. David respiró profundamente.
--Selva decidió que la demanda no justificaba los gastos. Fuchin, me voy de Chen BioRecursos. Ya no puedo trabajar más para ti.
--¿Qué estás diciéndome? –Su padre se enderezó con dificultad; le temblaban las mejillas--. Tonterías. ¿Qué vas a hacer? ¿Abandonar a tu familia? ¿Darnos la espalda?
--No quiero abandonarte --dijo David cariñosamente--. Sigo siendo tu hijo, sigo siendo David Chen, pero no puedo dirigir la empresa. No quiero dirigirla.
--Lo que quieras no tiene nada que ver. Tienes una responsabilidad. Ante mí. Ante la familia. --Sí, la tengo. --David se puso de pie--. Sé que hay gente que hará el trabajo mejor que yo. Estoy pensando en la familia.
--Sólo piensas en ti mismo. --El tono de su padre destilaba amargura--. Como tu madre.
Papá nunca antes le había hablado de su madre. Había dolor en su voz. David estiró el brazo, miró la luz que corría por los hilos plateados incrustados en su piel. ¿Ella le había implantado una esperanza o un eco de sus propios sueños frustrados? Se lo preguntaré, pensó David. Necesito preguntárselo.
--Dwèi bu chi, perdóname, Fuchin. --David extendió la mano y tocó suavemente el hombro de su padre--. Lo que hago es lo mejor. Espero que lo entiendas, algún día.
Su padre volvió el rostro a la pared, con una expresión cerrada, dura como la piedra.
--¿Fuchin?
Su padre no dio señales de haberlo oído. David se miró las manos. Temblaban. Cerró los puños y se alejó. Dà Jieh todavía estaba en el atrio. Estaba sentada en el banco junto al estanque holo, mirando los peces dorados y blancos.
--La realidad y la irrealidad no son tan fáciles de diferenciar. --David se detuvo a su lado--. A veces lo irreal tiene tanto poder como lo real. Tal vez más.
--¿Ahora estás tratando de ser filósofo? Pensé que eras artista. --El tono de ella era ácido.
--Transferí mis acciones de la empresa a tu cuenta. --David miró el gracioso ondular de las aletas de los peces--. Eso te da una amplia mayoría.
--¿Qué estás diciendo? –Su expresión era precavida, como si estuviera esperando una trampa.
En cierta forma, era una trampa. David suspiró. --No puedo impedirte que vayas a trabajar para Tanaka. No puedo impedirte que destruyas a Chen BioRecursos. Pero si te quedas, Fuchin tendrá que prestarte atención. Creo que no le gustará, pero yo he renunciado. Puede que eso lo haga cambiar un poco de actitud.
--¿Vas a marcharte? ¿A darme todas tus acciones así como así, sin condiciones?
--Revisa tu cuenta. Está hecho. Ya no puedo cambiarlo. --Esas acciones serían las cadenas que la sujetarían para siempre. Ella se preocupaba por Chen BioRecursos tanto como su padre. David dejó caer un guijarro en el agua y observó cómo se formaban y expandían las ondas, persiguiéndose unas a otras a través de la quieta superficie. Flander tenía razón. David estaba demasiado atado a la realidad. Levantó la cabeza y su mirada se encontró con los negros ojos de porcelana de su hermana. -- Ojalá yo tuviera tanto talento como tú --dijo suavemente.
Algo relampagueó en esos ojos sin fondo y ella bajó la cabeza. --Si lo que me dices es cierto --dijo ella--, es probable que rechace la oferta de Tanaka.
--Así lo espero. --David se alejó.
Shau Jieh estaba esperándolo junto al ascensor. No dijo nada, pero sus ojos estaban tristes.
--Nuestra hermana es el hijo que quiere Fuchin --le dijo David--. Nada tiene que ver el sexo. ¿Crees que alguna vez lo entenderá?
--No sé --dijo ella--. Lo lamento.
--Yo también. --Había destruido al David Chen en que creía su padre. Lo había hecho para preservar con vida a Chen BioRecursos, destrozando una ilusión pequeña para salvar a la grande. No había manera de restañar la herida que había dejado en el dormitorio de su padre. Una parte de David siempre sentiría dolor por ese padre perdido. Con delicadeza, David levantó la mano de su hermana, la besó, y entró en el ascensor.
--Tu composición, Síntesis, es admirable. Tu manejo del tema del volcán es magistral. --Hans Renmeyer paseaba por el Estudio de David, con las manos detrás de la espalda vestido con costosas telas--. Presumo que ya has solucionado lo que te... preocupaba. No importa, no importa. --Abrió los brazos, sonriendo--. La demanda de tu punto de acceso en la Red todavía es alta, después de siete días. Hace meses que nadie logra una muestra tan larga. --Tosió cortésmente--. Tal vez se interese otra galería. He oído algunos... rumores.
--Bueno. --David estiró la mano para acariciar al gato blanco y negro. Tengo miedo, pensó. Después de haber pagado para encontrar a Beryl, del soborno para Selva y de la transferencia de acciones, no le había quedado demasiado capital. Nunca había hecho esto por dinero, por mantenerse alejado de la calle--. Si me presentas una oferta, la aceptaré --dijo--. Te doy mi palabra.
--Bien, muy bien. Dime... --Renmeyer hizo una pausa, con la mano apoyada en la puerta virtual del estudio--. ¿Por qué elegiste el título Síntesis? Sólo curiosidad.
La composición se había titulado sola. Era una síntesis, una fusión de David y Flander, o de realidad e irrealidad.
--Por las huellas de zorro --dijo David ante el rostro desorientado de Renmeyer, y luego lo escoltó hasta la salida.
Cuando estuvo solo, sacó la tela de Shy-Shy y su padre, la expandió. No había trabajado en ella desde aquella noche de frenesí. David la revisó lentamente. Era buena. No perfecta, pero buena.
--Pena --dijo David--. Así se llamará esta. --Era un himno al dolor por lo que era, por lo que no podía ser. Y por lo que podía haber sido.
Un relampagueo rojo se movió en el borde de su campo visual. David se volvió lentamente; el corazón le dio un vuelco. El zorro colorado estaba sentado en sus patas traseras, sobre un trazo de estrellas. Vulpes fulva... y se podía apreciar cada pelo ondulándose al viento. Inclinó la cabeza, con los verdes ojos atentos, las orejas erguidas.
--Eres muy bueno --dijo David--. Vas a ser mejor que yo.
El zorro echó atrás las orejas y movió los labios con un gruñido.
--Juntos --dijo David suavemente-- podemos ser grandiosos.
Por un largo momento, el zorro no se movió, y David contuvo el aliento. Después abrió las mandíbulas, dejó colgar la lengua entre los dientes blancos y puntiagudos, y trotó hasta el centro de la escena. Sacudió la cola y desparramó fragmentos de luz a lo ancho de la composición.
David abrió los brazos y Flander se hundió en ellos: piojoso y delgado chico callejero cuyas ropas harapientas escondían una dermis virtual de factura profesional. Necesitaba una ducha. David vio que las resplandecientes gotas de luz se posaban en el rostro de su padre y Shy-Shy, como lágrimas derramadas, como el perdón.
Era el toque perfecto.
--Bueno. --David estiró la mano para acariciar al gato blanco y negro. Tengo miedo, pensó. Después de haber pagado para encontrar a Beryl, del soborno para Selva y de la transferencia de acciones, no le había quedado demasiado capital. Nunca había hecho esto por dinero, por mantenerse alejado de la calle--. Si me presentas una oferta, la aceptaré --dijo--. Te doy mi palabra.
--Bien, muy bien. Dime... --Renmeyer hizo una pausa, con la mano apoyada en la puerta virtual del estudio--. ¿Por qué elegiste el título Síntesis? Sólo curiosidad.
La composición se había titulado sola. Era una síntesis, una fusión de David y Flander, o de realidad e irrealidad.
--Por las huellas de zorro --dijo David ante el rostro desorientado de Renmeyer, y luego lo escoltó hasta la salida.
Cuando estuvo solo, sacó la tela de Shy-Shy y su padre, la expandió. No había trabajado en ella desde aquella noche de frenesí. David la revisó lentamente. Era buena. No perfecta, pero buena.
--Pena --dijo David--. Así se llamará esta. --Era un himno al dolor por lo que era, por lo que no podía ser. Y por lo que podía haber sido.
Un relampagueo rojo se movió en el borde de su campo visual. David se volvió lentamente; el corazón le dio un vuelco. El zorro colorado estaba sentado en sus patas traseras, sobre un trazo de estrellas. Vulpes fulva... y se podía apreciar cada pelo ondulándose al viento. Inclinó la cabeza, con los verdes ojos atentos, las orejas erguidas.
--Eres muy bueno --dijo David--. Vas a ser mejor que yo.
El zorro echó atrás las orejas y movió los labios con un gruñido.
--Juntos --dijo David suavemente-- podemos ser grandiosos.
Por un largo momento, el zorro no se movió, y David contuvo el aliento. Después abrió las mandíbulas, dejó colgar la lengua entre los dientes blancos y puntiagudos, y trotó hasta el centro de la escena. Sacudió la cola y desparramó fragmentos de luz a lo ancho de la composición.
David abrió los brazos y Flander se hundió en ellos: piojoso y delgado chico callejero cuyas ropas harapientas escondían una dermis virtual de factura profesional. Necesitaba una ducha. David vio que las resplandecientes gotas de luz se posaban en el rostro de su padre y Shy-Shy, como lágrimas derramadas, como el perdón.
Era el toque perfecto.
Traducción de Claudia de Bella en Axxón 32, Mayo de 1992. No se puede leer online el relato en dicha revista, al tratarse de un número muy antiguo.
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